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Zigurat

El próximo inquilino blanco

Parece que Donald Trump va camino de la Casa Blanca con paso marcial, desafiando todo y a todos los que se encuentra a su paso; y si no se lo encuentra lo va a buscar para que no obstaculice el futuro de su marcha triunfal.

Da escalofríos pensar en una ceremonia totalmente opuesta a la que el pueblo americano asistió por primera vez en su historia cuando hicieron presidente, contra pronósticos nada halagüeños, a Barack Obama.

Aquellas primeras palabras de concordia, de agradecimiento, de entrega a los marginados, por intentar dar cobertura sanitaria a cada ciudadano, la promesa de respetar derechos humanos dentro y fuera del país? todo aderezado por su condición de confeso activo en su particular iglesia.

Pero como todos sabemos por la historia reciente del imperio, que aunque un presidente demócrata o republicano se deshaga en promesas, hay una premisa que siempre cumplen: lo primero son los Estados Unidos de Norteamérica y después los aliados y después la nada o el limbo, como las cárceles fantasmas, la pena de muerte o los ataques selectivos, las guerras y la manipulación e injerencia en los asuntos de Naciones Unidas.

Quizás es que cada gobierno cuando puede se desempeña de esta forma, intentando poner sus interés por encima de los demás: hace meses que en los medios de comunicación tanto expertos, como opinadores, como editoriales claman contra la parálisis política e intelectual de Europa; el último de estos episodios ha sido el discurso del papa Francisco -hasta este momento nada sospechoso de lo contrario- preguntándose dónde está Europa en estos momentos que tiene a las puertas a miles de seres humanos sin que reciban aquello por lo que se formó y consensuó la Comunidad europea, heredera de una época que ilustró la razón como nunca antes se había formulado.

El equilibrio que la geopolítica mundial exige en este momento es la de pasar por un alambre tan delgado que hay que ir a tientas si no se quiere que la función termine con un estrepitoso fracaso. Este fracaso tiene que ver con la guerra en Siria, con Libia, con Turquía, con Rusia, con Ucrania, con la OTAN y con el terror de las células selectivas que habitan en todo el planeta, esperando para dinamitar los valores esenciales que nos hemos dado como tales y que intentamos respetar para una mejor convivencia.

Aunque nos empeñemos en que los valores occidentales son universales y que se puede discutir sobre ellos y sus consecuencias en deberes y derechos, no lo creen así más de la mitad de las grandes culturas del mundo y ese es el primer escollo de la cuestión: cómo imbricar unos y otros, cómo conseguir una paz sobre el dialogo abierto y sin condiciones; es posible que se haya abierto una puerta con la elección del alcalde de Londres, musulmán practicante, moderado y responsable dentro de su comunidad.

Puede ser un comienzo en espera de que Donald Trump y su gabinete dinamiten todo lo que se ha podido conseguir en estos escasos meses que quedan hasta las elecciones en los EEUU.

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