La gran duda de los padres hoy: ¿le compro el móvil a la prole? En concreto, el dilema se concreta en el cuándo. Esto es, a qué edad se debe proporcionar el cacharro al peque. Dispositivo que cada vez reclaman más pronto las criaturas, visto como en el cole los compis "ya tienen uno, pá/má".
A los progenitores les seduce la idea, por aquello de tener controlado al chaval. Y algunos, que hay de todo, ven la ventaja añadida de tenerlo entretenido con la wifi de casa, sin alborotar. Menos les encanta la factura consiguiente. Y el eventual patinazo tipo juego freemium, que engorda traicioneramente la deuda telefónica. Luego, claro, están aquellos padres que se preocupan por el tejemaneje con el que los más pequeños pueden enredarse en el guasap y demás redes sociales, abiertas a contenidos y contactos no recomendables si no se conoce el asunto. Así que la respuesta no es sencilla: ¿se lo compro, o no?
En el debate se impone recomendar, ante todo, educación. Es necesario formarse en el espacio digital antes de zambullirse a una corta edad en el mismo. Y en este punto, el sentido común suele ser la mejor herramienta para un conocimiento mínimo sobre el buen comportamiento en la web. También hay filtros y chivatos para que los mayores sepan qué hacen sus hijos en la red. Pero hay que educar, saber antes de permitir. Respetar los límites de edad para las redes, por encima de las presiones sociales.
Es curioso, el desarrollo digital nos retrotrae a tiempos pasados, cuando, en el primer mundo, los adolescentes debían adoptar decisiones trascendentales en sus vidas. A muy corta edad se iba a la guerra, se entraba en el negocio familiar o incluso se formaba una familia. La frontera de la madurez se ha expandido por el estado del bienestar, el progreso, la educación. Hoy, los dichosos smartphones despiertan de sopetón a un ciudadano que esperaba tener más tiempo para crecer.?
