Ahora Rajoy enfrenta una investidura dura y se rasga las vestiduras acusando al PSOE de hacer lo que él hizo antes contra el PSOE. Esta investidura será para él muy dura, y dura también será la posible investidura tras las posibles terceras elecciones. Pero para dura no hay como la cara de Rajoy. Él se queda ahí. No se mueve ni un micrón, y acusa al otro de hacer lo que él hace: impedir que se forme gobierno. Su PP -la Derecha grande- acaba de hacer un publicitado pacto con Ciudadanos -la derecha chica- exigido por Rivera a los gritos de que todo cambie, para que todo quede igual, como prácticamente ha quedado. Y Rajoy aúlla apoyado por Zapatero, Felipito Tacatún González y toda la prensa impresa contra las "espantosas" terceras elecciones como si fueran el Armagedón (porque allí seguro la derecha perderá votos). Al fin y al cabo, como bien dice Montecruz, el estar sin gobierno tiene su puntito. No se está tan mal. Bélgica lo sobrevivió muy bien por dos años, y en Suiza casi nadie sabe quién gobierna ¿Viva la anarquía? Las dos terceras partes de España están contra Rajoy y su derechona, quieren que se vayan, que la cosa cambie. Pero no hay tu tía. La pseudo-izquierda con el PSOE a la cabeza sigue dividida, como en 1936. Como siempre. Y la derecha se lleva el pato -que no el gato- al agua. O al horno. Y de paso, a nosotros también.
