La Provincia - Diario de Las Palmas

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Papel vegetal

Nuestro cuerpo, digitalizado

Todo empieza, como casi siempre con estas cosas, de la forma más inocua. Se nos dice que es sólo en beneficio de nuestra salud. ¿Cómo no confiar en esas empresas que han facilitado con todo tipo de aplicaciones nuestras vidas?

¿Cómo no confiar en las enormes posibilidades de la tecnología como nos invitan a hacer esos empresarios siempre tan optimistas de Silicon Valley y otros lugares de la costa Oeste de Estados Unidos?

Así que, al igual que nos pasa con Facebook y otras redes sociales, estamos dispuestos a confiarles alegremente nuestros datos, que esta vez tienen que ver con nuestro cuerpo, con nuestra salud. Al fin y al cabo se nos dice que se trata de vencer la enfermedad, prolongar nuestras vidas, convertirnos algo así como en matusalenes.

Tal es el espíritu de los alegres y confiados ciudadanos que forman ya un movimiento surgido en Estados Unidos, siempre a la vanguardia en cosas digitales, y que allí han bautizado como el "quantified self" ("el propio cuerpo cuantificado").

Se trata en realidad de una auténtica revolución ante portas de los sistemas de salud porque la recogida y procesamiento de los datos de salud de millones de personas, que en teoría facilitarían el diagnóstico y eventual curación de enfermedades graves como el cáncer, los ven muchos como la futura gallina de los huevos de oro.

El semanario Der Spiegel calcula que hay ya en todo el mundo en torno a 100.000 aplicaciones relacionadas con la salud y que pueden descargarse en cualquier momento. Es lo que se ha bautizado eufemísticamente como la nueva "medicina personalizada".

En Alemania, por ejemplo, los seguros de enfermedad ofrecen programas de salud física (fitness) así como aplicaciones para el control de la diabetes, las alergias o de otras enfermedades habituales.

Incluso los fabricantes de automóviles sueñan con instalar en el futuro en el asiento o en el volante del vehículo aplicaciones capaces de medir en todo momento la presión sanguínea o recoger otros datos vitales sobre el conductor.

Cualquier instrumento que acerquemos a una parte del cuerpo como un simple cepillo de dientes, pero también un teléfono móvil, un reloj o una pulsera puede proporcionar datos muy valiosos sobre nuestra salud, datos que se transmitirán ¿a quién? ¿a nuestro médico? ¿a la aseguradora? ¿a la empresa donde tratamos de encontrar trabajo?

Porque es ahí donde comienza el problema; es eso lo que debería preocuparnos. Actualmente, según los expertos, tan sólo menos de un 5 por ciento del sector de la salud está digitalizado, y esa es la gran revolución pendiente, una revolución que podría generar miles de millones de dólares para las empresas del sector.

Ya han empezado algunas aseguradoras a ofrecer rebajas de las cuotas o ha hacer regalos a aquellas personas que se comprometan a llevar una vida sana, haciendo ejercicio físico todos los días, y ello aunque por ejemplo en Alemania no les está permitido a las cajas de seguros reunir datos sobre los asegurados.

El principal problema, aunque no el único, es que las aseguradoras, del país que sean, no pueden muchas veces siquiera garantizar la protección de esos datos, objeto de codicia de demasiados, entre ellos las propias empresas, que pueden querer saberlo todo sobre la salud del trabajador que se proponen contratar.

Es cierto que por ejemplo en Estados Unidos, donde no existe una cultura de protección de datos como en muchos países europeos, buena parte de los clientes de las empresas dedicadas a los análisis genéticos no ponen objeciones a que se vendan sus datos a laboratorios farmacéuticos con ánimo de lucro.

La alemana Christiane Woopen, presidenta del Consejo Ético de ese país, adscrito al Gobierno de Berlín, se muestra ambivalente sobre la futura "digitalización" del ser humano: ésta puede ser útil para prevenir o vencer ciertas enfermedades, pero también un peligro cuando, como ocurre cada vez más, lo que prima es el afán de lucro de las empresas: ya sean laboratorios, aseguradoras o de cualquier otro sector.

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