Que Berlin, el tercer álbum solista del recientemente desaparecido músico neoyorkino Lou Reed, sea uno de los mejores de la historia de la música rock supone poner el listón muy alto para cualquier adaptación. Pero si la adaptación en cuestión es teatral, dificulta aún más poder realizar una recreación fidedigna de la oscura y cruel historia de des-amor entre Caroline y Jim, una prostituta y un proxeneta, ambos drogadictos. Su descenso en los abismos de la autodestrucción es interpretado durante setenta minutos por Natalie Poza y Pablo Derqui en los que los vemos desnudarse, drogarse, emborracharse, hacer el amor, reír, llorar, amarse y odiarse a partes iguales con la música del genial poeta devenido a músico como fondo.
Lo que no cambia es el espacio en el que se mueven, lo cual sin lugar a dudas aumenta el carácter claustrofóbico de su relación y por arte de magia, la habitación se transforma en cualquier tipo de espacio.
La iluminación es muy efectista y un momento genial es cuando Caroline es lentamente engullida por la cama que ha sido testigo mudo de sus desventuras. Francamente cuando oía Berlin me imaginaba una historia muy diferente a la que ha llevado a escena Andrés Lima, pero debo reconocer que lo ha hecho muy bien, aunque en algunas ocasiones Desde Berlín, aburra un poco, algo que jamás me sucedió oyendo en Berlin la voz del bardo del asfalto que convirtió las sórdidas historias de la gran manzana, por aquel entonces una fruta podrida, en poesía.
Quizás todo se deba a que estamos ante uno de los discos más deprimentes del rock, y por su puesto lo deprimente nunca puede ser divertido.
