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Cine 'Spotlight'

Conspiración de silencio

De vez en cuando, no nos viene mal recordar que el cine todavía es capaz de mostrar un compromiso moral. Por eso agradecemos que haya películas como El club de Pablo Larraín, estrenada a finales de 2015, y la que ahora nos ocupa, Spotlight de Thomas McCarthy, que hunden el dedo en la llaga de los crímenes cometidos por la Iglesia, crímenes vergonzosamente silenciados que vienen a hacer cierta la frase de Don Quijote "con la Iglesia hemos topado", hoy convertida en expresión coloquial utilizada para referirse a la cerrazón de la Iglesia católica, cada vez más alejada, en palabras del propio papa Francisco, del espíritu de Cristo y de su Evangelio.

Precisamente esa cerrazón hizo que un equipo de reporteros del periódico The Boston Globe destapara, en enero de 2002, las denuncias contra el sacerdote John Geoghan, acusado de abusar sexualmente de más de 130 niños, y que habían sido silenciadas por el cardenal Bernard Francis Law, arzobispo de Boston, quien tuvo que renunciar a su cargo y posteriormente fue reubicado. Le siguieron centenares de denuncias en otras 20 archidiócesis de Estados Unidos. Según un informe del fiscal general de Massachusetts hubo 789 niños víctimas de curas pedófilos. Sin embargo, la cifra real ronda los 1.000 sólo en la zona metropolitana de Boston, cometidos por unos 250 sacerdotes y otros miembros seglares.

En Spotlight, Thomas McCarthy, otrora director de The Visitor, asume las tareas de guionista y director, y lleva a cabo su trabajo con transparente deseo de justicia y obvio afán de denuncia. Tal empeño cristaliza en una película claustrofóbica fuera de los patrones del cine comercial al uso, en la que sólo los recursos al melodrama (que nunca son exagerados ni molestan) y la presencia de actores de prestigio como Mark Ruffalo y Michael Keaton pueden actuar de gancho para la taquilla. Tal vez McCarthy no sea un gran director (la película carece de garra y profundidad), pero sí un eficaz realizador que retrata con credibilidad el clima de corrupción de la Iglesia católica en la etapa más negra de su historia.

Spotlight está en las antípodas de un cine que sólo busca entretener. Es una obra que obliga a pensar, dejando un regusto agridulce. Tan crítica como el documentalismo de ficción de Ken Loach, el cinismo político de Costa Gavras o el cine de periodismo de investigación de Alan J. Pakula. Esta crítica es expuesta por McCarthy, ayudado por el director de fotografía Masanobu Takayanagi, con cierta rigidez, que encaja bien con la sustancia del relato: con su atmósfera cerrada, esto es, con la conspiración de silencio, con el inmovilismo del Vaticano.

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