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Aula sin muros

El acoso que terminó en tragedia

Es justamente lo que sucedió, en el presente curso, a un niño de una escuela peninsular. Me enteré en Buenos Aires donde algunos canales televisivos, muy dados a detenerse en el morbo e insuflar patogenias psicológicas y sociológicas a cualquier evento, difundieron la noticia y dedicaron días y horas a analizar, más bien desmenuzar hasta en sus últimos detalles, el trágico suceso Lo curioso del caso es que su madre manifestó, en público, que hacía tiempo que el niño se negaba a ir al colegio. Primer síntoma de que algo ocurría en el ánimo del niño para que se mostrara esquivo a asistir a clase y, sobre todo, que algo falló en su entorno familiar o escolar para que se llegara a tan fatal desenlace.

Según informan fuentes de instituciones públicas y departamentos de centros escolares ha aumentado en un 30% el acoso escolar entre adolescentes de las Islas. Lo confirma la organización Saven the Children que, en su último informe, da a conocer que son cerca de 200.000 alumnos los que, en el Estado español, han sido objeto de algún tipo de acoso en las aulas. Intimidar, ignorar, insultar o ridiculizar son algunos de los comportamientos habituales que se suelen dar, entre adolescentes, en edad escolar. En el pasado los chiquillos se retaban a duelos de trompadas, lejos de las miradas de los padres y maestros. Una forma directa de dirimir diferencias y hasta de marcar territorios y prestigio entre los iguales. Hoy disminuyen las peleas a piñas y cachetones pero aumentan los acosos. Una forma más sibilina, constante y perniciosa de lastimar la autoestima del otro. El termino inglés al uso es el de bullying (acoso) definido como cualquier forma de maltrato psicológico, verbal o físico producido entre escolares, con reiteración, a lo largo de un período de tiempo, tanto en las aulas como fuera de ellas, a través de las nuevas redes sociales. No cambian las edades. Se produce entre niños, preadolescentes y adolescentes en edad escolar. Pero antes se daba entre chicos. Las niñas no solían ser el blanco de mofas y acosamientos, entre otras razones, porque existía una separación radical por sexos en las clases. La coeducación obligatoria data de la Constitución de 1978. También parece que aumenta el acoso sexual hacia las chicas. Ha aumentado en Canarias durante el último año. Hoy los chicos practican el acoso sexual como un nuevo incremento del viejo machismo tanto en las aulas como a través de las redes sociales en cuyos portales y enlaces internautas divulgan toda clase de soeces y vilipendios. Se trata de las nuevas realidades virtuales, la mayoría de las veces sin control por parte de la familia y educadores, tras las que se esconden tanta mala educación como un cúmulo de frustraciones personales. En los espacios escolares puede convertirse en una tortura para las víctimas a las que se somete, de forma subrepticia y continua, con la complicidad de compañeros e ignorancia de los profesores. Hoy se les llama matones o bravucones. Antes gallitos o gallones. En todo caso siempre abusones o abusadores sobre todo si se cometía por parte de los grandes sobre los más chicos. Cuando se producen este tipo de intimidaciones o atropellos las posibles víctimas viven en medio del miedo a asistir a la escuela y no denunciar el acoso por miedo al ridículo o mayor inquina y persecución de los compañeros maltratadores. Se dan casos de pensamientos e intentos de suicidio. Especialistas de centros hospitalarios de Canadá y Reino Unido constatan que los adolescentes maltratados por el acoso se muestran más expuestos a padecer problemas mentales y el tipo de estrés llamado postraumático. Es más, pueden ser más proclives a padecer depresión a medida que se van haciendo mayores. La prevención apunta a los orígenes. Fomentar entre la familias una cultura democrática, no autoritaria, predicada con el ejemplo. Los hijos, desde muy chicos, aprenden por imitación. Igual que en la escuela y centros escolares donde los profesores, no solo sean hábiles en explicar las materias, sino en fomentar valores de tolerancia, respeto mutuo y habilidades en la resolución de conflictos. En viejos manuales escolares como el Lecturas de cosas y Urbanidad se enunciaban sentencias que hoy cobran rabiosa actualidad. Entre ellas me parece relevante una que aconsejaba a los chicos a "no usar la razón de la fuerza sino la fuerza de la razón".

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