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Javier Durán

Desviaciones

Javier Durán

Volvemos de la Vía Láctea (de las elucubraciones)

Vale la pena ir a la balda a buscar a Jaume Vicens Vives para tenerlo ahí para explicar qué va a ocurrir? Ni molestarse, quizás el esfuerzo suponga un principio de dolor de espalda y una mortificación más para el entendimiento del asunto catalán. Por tanto, escribo cualquier cosa y ni me preocupo por esperar si gana el independentismo, perdón, digo unas elecciones autonómicas al Parlamento. Y es verdad: aún me cuesta entender cómo el PP y el PSOE (incluso el dinosaurismo de Felipe) han mordido en el anzuelo y se han comido la carnada blanda y babeante de una cita en contra o a favor del separatismo. Tal ha sido la seducción maquiavélica de Mas que hasta Rajoy, más torpe que nunca, se metió en el jardín sobre la españolidad de los catalanes en el caso de que la tierra de la butifarra se declarase independiente; en fin, un embrollo que ha provocado la hilaridad de los españoles, que en algún momento quisieron ver hasta la excentricidad verbal del Dalí de Figueres ante Joaquín Soler Serrano en un diálogo convulso sobre la Vía Láctea. Conclusión terrorífica: cierto, no podemos comunicarnos con el mundo de la Ramblas, hay un cortocircuito, no sabemos explicar quiénes son, de dónde vienen, qué quieren, por qué tanta inquietud...

Sin conocimiento pétreo sobre cómo se va a sustanciar el resultado (consecuencia del miedo a quedarme en blanco de aquí a la noche, sin grafología) decir, sin ambages, que la visión del paisaje en lienzo viene a ser calificada de devastadora. He oído decir a un ministro octogenario que la corrección constitucional desarticulaba cualquier atisbo de rugido de tanqueta y ruido de sables; he visto, no sin creer que estaba bajo los efectos de una tisana malvada, que un monseñor convocaba una misa para rogar por la unidad de la nación; he soñado (no, perdón, he constatado) que autoridades civiles se peleaban en un balcón por asuntos de banderas; me he quedado flipado con tertulianos guerrilleros dedicados a lanzar el hueso de la discordia, igual que el forofo inconsciente que enciende la mecha en un estadio abarrotado para cercar a Gerard Piqué. Y no tengo palabras para el ejercicio más chic: ponerle a cualquier ilustre del deporte, la cultura, la empresa, la ingeniería o la arquitectura una rotunda alcachofa ante los labios para que dijese de una vez si era independentista o qué. Ultimo el recuento con la pomada de Obama con su imperialismo ideológico-pánico a favor de la unidad de la nación.

Toda esta parafernalia, que le ha venido a Mas como anillo al dedo, exagera el combustible para la histeria. ¿Qué va a ocurrir el día después? ¿Tendré que viajar a Barcelona con pasaporte? ¿Entrará en tromba un corralito (anunciado, por cierto, por la autoridad monetaria máxima de este país)? ¿Tienen las principales empresas un plan B para desmontar sus estructuras y desplazarse a otro 'ecosistema' político? Estas elucubraciones y otras, desgraciadamente, emergen espoleadas por el martillo neumático que ha hecho descarrillar el tren de las relaciones entre Madrid y Barcelona, y por los que desde la oposición al PP se han visto en la imposibilidad de encontrar un discurso propio. ¡Qué más dan los matices! La realidad pura y dura es que el sentido de Estado ha sido succionado: nadie ha estado a la altura. Y lo mejor es que Mas y su tripulación sabían que la derecha conservadora iba a estar falta de análisis (y hasta de sensatez) para fajarse con semejante envite.

Para el día después (o sea para hoy) lo mejor es pensar y repensar en llevar el tren al carril. Los representantes democráticos están en la obligación de hacerlo. La demonización de unos y otros (siempre con los bandos en España) es la brutalidad. En estos días de tantas llamaradas no estaba de más un viaje a Enric Prat de la Riba, santón del regionalismo catalán, cuyo influente ideario no implicaba una disgregación de España. Finalmente bajo de la balda a Vicent Vives, y sobre el prominente dice el historiador que estableció lazos con el exterior en plena dictadura: "Por el contrario, quería [De la Riba] una gran España fundada en el reconocimiento de las realidades históricas y geográficas del país. Esta disociación entre espíritu constructivo y nacionalista -paradójicamente unidos en Prat de la Riba- hizo posible la aceptación de su doctrina por los grupos catalanistas más heterogéneos". Podría ser un punto de partida. No obstante, es obligado no olvidar (cómo hacerlo a estas alturas) que hay un tacticismo nacionalista como el del millonario y controvertido Cambó, creador en la guerra civil de un servicio de espionaje para Franco y que buscó un pacto con los golpistas para beneficio de su nacionalismo en Cataluña (y pienso en el pujolismo y su oligarquía familiar). Riba y Cambó, por tanto, dos estrategias opuestas: desprendimiento y oportunismo.

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