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Rubén Reja

Opinión

Rubén Reja

Ni que sí ni que no

Jamás se había hablado tanto en España de política como en los últimos tiempos. Temas para aburrir hay hasta la saciedad. Los más de mil casos de corrupción que salpican este país o la apatía al diálogo que impera entre las tétricas fuerzas políticas que, por desgracia, nos representan son un caldo de cultivo inagotable. Es inconcebible que los egos y la sinrazón se impongan a la cordura y la lógica. Los partidos que ya han escupido por la boca todo lo que debían (han tenido dos campañas para hacerlo) deben pasar a la acción. Ceder en sus pretensiones y mirar por la estabilidad tiene que ser su máxima prioridad. El haber imposibilitado la formación de un Gobierno tiene que acabar sin remisión si no queremos vernos abocados a una tercera y fatídica vuelta electoral. Factible posibilidad en donde el resultado de la partida no cambiaría mucho. Cada uno de los electores se siente defraudado, da igual el color político que defiendan, al contemplar como los dirigentes siguen enfrascados entre dimes y diretes sin llegar al entendimiento. El vacío de poder no puede alargarse por más tiempo, ya que esta letanía, no sólo llena de hastío al electorado, si no que enquista más todavía el devenir de un país que no está para más pájaras. El punto final de los reproches a cuatro bandas debe dar paso a un gran pacto por el diálogo, donde Albert Rivera será la primera de las llaves que abra la puerta a la gobernabilidad. La siguiente vuelta de tuerca pasa por el apoyo de los nacionalistas (vascos y canarios) que si juegan bien sus cartas podrían sacar pingües beneficios de esta alianza. Yerra el tiro Nueva Canarias (al margen de su puntual acuerdo con los socialistas) si deja pasar la oportunidad de sumarse al carro del progreso y la estabilidad. Del PSOE, que comienza su particular catarsis, ni hablemos, ya que tiene en sus manos demostrar madurez democrática y firmar una gran coalición, tal vez algo anti natura, pero que serviría para tirar del país hacia adelante y castigar aún más al populismo de Pablo Iglesias. Lo deseable y del todo exigible es que nuestros políticos acaben de una vez por todas con su irracional inmovilismo y rompan el absurdo bloqueo institucional. Una situación que me recuerda a un cuento que siempre me contaba mi tío Rafael y que me exasperaba. Era El Cuento de la buena Pipa en el que narrador pregunta hasta la saciedad si querían oír el cuento, que nunca termina, siendo la respuesta siempre la misma: "No te digo ni que sí ni que no, sino que si quieres que te cuente El Cuento de la buena Pipa?"

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