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La ciberesquina

El retorno del cartero

El cartero, además de entregar en la ficción la correspondencia a Pablo Neruda o llamar dos veces -siempre- en la piel de Jack Nicholson, ha ejercido un noble e indispensable oficio en la expansión de las comunicaciones. El cartero, justo, ha sido aquel profesional que ha ampliado las fronteras de la civilización hasta recónditos rincones rurales, al tiempo que ejercía de clásico icono urbano en el traslado del papeleo. La carta de toda la vida, hoy en desuso por el peso adquirido por la cultura digital (@tudominio.com).

Pero, ¿mató el correo electrónico a este entrañable oficio? Desde 2008, el volumen de negocio del servicio postal español, por ejemplo, ha menguado en un 25%. Y sin embargo, aún siendo una cuarta parte más delgado, Correos conserva fundadas perspectivas de mantener su vigencia. Lo mismo que varios de sus homónimos bajo otras banderas. Es el caso de la británica Royal Mail, cuyos empleados empiezan a trabajar también para el catastro, verificando los datos de los inmuebles sobre el terreno.

Soluciones más o menos imaginativas aparte, la adaptación de negocios analógicos al entorno digital, en realidad, no resultan tan extraña. Muchos dieron por muerta a la radio antes del podcast o las emisiones en streaming, por poner un caso. En el que atañe al cartero, son las compras por internet y el comercio electrónico los argumentos que le mantienen con el uniforme a punto y el carrito cargado de paquetes por repartir. En Estados Unidos, avanzadilla indefectible de los cambios que propicia la red en nuestras vidas, hasta el 10% de los regalos de estas Navidades fueron adquiridos online... y entregados en mano por los efectivos de su legendario servicio postal o las empresas de mensajería que le discuten el mercado. La tendencia comienza a detectarse a este lado del Atlántico, como no podía ser de otro modo.

Así, está previsto que el sector postal crezca un 32% este año. Eso sí, la carga será más pesada: el soporte del papel se reduce a notificaciones o certificaciones. Las entregas tendrán formas cada vez más voluminosas, porque el usuario ya espera, en vez de mensajes, aquel artículo tan pintón que liquidó en la red. Ya fuera el último smartphone fresquito de fábrica o el nuevo outfit para la primavera.

Y aunque firmas como Apple tiendan a eliminar al cartero de su ecuación (acaba de inaugurar su servicio de recogida en las inefables Apple Stores), lo cierto es que la expansión del llamado e-commerce continúa reservando un lugar al simpático repartidor, ya sea en el sector público o en el privado. Y bien que nos alegramos, oiga: que no sólo sean facturas las que se arrejunten en el buzón.

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