La Provincia - Diario de Las Palmas

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Reflexión

Conocerse y vivir mejor

No sé cuándo el ser humano comenzó a interrogarse e interrogar al mundo, una condición que nos distingue de otros seres vivos y quizá sea una de nuestras fortalezas. En ese proceso de intentar entender, aprendemos, creamos cultura y nos hacemos cada vez más capaces de sobrevivir. Estamos inclinados a buscar las causa de las cosas, como si todo ocurriera por algo; nos preguntamos por qué vivimos, qué fin tenemos. Durante siglos creamos fuerzas impredecibles encarnadas en dioses para justificar los fenómenos que no entendíamos, entre ellos el dilema de nuestro destino, incapaces de aceptar que no nos diferenciamos del resto de seres vivos, insignificantes piezas del reloj de la naturaleza. Inventamos la vida eterna. Cobra así la vida un propósito, se transforma en una etapa, difícil, hacia algo mejor, o peor si no se cumple con las normas.

Esta presencia transcultural de un relato que dé significado a la vida hizo que algunos investigadores se preguntaran si existe relación entre vivir con un propósito y la salud. Los japoneses tienen una palabra para la razón de vivir, es el "ikigai", "iki", que es vida, y "gai" o "kai", realización de lo que uno espera o desea. Un poco platónicamente, cada uno debe buscar su "ikigai" en la profundidad de sí mismo, como si naciéramos con una función y un destino que debemos encontrar explorándonos. Existe la idea, que el psicoanálisis llevó a su cenit, de que nuestra mente es como un iceberg; de ella sólo conocemos la punta, sin embargo, esa parte oculta está condicionándonos, forzando nuestros deseos y tendencias. En nuestro cerebro hay mucha más actividad inconsciente que consciente, él se ocupa de regir muchas funciones del cuerpo sin que yo me entere, afortunadamente. Y toma decisiones, que tienen que ver con elecciones en la vida, sin que yo sea totalmente consciente de ello. Pero que haya un subconsciente, un monstruo que se aparece disfrazado en sueños y se manifiesta en oscuros deseos y tendencias, un pozo donde enterramos lo que más tememos y desde allí empuja con una fuerza telúrica con una energía nacida de la represión, me cuesta creerlo. La idea de buscar en nosotros el verdadero yo, libre de represiones, el ser primigenio que somos, es una falacia porque somos fluidos, nos vamos haciendo en el tiempo, con las cosas y la cultura; no hay un núcleo que sea el verdadero yo pues soy un ser que se va haciendo. Para los japoneses, encontrar el verdadero "ikigai" requiere una búsqueda profunda y prolongada. Quizá en esa búsqueda uno descubra sus fortalezas y debilidades, examine con cuidado sus inclinaciones y preferencias, aunque todo ello sea cambiante. No se diferencia del precepto socrático: conócete a ti mismo. En ese proceso quizá uno se fortalezca y asegure su función en la vida. Es decir, le ayuda a encajar en este mundo. Esto es diferente a la idea de encontrar un propósito en la vida a través de las religiones prescriptivas, ellas nos dicen cómo tenemos que ser, frente a la búsqueda de cómo somos y deberíamos ser para cumplir con nuestras aspiraciones.

Conozco dos estudios que valoraron el papel del "ikigai" en la salud. Invitaron a varios miles de personas a participar, les hicieron largas entrevistas para recoger información sobre el estado de salud y sus condicionantes: alcohol, tabaco, ejercicio, clase social, educación, etcétera. Además preguntaron por el "ikigai". Durante años recogieron las muertes que se iban produciendo y compararon las que ocurrían entre los que tenían y no tenían "ikigai". Encontraron que los segundos, que eran algo menos de la mitad, tenían entre el 20 y el 50% más riesgo de muerte. Ustedes podrían pensar que quizá los que tienen "ikigai" fuman menos, practican más ejercicio, tienen más educación, etcétera. Evitar ese efecto es cuestión de ajustes matemáticos que se han hecho. ¿Qué hay en el "ikigai" que haga que las personas que lo tienen sean más saludables? No sabemos. Quizá se viva la vida con menos estrés, armonizado con uno mismo y el medio. En lo que sí coinciden ambos estudios es que no protege contra el cáncer, una muestra más de que esta enfermedad apenas tiene que ver con actitudes mentales. Pero sí la enfermedad cardiovascular, un sistema muy sensible al estado mental. Y contra las muertes por causas externas, un conjunto de causas influidas por la actitud y la atención: el estado mental.

Creo que el "ikigai" es una aceptación dinámica de uno mismo. Más que reconocer que uno es así, yo qué sé, desordenado, irascible, egoísta, y qué se le va hacer, el "ikigai" propone que uno se dé cuenta de sus rasgos y sobre ellos construya su futuro. Nada nuevo, sólo que expresado así parece que se asocia a la salud.

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