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Artes escénicas XXVI Festival de Narración Oral

Regresan los confabuladores

De nuevo, tras el otoñal Festival del Sur, el viento del Sureste volvió a agitar los gallardetes de la tricontinentalidad en la villa de Agüimes. Recordemos tan solo a una compañía de teatro: Mika Project. La efervescencia producida por aquel Otello aún perdurará en muchos de los espectadores que acudieron, sin saber del todo lo que les esperaba, a la función de aquel sábado de octubre. Los cuatro actores habían logrado tensar la trama de Shakespeare, presentándola como un vodevil cáustico y visceral que no impidió que la inevitable tragedia nos encogiera el corazón.

En esta nueva edición de Cuenta con Agüimes, el público se reencontró con algunos narradores conocidos: Martha Escudero, que repartió ironía dando voz a la tequilera de la canción, Paula Carballeira,o el genial Boniface Ofogo, que se sumó por sorpresa a la función de clausura aunque su nombre no se encontrara entre los de los protagonistas de este año. Verlo de nuevo fue un regalo. Este camerunés encuentra su lugar en el escenario como un niño confiado y grandote, el niño que la noche de clausura llegó para hablarnos de sexo con una naturalidad que derrumbaba las entelequias apuntaladas por siglos de puritanismo inútil y culpable. El cuento con el que nos fue conduciendo hacia su exhortación final -porque él también quiso ser predicador de su causa- era de un erotismo explícito. En veinte minutos nos introdujo en una de esos relatos míticos que explican el origen de la humanidad, o para ser más precisos, las razones del emparejamiento de los hombres con las mujeres. Tras escuchar su cuento uno se quedaba en un estado mental adánico. Y sí, es verdad, señor Ofogo, al menos en este país se come muy poco elebá.

No es nada fácil plantarse delante de la gente en un escenario vacío cuando el único argumento del que se dispone son algunos humildes relatos. Supone un gran ejercicio de desnudez que, sin embargo, puede estar al alcance de todos. Para comprobarlo bastaba con haber pasado seis horas con Paula Carballeira, las que duraba el taller de narración oral que, como cada año, impartía uno de los participantes en el festival. Esta combinación de funciones y talleres, por pequeños que sean estos, hace un bien impagable a la cantera local. Pensemos en el mismo Taller de Juglares, que este año asumió el reto de incorporarse a la nómina del festival. Uno de sus miembros, Pancho Bordón, ofreció una simpática muestra de cómo armar ficciones disfrutables a partir de la propia biografía. Nelson Calderón ofreció otra muestra aún mejor de esto mismo, arropado por la inconfundible musicalidad del español Antioqueño.

Hace un año, durante su visita a la anterior edición de Cuenta con Agüimes, el narrador y cineasta Nicolás Buenaventura llamaba la atención sobre la frecuencia con que tendemos a pensar que aquello que recordamos -un chiste, una anécdota, un cuento- siempre constituirá una versión empobrecida de lo que hemos olvidado. Sin embargo, del modo en que llenemos esos huecos dejados por el olvido, depende el atractivo de un narrador. A esta habilidad se la llama técnicamente "confabular". Este antiguo significado del término lo descubrieron también quienes asistieron al taller de Paula Carballeira. A ella le había tocado comenzar la función de clausura. Lo hizo con un cuento de aparecidos que podría haber tomado de la "materia" de Galicia. Qué visión tan clara nos dejaba del riesgo que asumen quienes se deciden a tener auténticos amigos.

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