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Música 'El piano olvidado'

Jorge Robaina rescata el piano de la República

Con tesón, cultura y medios de categoría, el grancanario Jorge Robaina lleva años rescatando del olvido la obra pianística de la mejor mitad de los compositores españoles del Grupo de los ocho, también conocidos como Generación de la República. Exiliados tras la guerra española, y boicoteados o ninguneados en el interior, Salvador Bacarisse, Gustavo Pittaluga, Julián Bautista y Juan José Mantecón representan un momento indesmembrable de la creatividad del siglo XX. Recuperados con la democracia, su producción pianística no había gozado de iniciativas como la de Robaina, que no entra en su repertorio con propósitos meramente historicistas sino poniendo en valor un rango artístico de gran ambición.

¡Y cómo lo logra! Su recital en el auditorio de Expomeloneras (que, por cierto, "suena" muy bien) ha sido formidable. Quiso él que fuera carta de presentación en vivo del doble CD que acaba de lanzar con el emblema El piano olvidado. Tocando el programa completo de la edición fonográfica, tour de force agotador, el excelente pianista propone un modelo interpretativo con entidad referencial para quienes desde ahora se acerquen al piano de aquellos compositores. En la plena madurez de la técnica y el estilo, el joven intérprete pone en juego una técnica de muy alto nivel al servicio de escrituras sencillamente admirables. Con las Seis danzas españolas en suite, del neoclásico Gustavo Pittaluga (1906 / 1975), bordó un fascinante homenaje al clave español -singularmente el de Antonio Soler- con impecables picados, trinos, grupetos y cruces de manos alternados con el aroma del impresionismo.

En la rapsodia española El circo, de Mantecón (1895 / 1964) sonaron el canto del grillo, la pesantez del oso y la movilidad de los mosquitos con descriptivismo subordinado a la riqueza armónica y pulsátil de un autor ingenioso que recuerda por instantes al joven Stravinsky. De la suite Colores de Julián Bautista (1901 / 1961) destacó la poesía de un juego sinestésico que sonoriza la gama cromática, del blanco al negro, con melodías y ritmos, adagios y scherzos de riqueza extraordinaria en la que es, posiblemente, la mejor huella del piano debussysta en España. Otra gran interpretación.

Finalmente, los 24 Preludios op. 34 de Bacarisse (1898 / 1963) consumaron el alarde de talento y el dominio instrumental de Robaina. Esta colección, a la altura de sus ilustres precedentes, es un caleidoscopio de danzas y canciones, entre lo evocadoramente melódico y los ritmos ceñidos en staccatti rigurosos, que recorren con garra excepcional los territorios de la excitación y del sosiego, la euforia y la melancolía, la solemnidad ritual y ocasionales quejíos de cante jondo. Manos y pedales del intérprete diseñaron a la perfección un paisaje sencillamente deslumbrador. Por fortuna, la edición discográfica facilita el retorno al repertorio que Jorge Robaina ha hecho irreemplazable.

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