Estoy más cerca que nunca de conducir un Ferrari. Tras intensas negociaciones, he pactado con el concesionario un acuerdo satisfactorio para ambas partes. Hemos seleccionado el modelo ideal, mi alegría es indescriptible. Ya solo me falta reunir 300.000 euros. Lo tengo más fácil que Pedro Sánchez para llegar a La Moncloa porque, al precio del kilo de diputado, el medio centenar de votos imprescindibles equivalen a adquirir un yate Real. Y real.
Sánchez también se ha comprado un Ferrari, y tampoco puede pagarlo. Del optimismo antropológico de Zapatero a la euforia anumérica del actual líder del PSOE, suspenso en aritmética. En su idilio con Albert Rivera, debe lamentar que su socio no disponga de 60 diputados en lugar de los 40 actuales. Salvo que, con la cifra superior, C's se hubiera entregado gratis para facilitar una mayoría absoluta capitaneada por el PP. Así lo declaró el líder de la formación emergente en plena campaña. Cuesta aceptarlo, pero hasta el deprimente Rajoy suma con más soltura en su gira de despedida que el candidato a sucederle.
Sánchez retira su candidatura bajo el disfraz del mejor pacto absurdo que vieron los siglos, un título que usurpa a mi Ferrari. El primer éxito de C's consiste en extirpar el concepto de un Gobierno 'progresista', porque se queda en 'reformista' en el frontispicio del Acuerdo entre ambos gigantes minoritarios. Se añade la partícula 'y de progreso' pero, cercenada la apelación ideológica al -ismo, hasta las fuerzas a la derecha del PP firmarían esa clave. C's solo pacta con el PSOE tras ser rechazado por la otra derecha. Aspira a multiplicar su condición de cuarta fuerza, como ya ha logrado con una representación en la mesa del Parlamento que dobla su representación en la cámara. Tiene los mismos dos miembros que el PSOE, que le dobla en diputados. Los apuestos Sánchez y Rivera se limitan a obedecer a sus propietarios que no votantes, para restaurar un bipartidismo sin corrupción y sin coleta. Más fantasioso que mis 300.000 euros.
