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Opinión

Un derroche literario y teatral

Existen tantos libros como lectores, decía una y otra vez José Saramago. Claro que el autor escribe su libro, claro que el autor se queda en las páginas de ese libro, pero luego llega el lector, con su capacidad creadora y su propia voz, y se establece en el libro de tal manera que lo hace suyo, tanto que hasta pone su nombre en la primera página, a veces debajo del título. Y no es un abuso, es que leer es incorporar a la experiencia personal lo que el autor cuenta y darle la forma que la inteligencia y sensibilidad alcanza. Esto es lo que ocurrió el viernes en Los Jameos del Agua de Lanzarote: varios creadores, desde adaptadores a actores, pasando por el director y el equipo técnico, contaron su personal lectura de una obra de José Saramago y dieron lugar a un derroche literario y teatral admirable. Hago la distinción entre lo literario, los agudos textos de José Saramago eran reconocibles, y lo teatral, espectáculo sin concesiones, inteligente y ágil, lleno de vida, de un sentido común (y con un Sentido Común) capaz de seducir al más distraído de los espectadores. El viernes nació nueva vida en Lanzarote. Los padres de la obra pueden estar contentos, los espectadores sin duda lo estamos. El autor de la novela, ay, ya no está para dar su opinión, él hizo su parte, expresó perplejidades del ser humano y de forma tan sorprendente lo hizo que las vamos multiplicando por el mundo. De forma brillante el viernes sucedió en el estreno mundial de la versión teatral de El hombre duplicado. Se superpusieron libros que se iban escribiendo y el teatro total se adueñó del auditorio. Una noche con suerte la del 13 de enero en Lanzarote.

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