En tu casa o en la mía, tal es el problema que cada día se hace más crudo, más real , más siniestro y esperado. porque sin lugar a dudas esperamos que ocurra, pero no sabemos donde aunque lo intuimos.

En Orlando , Miami, celebraban su alegría, su conquista de un lugar en la sociedad sin que fueran objeto de amenaza o exclusión. pero la fiesta se convirtió en masacre y no precisamente porque antes los marginaban, sino por alguien que se cree con el deber, porque se lo dicta su religión, de acabar con la diferencia, esa que enriquece cualquier comunidad.

Y volvemos a entender que un norteamericano nacido de padres afganos, que compra armas legalmente, que la lleva encima como vigilante y que las usa es un nacido e inadaptado estadounidense. esta vez con orígenes en el Vietnam del siglo XXI de los EEUU. Un vigilante vigilado en más de una ocasión que se les escabulló de las redes y otro que se escapa de la inteligencia exterior y del FBI. Un homófobos como los que se crían en en una religión que regula de manera sistemática la moral y la razón. Y los soldados del terror son armas letales en sí mismos y contra eso poco puede hacerse, porque entre otras cuestiones,a los infiltrado en organizaciones islamistas radicales les resulta cada vez más difícil descubrir a los elementos que van por libre pero con una conciencia que no merma con las dificultades añadidas a su cultura en contextos ajenos a ellos.

En lo que va de año se han producido 170 ataques con casi 200 muertes y esto lo que hace es que la todopoderosa Asociación Nacional del rifle, brazo armado de la Constitución y de algunos dioses menores, saque pecho y utilice esta tragedia como acicate para triturar la constitución, estrujarla hasta donde se pueda y destilar el odio en gotas que son absorbidas por una comunidad que teme a todo aquel que lleve en su sangre el germen del terror, que son casi todos extraños.

Esta acción, que se veía venir por lo dicho por las agencias de inteligencia, no obstante muy difícil de detectar, ha abierto la puerta a los objetivos blandos y estos son en realidad cada rincón bullicioso de cualquier ciudad occidental. Y es realmente complicado a pesar de la ingente información que manejan, a pesar de la colaboración de algunos países musulmanes, a pesar de la guerra en tantos frentes donde las potencias occidentales están más unidas que nunca, para acabar con la misma amenaza que es igual para todos y que actúa donde quiere y cuando puede. En una década han hecho sufrir a miles de seres humanos, unos y otros desde aquella primera masacre de Marines en Líbano, con el pueblo palestino y la usurpación de la tierra como ejemplo palpable de lo que vendría luego.

Y lo que llegaría ya está aquí para quedarse, porque este es el futuro que estamos viviendo. Y ya no vale mirar para el que tiene rasgos árabes, para el que lleva mochila al hombro, para el que para a rezar en medio de la plaza, para el que lleva las cuentas ensartadas entre las manos pidiendo más muertos hasta que no quede ni rastro de su rezo.

Si una comunidad musulmana no se entiende sin religión porque es la fuente que regula la vida diaria y la muerte, hay que saber interpretar los registros de esa forma de estar en el mundo, porque de otra forma seguiremos como hasta ahora. Y se saben impunes y según sus creencias y las leyes de la guerra están poniendo en jaque a medio mundo.Pero si obviamos que en la base de este desgarrador mensaje se encuentran formas culturales que no entendemos y que los que siembran en campos y en guettos lo hacen allí precisamente porque el desarraigo, la orfandad , la miseria y la condición de seres humanos de inferior capacidad que sus conciudadanos, el odio se hace motivo, se convierte en forma de vida y se le da salida por donde se cree que empezó y que no es otro que las continuas guerras de conquista que milenariamente se intercambian las dos grandes concepciones de ver y vivir la realidad y la existencia en este planeta. Y lo grave de la situación es que no se atisba por ningún lado un acercamiento, un mínimo roce humano, una conversación de donde se destierren términos como religión, dios, patria, muerte y se convierta en una comunicación abierta, sincera y sin literalidad.

Pero esto no va a ocurrir: la venganza es la destinataria de todas las reivindicaciones de uno y otro lado. Y los dos opuestos parece que están de acuerdo en algo; en algo que todas las sociedades del mundo tienen regulado.

Estamos viviendo y sufriendo un nuevo modelo de terror, pues pocos países occidentales están hasta ahora libres de masacres; pero no duden ni un minuto de que están en la lista macabra. Mientras nuestras democracias se resienten con estados de excepción y emergencia, que nos limitan o eliminan aquello que precisamente le habíamos arrebatado a la religión: los derechos y libertades civiles que habían estado secuestrados durante siglos.