La Provincia - Diario de Las Palmas

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El callejón del gato

Las pistolas entre las flores

Aún permanece en nuestra retina la imagen de un padre con su hijo haciendo unas declaraciones que dieron la vuelta al mundo con motivo de la matanza de la sala de fiestas Bataclan. En un momento determinado el pequeño que nos emocionó a todos dijo: "Ellos tienen pistolas, papá", a lo que su progenitor le respondió, lleno de ternura bucólica: "¡Sí, pero nosotros tenemos flores!" Pues bien, poco vamos a avanzar tirando flores contra aquellos que nos amenazan no sólo con armas de fuego sino con cualquier cosa susceptible de ser utilizada como arma arrojadiza para causar el mayor número de muertos.

Los pueblos tienen el legítimo derecho a defenderse y a que sus representantes arbitren las medidas necesaria para mantenernos a salvo de aquellos que quieren acabar con nuestra forma de vida tal como la entendemos dentro de una Europa moderna y solidaria.

"Buenismo" es un término acuñado en los últimos años para designar determinados esquemas de pensamiento, de actuación socio-política, que, de forma bienintencionada pero ingenua, y basados en un mero sentimentalismo carente de análisis profundo, pretendan ayudar a individuos y colectivos desfavorecidos o marginados.

Este "buenismo" puede ser utilizado, para lo que es aún peor, por aquellos que emboscados bajo la banderola de falsas creencias, la mayoría de las veces religiosas, atentan contra los que como nosotros les tienden la mano para que luego nos la corten.

Siempre he sido partidario de acoger entre nosotros a los que quieren prosperar integrándose y adaptándose a nuestras costumbres pero cosa bien distinta son los que, aprovechando la buena voluntad de la sociedad receptora, hacen de correa de transmisión para imponernos una forma de vida que ni queremos ni deseamos.

Es importante tener las ideas claras para no tener que reconocer, como ha hecho el presidente de la República francesa, no sólo que estamos en guerra sino que lamentablemente debemos acostumbrarnos a coexistir con el escenario que hemos vivido estos días y que tendremos que convivir con el terrorismo islamista.

Todos ejercemos un acto de fe creyendo que nuestros representantes nos van a proteger de un enemigo que a veces es difícil de identificar pero, aparentemente, parecen desbordados por esta batalla con inciertos precedentes.

Me niego a aceptar como víctima propicia-toria que la cosa no tiene remedio y que la resig- nación es la última parada hasta que el loco de turno se empeñe en mandarnos al paraíso antes de tiempo.

El papanatismo humano es imperecedero, si sabes vender bien tus mercancías siempre habrá alguien que te las compre, aunque sea bajo la promesa de que cuantas más personas te lleves por delante más vírgenes te esperan en el paraíso, y todo esto en pleno siglo XXI.

El mundo no está en peligro por las malas personas sino por aquellas que permiten la maldad.

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