La Provincia - Diario de Las Palmas

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San Lorenzo huele a pólvora

La época más esperada por todos es el verano, ese tiempo extraordinario que nos acerca a las vacaciones, a la playa, a casa de los abuelos, a los amigos y en mi caso a las esperadas fiestas de San Lorenzo, a las fiestas de mi pueblo.

Veguetera de nacimiento, pero laurentina de herencia, llevo treinta y siete años viviendo las fiestas de San Lorenzo, fiestas con bella historia que nos acercan a la cultura tradicional y los sentimientos.

San Lorenzo tiene historia, mucha historia, y sus fiestas, Fiestas de la Ciudad, también. En ellas hay aspectos fijos, que perduran en el paso del tiempo, una memoria colectiva de eventos y celebraciones que se repiten cada año, de generación en generación, y que constituyen el corazón, el sentir más íntimo y más sensible de cada uno de los vecinos, sus tradiciones y sus creencias, como puede ser el pregón de las fiestas, la escala en Hi-FI, el homenaje a las madres, la gala Drag Queen o la feria de ganado, que data desde el año 1899 y que se prolongaría en el tiempo por iniciativa de don Juan Bautista Ponce-León García (alcalde de San Lorenzo de 1898 a 1902). Las fiestas de San Lorenzo rompen nuestra rutina, nuestra monotonía y nos obligan -con verdadero deleite- a dejar aparcado por unos días el ritmo de nuestra vida cotidiana.

Todos deseamos en esas noches de agosto sentir la llegada sensible y afectuosa de los recuerdos: la Cruz de los Caídos con familiares y vecinos charlando, la plaza tan fresca y llena de anécdotas, recuerdo las sillas de mi abuela Lalita; todas en la calle preparadas para que todo el que saliera de misa se sentara un ratito para ver llegar a los foráneos mientras esperábamos que diera comienzo el acto de la noche.

Si estudiamos el pueblo y sus fiestas nos tenemos que remontar hasta el año 1640 que en el primer libro de Fábrica del Lugarejo de Tamaraceite hay una nota que dice: "... y se bendijo y cantó misa en el día de nuestro glorioso Patrono del año 1645".

Casi cuatro siglos que nos enorgullecen, pero a la vez nos obligan a no decaer. Hablar de San Lorenzo y sus fiestas, Fiestas de la Ciudad, es hablar de pólvora y volador, de luz multicolor... Por ello, el día más importante después de el del Santo Patrón es sin lugar a dudas la noche de los fuegos; esa noche mágica donde no solo abrimos nuestro pueblo, sino también nuestras casas para tantos amigos y familiares que no entran con frecuencia, pero esa noche todos, todos vienen con el deseo de disfrutar la noche de los fuegos de San Lorenzo.

Desde la madrugada, cuando los relojes aún no marcan ni las cinco, muchos vecinos ya se asoman a sus balcones y ventanas, salen a la calle para escuchar la estruendosa y evocadora traca de voladores que encogen los corazones en el recuerdo de tantos familiares, amigos, vecinos que vienen a la mente, acompañados al resonar de los voladores.

A lo largo del día se ven desfilar cesnideras por varias azoteas del pueblo que se quedan preparadas para que después de que el cielo haya brillado de luz y color se quede encendido de color blanco debido a la gran quema del volcán en honor, como no podía ser de otra manera, a nuestro Santo Patrón, a San Lorenzo, diácono y mártir.

San Lorenzo en sus fiestas muestra lo mejor de sí a sus visitantes, no de ahora, sino de siempre, tal como afirmara Lorenzo Martel Moreno: "Antes de que la ermita obtuviera la categoría de parroquia en 1681, se celebrarían la fiestas del santo, pues el deseo de esta gente es y siempre ha sido que cada año la fiesta tenga más brillantes y resonancia. Prueba de ello son los libros de actas del antiguo ayuntamiento, donde consta anualmente presupuesto o programa de las mismas, no olvidando al Ayuntamiento de esta capital que acoge con sinceras muestras de simpatía la celebración de las fiestas, contribuyendo con su valiosa aportación económica a que realice un programa de festejos cívico-religiosos sumamente atractivo".

El colofón final de sensaciones, sentimientos y una profunda ternura llega el día de la Fiesta Mayor del Santo Patrón. El 10 de agosto llena de evocación, historia, añoranzas y orgullo los corazones de todos los que estamos en San Lorenzo. Al acercarse los relojes en su marcar del tiempo -que en ese día parece ir mucho más lento- a partir del mediodía, comienzan a llegar a la plaza los dirigentes políticos y religiosos para asistir a la eucaristía, para a la una de al mediodía minuto arriba o minuto abajo, escuchar a la banda tocar el himno nacional de España cuando el señor San Lorenzo diácono y mártir, llega al umbral de su parroquia. Un torrente mezclado de recuerdos, imágenes de familiares desaparecidos, las madres que nos preparaban para lucir nuestras mejores galas en el día grande, se unen a una intensa y fuerte devoción, orgullo y pundonor de un pueblo que ve un año más a su mártir santo desfilar en procesión por las calles del pueblo capitalino entre tambores, fervor, voladores, y muchas lágrimas, que son seña de alegría y de ausencia por los que faltan.

En toda esta evocación festiva, no debemos olvidar ese grupo humano que es la Comisión de Fiestas de San Lorenzo, con Ana Jiménez Suárez a su cabeza, Saro, Xili, Antonio, Lorena, Rafa, Pinito Irene, Pili y Antonia Rosa, que conservan y transmiten su tradición, con una especial sensibilidad, para que cada año disfrutemos de quince días de fiestas, perpetuando la tradición heredada de nuestros mayores. A todos ellos, gracias por ese trabajo. Al igual que el párroco, Don Elías Zait León ,y su equipo que trabajan sin horario para que la iglesia brille como nunca en estos días de fiestas.

Y no queda más por escribir. Queda el grito profundo y sentido de decir bien alto y bien fuerte: ¡Viva San Lorenzo!

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