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Entre líneas

El beso a Viri de Pedro Arriola

Y Rajoy besó a Viri. Fue la sorpresa de la noche electoral, con permiso de la abultada victoria del PP si se atiende a las encuestas que le daban un resultado similar, más bien flojo, al de la anterior cita de diciembre. El beso en cuestión fue tan atropellado como el discurso del presidente en funciones, quien en el balcón de Génova dejó fluir las palabras sin ton ni son, feliz por los votos recibidos que pareció que ni él mismo esperaba.

Entusiasmado y relajado, sobre la marcha decidió que, puestos a agradecer el triunfo, la lista era muy larga, así que optó por resumir: "Voy a besar a mi mujer". Dicho y hecho, cogió torpemente por el cuello y atrajo hacia sí a una impertérrita Viri, a la que soltó un sonoro pico. Ella, ni fu ni fa. Ni la sorprendió ni la dejó de sorprender. Lo que está claro es que fue robado. En la calle, risas, gritos y aplausos. Delante de las televisiones, más risas, cachondeo y gente sorprendida del arranque de Rajoy con su esposa, que si por algo es conocida es por estar siempre que puede ausente de los saraos del partido. Nada que ver con la omnipresente Begoña Gómez, mujer del socialista Pedro Sánchez, que es una pieza más de la puesta en escena del líder del PSOE en sus apariciones públicas.

El beso de Viri y Rajoy pasará a la historia como el de Carbonero y Casillas en el lejano Mundial de 2010. Muchos han encontrado similitudes entre ambos por su factor sorpresa e impacto posterior. Aunque en el caso de la pareja que vive en La Moncloa hay quien ha empezado a buscar los tres pies al gato. ¿Improvisado o completamente calculado?

La culpa de esta última teoría, que gana adeptos a medida que el paso de los días permite escrutar de forma más pausada el gesto, hay que buscarla al otro lado del charco. Concretamente en el libro Juliana, del periodista Franco Lindner, que se acaba de publicar en Argentina. En él se habla del "beso histórico" de la hoy primera dama, Juliana Awada, a su marido, el presidente Mauricio Macri, tras un debate televisivo en plena campaña. El apasionado abrazo habría catapultado a Macri a la Casa Rosada, después de haber sido preparado por sus asesores, recoge la biografía sobre Awada.

En España sería algo así como pensar en Pedro Arriola, el eterno cerebro que se esconde detrás de las estrategias del PP, invitando a Rajoy a soltarse con Viri en público. Y como en campaña fue imposible tener a mano a la primera dama, el balcón de Génova sería el lugar elegido, ante miles de españoles pendientes del televisor en la noche electoral.

¿De qué serviría? Preguntarán algunos, con las urnas ya cerradas y todo el bacalao vendido. Nunca se sabe y Pedro Arriola, tan criticado como elogiado por sus estrategias, siempre va un paso más allá, dicen los entendidos. Y ante una posible tercera convocatoria electoral, en la misma noche de recuento y celebración, estaría ya pensando que, aunque holgados los votos, las cuentas siguen sin salir si los de enfrente (PSOE, Podemos y Ciudadanos) se trincan. Así que a trabajar desde el minuto cero.

Muchos rieron y se cachondearon. Pero lo cierto es que otros vieron simplemente a un hombre enamorado, feliz y nervioso que para celebrar la victoria besó espontáneamente a su mujer, que cuánto habrá tenido que aguantar y soportarle en los últimos meses con tanta tensión. Todo muy normal, con lo que gusta ver en los poderosos esos gestos sencillos de andar por casa.

¿Improvisado o calculado? Habrá que ver si hay terceras elecciones. Entonces, quizás, Viri tendrá que darle las gracias a Arriola por el beso de Rajoy.

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