Querido amigo, resulta que, para incrementar el índice de ocupación, nuestros administradores han tenido la brillante idea de incentivar la creación de nuevas empresas, es decir, en lugar de asalariados por cuenta ajena, que sean los trabajadores los que monten su propio negocio.
Es, por ejemplo, el caso de las peluquerías que, al acogerse a ese tipo de incentivos, han florecido como champiñones. Naturalmente, la hacienda pública se beneficia de las aportaciones de los nuevos autónomos, lo malo es que no hay pelo para tanto peluquero y a los pocos meses el negocio echa el cierre dejando a suministrador y suministrado cargando con las deudas contraídas, mientras que la administración sigue cobrando las cuotas de la actividad hasta sus últimas consecuencias... y nosotros con estos pelos, Gregorio.
Y es que la idea no es crear parroquias sino parroquianos.
Es como el caso de aquellos dos colegas que se pasaban el tiempo en un bar de Telde, hasta que a uno de ellos se le ocurrió la idea y dijo: Oye, Juan, no te parece a ti que con todo lo que nos gastamos aquí podríamos montarnos un bar para nosotros..., y Juan le contestó: Bueno, pero ¿qué pasa si luego no funciona...? Y el otro va y le dice: "Hombre, si no funciona, lo abrimos al público..."
La Administración nos ha convertido en un país de vendedores, lo malo es que no tenemos compradores, y a ver quién es ahora el guapo que consigue vender la burra.
Y es que, según dicen, no se aprende a vender, que para ser un buen vendedor tienes que nacer con esa facultad. Pues debe ser cierto porque hay quien es capaz de vender cualquier cosa, desde un crecepelos a una linterna de energía solar, o desde un cargador de pilas a pilas hasta un ventilador de energía eólica...
Lo que sí hemos vendido en nuestras queridas islas es la explotación turística, y por cuatro perras, Gregorio. Era nuestra gallina de los huevos de oro, y ahora pone los huevos en otra cesta.
Estoy por asegurar que quien ha programado la rentabilidad de nuestra economía debe ser uno de aquellos dos individuos del bar de Telde, porque nuestros representantes han demostrado que son más inútiles que un cenicero en una moto, como dice nuestro buen amigo Iván Naranjo.
Y hablando de cosas inútiles, la vida también está llena de injusticias, y si no dime para qué quiere las orejas un político que es sordo de nacimiento, a menos que el pobre sea también miope y las aproveche para mantener las gafas...
Hace poco me enteré de que los gatos y los perros también pueden ser zurdos o diestros como los humanos. Será verdad, pero salvo en el caso de los políticos de profesión, que son zurdos de las dos manos.
Me voy, amigo que, visto lo visto... a ver si le vendo la burra a alguien.
Un abrazo y hasta el martes que viene.
