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Tribuna abierta

Well, Well, Welles

Casi inevitablemente, mi primer recuerdo de Orson Welles se remonta a la visión, hace bastantes años ya, de Ciudadano Kane (1941), esa película que me fascinó y que desde hace más de medio siglo suele encabezar las caprichosas listas de "la mejor lo que sea de la historia" que hacen periódicos y revistas. Ciudadano Kane es una película que me gusta mucho, pero no sé si es la mejor de la historia: supongo que hay como medio centenar que podrían discutirle la primacía; pero lo que sí sé es que convirtió a Welles en mito y en genio precoz. ¿Por qué? Orson Welles tenía veinticinco años cuando la realizó y ninguna experiencia cinematográfica. Después de La Guerra de los Mundos y tratar de hacer una versión de El corazón de las tinieblas que no sale bien, Welles, contratado por la RKO, dirige Citizen Kane, que en principio iba a llamarse Americano.

La película tiene un impacto tremendo entre los críticos. Ciudadano Kane es una cinta sobre los entresijos del mundo de la prensa, pero también sobre el poder, la lealtad, el éxito, el desamor, la amistad... y donde el pasado queda escondido u oscurecido hasta el final y una palabra, Rosebud, que nos devuelve a la infancia herida e infeliz de Kane, quien muere completamente solo. Una película sobre un pequeño periódico que convierte a su comprador en un magnate dueño de una cadena de diarios, una red de emisoras y una colección de obras de arte. El film, con nueve nominaciones, ganó sólo el Oscar al mejor guión; pero la luz, el sonido o el maquillaje son también extraordinarios, así como el trabajo de Welles con la cámara en unos contrapicados que subrayan o enfatizan la magnitud de los personajes o del momento. Renovadora y nueva en tantos aspectos, con ella queda inaugurado el cine contemporáneo.

Welles está excepcional dirigiendo y protagonizando Kane. Con ella, con la primera, demostró que es uno de los grandes directores de la historia del cine, quizá el más decisivo. Pero no sólo me gusta Ciudadano Kane, también me apasionan El proceso (1962), Otelo (1952), Macbeth (1947), F for Fake (1973), Campanadas a medianoche (1965), La dama de Shanghái (1947) y Sed de mal (1957). Hoy, a cien años de su nacimiento y a treinta de su muerte, Welles mantiene su aura como uno de los grandes genios del siglo pasado.

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