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Tropezones

Vergüenza ajena

La vergüenza ajena ya no es lo que era. Esa sensación cuasi pánica, ese deseo irrefrenable de "trágame tierra" que nos embargaba al ser testigos de una situación embarazosa sufrida por otra persona parece haberse ido mitigando. La empatía por el apuro ajeno está dando paso a una aproximación más relajada, como estando ante un suceso penoso, ciertamente, pero donde pesa más el hecho de estar presenciando los toros desde la barrera, conscientes de no vernos directamente involucrados.

No descarto que dicha tendencia tenga algo que ver con la irrupción de las nuevas herramientas de comunicación, tan proclives a esta novedosa cepa de voyeurismo.

Las visitas en internet a "situaciones embarazosas" se han disparado en los últimos tiempos. En You Tube abundan los videoclips de personas anónimas (y si conocidas mejor todavía) metiendo la pata hasta el corvejón.

Estamos en presencia de una fuerte descarga emocional, pero por delegación, sin asumir ningún riesgo personal.

Tan atractiva es esta faceta de ver el chaparrón desde el abrigo calentito del hogar, que algunos episodios en la red llegan a convertirse en virales, hasta abocar en auténticos "trending topics".

Y estas reflexiones me están llevando sin querer a tomar conciencia de que hasta cierto punto yo mismo me aprovecho de este fenómeno en la redacción de mis modestas colaboraciones, a la hora de enganchar al lector (y evitar por todos los medios que pase de largo, para detenerse en otro artículo).

Lógicamente entre los trucos del oficio para captar la atención del lector es imprescindible en primer lugar conseguir un título llamativo; si yo encabezo pongamos por caso con el título "Puercas parcas" posiblemente tenga más posibilidades de ser atendido, que la colaboración colindante con un encabezamiento de tema trillado por el estilo de "Se extiende la corrupción".

Pero es que otra de las artimañas para capturar desde la primera línea la implicación del lector es precisamente la de engatusarle con una afirmación de las mencionadas, de vergüenza ajena a una distancia prudencial.

Para que se me entienda, y para de paso promocionarme, me permito autoplagiarme el siguiente párrafo de uno de mis cuentos publicados:

"A fuer de rigurosos, será preciso reconocer que el moco que flotaba en la copa de champán de D. Esteban Quiñones de la Barreda era indiscutiblemente de su propia elaboración; sin embargo es igualmente cierto que tan insólita ubicación no habría podido darse sin la complicidad, indirecta tal vez, e involuntaria sin duda, de Federico García Lorca".

Es éste sólo un ejemplo, pero si quieren les brindo otra frase de un "tropezón" recientemente publicado:

"...y es precisamente ese matiz el que está en el origen del espantoso ridículo que hice el otro día en uno de esos comercios..."

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