El Granca, diminutivo utilizado con todo el cariño, contará esta temporada con más de 8200 abonados, al borde de ser la segunda SAD de toda Canarias en socios, más de 7 millones de euros de presupuesto y con el precedente de un subcampeonato europeo. Son datos objetivos para pedir en sus bodas de plata en la ACB un grado mayor de exigencia, de luchar cada partido y aspirar a superar las metas intermedias en la competición española y continental. No pido títulos, ni mucho menos. La temporada pasada sólo ganó el Real Madrid, que junto con los de Euroliga parten de favoritos cada temporada. Justo detrás, esperando una debilidad de esos cuatro, Valencia, Gran Canaria, UCAM Murcia o el Joventut de turno, para meterse entre los ocho mejores. Superar la primera fase de la Eurocup, clasificarse para la Copa del Rey y luego entrar en Playoff deben ser objetivos básicos al alcance de los amarillos. Luego dar la cara hasta el final, creer que se puede, no bajar los bazos y obtener la recompensa entrando entre los mejores.
Eso sí, y más ahora que se duplica la asistencia del CID, hay que recordar que hablamos de deporte, de baloncesto. Animar al grupo siempre, y más cuando las cosas no salen bien, pero respetando al rival y a los árbitros, y sin dejar de desear que gane tu equipo, aplaudir al contrincante si demuestra que es mejor que tú. Ese cuarto de siglo en ACB creó un ambiente en el Centro Insular envidiable para los que nos visitaban: una afición que quería divertirse, deportiva, respetuosa y fiel siempre a su equipo. Un espíritu que debe subir a Siete Palmas, al Arena, para impulsar otro paso adelante del Herbalife Gran Canaria.
