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Tropezones

El 'Tilley hat'

Según reza la etiqueta cosida en el forro de este sombrero de lona y ala ancha que recuerda el de un explorador "Este es el Tilley hat. Es el mejor sombrero de intemperie del mundo". Tras este modesto preámbulo nos aclaran: "Flota, se abrocha, repele la lluvia y el moho, no encoge, y si se gasta le regalaremos uno nuevo (sí, inclúyalo en su testamento)".

En un bolsillito estanco del sombrero encontrarán un pequeño folleto en la misma vena: "En el compartimento impermeable del Tilley Hat podrá guardar su licencia de pesca, o un billete de 10 $ (en su caso posiblemente de 20 $)".

Habiendo dejado ya meridianamente claro que este sombrero no lo puede disfrutar cualquiera, una coletilla nos insiste: "La mayoría de los usuarios del Tilley Hat, y la persona a su lado es prueba de ello, son gente de gran clase y personalidad. Merece la pena cultivar su amistad". Y para tal fin el folletito viene acompañado de unas tarjetitas con el listado de los exclusivos establecimientos donde poder adquirir el mencionado sombrero.

Para resaltar el carácter indestructible del Tilley Hat, se menciona el caso de un cui- dador de elefantes canadiense, al que uno de los paquidermos se tragó el sombrero, siendo recuperado por el interesado, que después de lavarlo a conciencia, volvió a utilizarlo. Según nos revela el relato: "esto ocurrió tres veces". Aquí procede sin duda sospechar que el tema del elefante no ha sido escogido al azar, pues puede aplicarse sin duda a posibles usuarios del Tilley Hat aficionados a la caza de elefantes en Botswana. Prueba del soterrado esnobismo de los usufructuarios de este milagroso sombrero nos lo confirma el listado de "usuarios agradecidos" que insisten en sus virtudes milagrosas, " a pesar de su precio de escándalo". Como el que nos aclara "desde que uso el Tilley Hat he rebajado mi handicap en tres golpes", Por supuesto que el susodicho no es aficionado a la petanca, sino al regio juego del golf, estaría bueno.

No es pues de extrañar que hasta la embarcación australiana de la Copa de América haya optado por el Tilley Hat como sombrero oficial para su tripulación.

En fin, no pienso seguir, para no hacerles el juego a estos mercaderes de gorros sobrevalorados que pretenden especular con nuestros instintos más primarios.

De todos modos, si a pesar de todas estas advertencias el lector pretendiera hacerse con un ejemplar del Tilley Hat y le costara encontrarlo, que no se preocupe.

¡Yo le presto uno de los míos!

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