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Zigurat Dos veces breve

Crisis y salarios

La preocupación ante una nueva crisis económica, que algunos analistas agravan por lo sucedido en el Parlamento y la convocatoria de nuevas elecciones, o es un camelo, una de esas previsiones que se publican para amedrentar al personal, o es que esto va tocando a su fin en lo referente a un estado fuerte, bien vertebrado y generoso con la distribución de las rentas de trabajo y protector de los derechos esenciales.

Pero si esto es así de grave -la Unión Europea dice que las cosas no van como deberían y que no se está cumpliendo con el objetivo de déficit-, ya no hay hombros sobre los que soportar más presión a todos los niveles: que bajen los salarios, que reduzcan las pensiones y que se abarate, otra vez, el despido. Si algunos tiene en la cabeza que ese debe ser el camino para recuperar la confianza inversora externa, atajar la sangría que se va a los destinos turísticos del dólar y colocar a miles de jóvenes que están albeando, me temo que lo pero está por llegar.

De muestra un botón: en Francia, paraíso hasta ahora del trabajador, la reforma laboral empieza su debate en la Asamblea Nacional, y todo parece indicar que el bienestar laboral se diluirá en las manos del liberalismo más promiscuo, como ocurre en España. Por ahora las protestas ha tomado las calles convocada por los principales sindicatos; los trabajadores esperan ver recortados los salarios, se ha incrementado la jornada y las jubilaciones serán más tarde. Estos derechos que tienen los trabajadores franceses costó mucho alcanzarlos, igual que en los países donde la clase trabajadora tomó las riendas de su destino conformándose en plataformas que eran la base de sensibilización todo el sindicalismo. Como quiera que esto ha cambiado y se nos olvidó la conciencia de clase, los sindicatos han de tener una mayor participación en los asuntos de empresa y si las movilizaciones son cada vez menos numerosas, habrá que preguntarse el por qué, que es una buena manera de empezar el análisis.

En esta parte del todo, los politólogos están sorprendidos por la escenificación de la ruptura de las negociaciones entre los grupos parlamentarios para formar gobierno, que fue más una obra de Ibsen que de Mihura.

Pero lo que está claro es que por lo menos hemos visto de qué van unos y otros, de la actualidad de Maquiavelo y de Hobbes, de Rousseau o de Keynes, o a la baja por depresión de Montesquieu o de Ortega y Gasset. Que no estemos acostumbrados a movernos sin gobierno no significa que sea lo peor, porque para la próxima ya los animales de este bestiario se posicionan en sus oteaderos: todos los leones que son de la misma talla se conocen.

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