Una apuesta : ¿conoce alguien un Premio Nobel de Literatura carente de geopolítica? Kjell Espmark, que fue hasta 2005 presidente del comité que otorga los galardones, da pistas en Cien años con la misión (Nórdica 2008) sobre la cocina de este ritual, pero no sobre las recetas. Habrá que esperar nada menos que medio siglo, el que sella el secreto de las deliberaciones, para saber cómo se trajinó la candidatura del favorito Bob Dylan. Y es que hay muchos ingredientes. En el libro uno se va a las referencias de Galdós, ninguneado en 1914, 1915 y 1916, y solo observa parabienes sobre su observancia de la sociedad española, su objetividad, su apartidismo y una obra "altamente notable en lo estético". Espmark no apunta ninguna alarma por su anticlericalismo, ni si ningún grupo de presión español hizo lo imposible para que no le dieran el Nobel a un enemigo. O sea, la geopolítica. Por ello, una vez superado el plazo estipulado, tampoco nos vamos a enterar si en el caso Bob Dylan el comité acusó en sus deliberaciones la certeza de que Europa tiene que hacer algo contra una ultraderecha que se aprovecha de su crisis de identidad, siendo el bardo el mejor antídoto y la mejor fachada de que la gerontocracia a la UE empieza a entender el mensaje. Sería una receta para espolvorear el continente de derechos civiles, incluso en Suecia, país muy ejerciente en la acogida de refugiados, pero sorprendido a la vez por el incremento del ultraderechismo en su Parlamento, y hasta por un movimiento que cuestiona su histórica neutralidad bélica. ¿Tintinean estos síntomas en las oídos de los académicos? ¿Han decidido hacer su contribución con un ídolo de los sesetenta, con un juglar de los derechos civiles, con un representante de la contracultura que se enfrentó a la guerra de Vietnam, con un influyente referente de la música popular del siglo XX? No lo sabemos, y quizás no lo sepamos nunca. Ni creo que en los apuntes de la cocina aparezca el nombre Donald Trump y la necesidad de que el mundo despierte.
