La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Tropezones

Longevos

Rozando ya una edad que me aproxima a la categoría de viejo, con inminente peligro de alcanzar sin remedio el gremio de los ancianos, es lógico que me interesen los temas de la longevidad. Es tan natural como la tendencia de los que padecen una incipiente alopecia a concentrar su interés en las calvas de su prójimo.

Por esa razón me llamó la atención el otro día un suelto en la prensa nacional citando un prestigioso instituto científico según el cual una variante del tiburón de Groenlandia puede vivir más de 400 años. Intrigado por ver si estoy a tiempo de aplicarme el cuento, me he esforzado en averiguar qué es lo que hace este escualo para alcanzar tan provecta edad.

Por de pronto dicha especie se esmera en crecer despacio, no más de un centímetro anual. Pero claro, si vive más de 400 años no es de extrañar que pueda alcanzar los cinco metros de "eslora". Aquí poco tengo que rascar: sin haber podido presumir siquiera de una envergadura de 1,80 m, estoy ya en una edad en la que más bien voy perdiendo algún centímetro con el paso de los años.

Otra característica de este original individuo es la de dosificar su actividad vital. A pesar de pertenecer a una especie rauda bajo el agua, éste no suele rebasar los 4 o 5 km por hora. Aquí sí puede haber algo aprovechable: mi propio modo de vida se va acercando, sin quererlo, a desplazamientos ultralentos.

El hábitat de este matusalén es bastante amplio aunque se puede observar sobre todo entre los 400 y los 1.800 m de profundidad, si bien se mantiene preferentemente en las zonas de aguas frías más profundas. Eso explica en parte que las mayores probabilidades que le otorga su longevidad de ser capturado o triturado por las hélices de alguna embarcación se vean contrarrestadas por su inhóspito entorno habitual. Aunque personalmente trato de evitar ámbitos peligrosos o agresivos, no estoy dispuesto tampoco a instalarme en la seguridad permanente del sofá y las pantuflas de cuadros.

Por lo que se ve no es éste un ejemplar cuyo modus vivendi sea precisamente atractivo, ni su devenir especialmente glamuroso, por lo que se comprende que sus enemigos naturales le consientan vivir tanto tiempo.

Pero es que hay una circunstancia adicional de esta habilidosa criatura que favorece la invulnerabilidad y longevidad de las que presume; su carne es tóxica. Como con el famoso "fugu" japonés, su ingesta debe ir precedida de una serie de precauciones que le ponen a salvo de la mayoría de sus depredadores naturales. Como es fácil de colegir, al vivir yo en una sociedad en la que el canibalismo no está bien visto, incluso si mi cuerpo serrano albergara peligrosas toxinas, tampoco ello me garantizaría una mayor longevidad.

En resumidas cuentas; por mí, que tan antipático ejemplar siga aburriéndose durante siglos vagando a cámara lenta por las tinieblas de sus abismales y gélidas aguas. Ni tengo las menores ganas de emularlo, ni me interesan para nada sus arteras mañas por retrasar un final que a nadie le importa.

Compartir el artículo

stats