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Cartas a Gregorio

Manuel Ojeda

El pan y el respeto

Querido amigo, bajando el otro día por la calle Domingo J. Navarro vi que había un pan tirado en medio de la acera. Todo el que pasaba lo esquivaba o pasaba por encima con cierto respeto, pero nadie se atrevía a pisarlo o apartarlo de una patada. Supongo que esa reacción es consecuencia del respeto que nos han inculcado por todas las cosas de comer.

Cuando ves a un indigente durmiendo en la calle en una caja de cartón, lo observas y sigues tu camino en silencio, pensando que también te podría pasar a ti..., y es que lo que nos está pasando, Gregorio, es que nunca habíamos sentido tanto temor a quedarnos cualquier día sin nada. Quien hace unos años guardaba sus ahorros, aho-ra teme que, por cualquier circuns- tancia, el dinero ya no tenga el mismo valor.

Contaba alguien que, para intentar salir del bache económico que le acuciaba, tuvo que vender a mitad de precio una propiedad que había comprado hace tiempo. La sorpresa le vino después cuando, por obra y gracia de las plusvalías, le tocó pagar tanto a Hacienda que se quedó casi peor de lo que estaba. ¿En función de qué se calcula el precio que nos costaron las cosas?

Si alguien compró hace años una propiedad que le supuso un esfuerzo económico, gravarla ahora calculando su valor actualizado es penalizar injustamente el derecho al beneficio de su inversión. La revalorización o no de esa propiedad debería calcularse por la incidencia que supone en la economía actual, no por la diferencia de su cuantía.

Los cincuenta euros de hace cinco años eran mucho más que los de ahora, porque los de hoy tienen menor capacidad adquisitiva. La mala gestión económica de los gobiernos ha hecho que las propiedades tengan más precio pero menos valor a la hora de rentabilizarlas, por lo que no viene a cuento que, por lo que tenía un precio de diez, vengan ahora a grabártelo porque lo vendes en veinte, cuando en realidad estás perdiendo dinero.

Tampoco entiendo mucho lo del IBI si eres tú el que tiene que pagar por una propiedad que se hipoteca a favor del banco. Lo justo sería que, mientras la propiedad siga siendo del banco, que sean ellos los que paguen el IBI o la parte proporcional que corresponda.

Luego tenemos que oír de los increíbles sueldos que ganan los políticos o de los millones que se llevan a Panamá. El paraíso fiscal de los pobres está en la caja de cartón de zapatos que esconden debajo de la cama. Allí guardan de vez en cuando lo que va quedando del sueldo o la pensión porque en el banco, entre comisiones y gastos de mantenimiento, desaparece.

Decía con desconsuelo un divorciado que la separación le había dejado un gran vacío, no porque echase de menos a su mujer, sino porque se había llevado hasta los muebles de la casa. A la gente le pasa lo mismo con los bancos y ya nadie es dueño de nada, Gregorio, ¿qué tenemos que hacer para que se nos respete...?

Un abrazo, amigo, y hasta el martes que viene.

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