La Provincia - Diario de Las Palmas

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OBSERVATORIO

Construir aviones en el aire

El fin último de la educación debe ser formar ciudadanos con las competencias, habilidades y valores necesarios para adaptarse a las distintas situaciones que se puedan presentar a lo largo de su existencia. Nuestra sociedad ha sufrido grandes modificaciones en los últimos tiempos que afectan a todos los aspectos de nuestra vida. Los cambios demográficos, económicos y tecnológicos a los que nos enfrentamos requieren una gran reflexión por parte de todas las instituciones educativas. Me consta que casi todos los centros en nuestro país han despegado y comenzado a aplicar nuevas pedagogías más adaptadas al siglo XXI. En este constante vuelo, la labor de los docentes debe ser ayudar a que nuestros alumnos desplieguen sus alas y puedan iniciar su propio vuelo salvando los obstáculos que se les puedan presentar durante su viaje. Como suele ocurrir ante cualquier cambio, nos encontramos con profesionales dispuestos a innovar y convertirse en pilotos hacia destinos desconocidos, otros se dejan llevar y trabajan en equipo con los anteriores. Por último hay otros que prefieren quedarse en tierra, suelen ser magníficos profesionales que consideran que lo que está bien y funciona no debe cambiar.

Evidentemente y, parafraseando a Montserrat del Pozo, debemos construir el avión mientras volamos, con todos los riesgos que eso lleva consigo. Pero si esperamos a tener el avión construido para despegar, nunca lo haremos, pues hoy en día todo cambia demasiado rápido y lo que es innovador hoy queda caduco mañana. Por todo ello el docente debe ser consciente de que vivimos en una época donde debemos estar formándonos continuamente, nuestros alumnos, futuro de nuestra sociedad, lo requieren. Como dice Michel Serres en su libro Pulgarcita, es un lujo y una oportunidad poder participar activamente en estos cambios profundos de nuestra escuela. Si no te subes al avión puede ser que no despegues nunca y el gran problema radica en que los pasajeros, nuestros jóvenes, puedan ver truncados sus sueños. No debemos tener miedo y acompañarlos en su inquietante viaje.

El mundo de la tecnología es un hecho y muchos puestos de trabajo están siendo sustituidos por máquinas o robots, siendo estos más efectivos y productivos para muchas de las actividades que el ser humano realiza. Por ello tenemos que fomentar una serie de competencias que no puedan ser sustituidas por una máquina. Estas son comunicación (oral y escrita en varios idiomas), colaboración (trabajo en equipo), creatividad (desarrollo de la imaginación para conseguir un mundo mejor) y espíritu crítico que nos permita resolver problemas a los que no nos hemos enfrentado previamente. Además, el ser humano transmite emociones y sentimientos, reconocerlas y controlarlas es primordial en nuestro desarrollo como personas, pues somos individuos que viven en sociedad, somos seres sociales. Por ello el docente adquiere hoy en día una nueva dimensión, guía del alumno para adquirir estas habilidades y así convertirse en un ser autónomo y receptivo activamente ante cualquier cambio.

Es necesario que los sistemas educativos se centren en crear un proyecto que incentive en los alumnos una vocación intrínseca por indagar, investigar, aplicar en contextos reales, aprender... y no se base en la vocación extrínseca de aprender por aprobar unos exámenes. Es necesario evaluar todo aquello que se pone en marcha, pues considero que lo que no se evalúa, se devalúa. El problema es el uso de esas evaluaciones que hacen nuestros políticos para comparar y competir entre alumnos, centros o sistemas. La evaluación debe ir destinada a la mejora continúa y debe ser un apoyo en la formación de cada alumno. A lo largo de la vida estamos continuamente valorando y sabemos que lo hacemos para mejorar, opinamos diariamente sobre la comida, la ropa... y con ello pretendemos aprender y mejorar para la próxima vez, pero no es una calificación con carácter, principalmente, punitivo. Así debería ser también en nuestros colegios.

La escuela debe convertirse en una organización capaz de aprender, pues no sólo son los estudiantes quienes se forman, sino también los profesores y toda la comunidad. Debe ser flexible y moldeable para lograr ser el Colegio del momento en cada momento.

El mundo cambia, nosotros también debemos cambiar, mirando al pasado (sin nostalgia ni rechazo), al presente y al futuro (¿qué es lo que quiero hacer?) Como nos propone Andy Hargreaves en su libro La cuarta vía, existe una nueva y estimulante visión en el aprendizaje donde las escuelas, comunidades y asociaciones empresariales deben trabajar conjuntamente. No competir con los que te rodean sino colaborar, es decir, una rivalidad amistosa, en la unión está la fuerza. La fuerza del cambio.

Según estudios realizados por la Universidad de Harvard en EE UU los principales factores que afectan a los procesos educativos de un centro son: liderazgo pedagógico, proyecto educativo compartido por toda la comunidad, implicación familiar en la escuela, clima escolar, formación y estabilidad del profesorado, espacios físicos.

Un líder debe amar aquello que realiza, debe ser valiente para poder asumir riesgos y así llevar a la práctica el cambio en su entorno y debe formarse durante toda la vida. Según el informe PISA, "los directores efectivos son los guardianes de la visión del centro y los arquitectos y custodios de la cultura escolar. Atraen, desarrollan y retienen a docentes con talento y les motivan para que den lo mejor de sí mismos".

El Proyecto educativo no debe ser estático sino muy flexible, que pueda ir madurando a través de la experiencia, y que responda a la Misión, Visión y Valores que la comunidad ha asumido. En él deben aparecer las metodologías necesarias para que nuestros alumnos sean capaces de adquirir las habilidades y competencias necesarias para vivir, es decir, para pensar (rutinas y destrezas del pensamiento de los doctores David Perkins y Robert Swartz), para aprender (inteligencias múltiples de Howard Gardner), para sentir (inteligencia emocional de Daniel Goleman), para ayudar (aprendizaje-servicio, es decir, método de enseñar y de aprender a través de hacer un servicio a la comunidad como el Design for Change de Kiran Bir Sethi), para compartir (aprendizaje cooperativo de los hermanos Johnson o Spencer Kagan), para hacer (aprendizaje basado en proyectos y en problemas), para jugar (gamificación)... Además, debemos aprovechar las tecnologías que tenemos a nuestro alcance para que el aprendizaje sea más rico y natural, pues es evidente que los artefactos digitales están en nuestra vida diaria y no podemos obviarlo y vivir en nuestras aulas de espaldas a lo que está sucediendo en la vida real. Ahora bien, debemos formar a nuestros alumnos en el buen uso de las mismas.

La implicación de las familias es necesaria en cualquier colegio, pues deben sentirse partícipes del proyecto educativo. Somos conscientes de que familia y escuela deben ir de la mano, pues juntos educamos, enseñamos y aprendemos de y con los niños. De hecho, tal y como señala Pasi Sahlberg, el papel de las familias en la educación es uno de los motivos del éxito del sistema educativo finlandés.

El clima escolar hace posible que la convivencia entre todos los miembros de la comunidad sea respetuosa y enriquezca a cada uno de sus miembros. "Enseñemos con amor, aprendamos con alegría". Deberíamos conseguir que todos los miembros de la comunidad se diviertan en la escuela y que cada día se convierta en una sorpresa y un estímulo hacia el aprendizaje.

Cualquier proyecto que quieras llevar a cabo necesita de un profesorado comprometido, motivado y formado. El profesorado debe tener conciencia de la confianza que en él se tiene. La estabilidad del profesorado es fundamental en la consistencia de la labor educativa de un centro y la identificación con un proyecto. La formación continua del profesorado debe ser uno de los objetivos claros de cualquier centro, especialmente en este proceso de cambio, aunque nos debemos acostumbrar a ser Lifelong learners.

El espacio físico es el tercer maestro, siendo el primero el propio alumno y sus iguales y el segundo los profesores y sus padres. Algunos centros han comenzado a tirar tabiques, crear espacios abiertos y motivantes... y, creo, sinceramente que es beneficioso, pero no es indispensable para llevar a cabo el cambio. No debemos tener miedo a salir de la clase convencional ya que podemos convertir todo nuestro entorno en la mejor aula, donde los alumnos se sientan cómodos y preparados para un aprendizaje real y atractivo.

Debemos de educar en el presente para vivir en el futuro y, por ello, no debemos olvidarnos de ayudar a que nuestros alumnos adquieran otras dos competencias: competencia global (los seres humanos forman parte de un gran ecosistema que es la Tierra y hasta ahora hemos abusado de sus recursos y descuidado el mantenimiento del equilibrio natural, por lo que debemos ser conscientes de que para construir futuro debemos cuidar y mejorar nuestro hogar) y competencia intrapersonal tanto a nivel físico (educación física y para la salud) como mental (nuestros jóvenes, siempre que pueden, se conectan a través de los distintos dispositivos que tiene a su alcance, eso provoca que no puedan invertir tiempo en reflexionar, en conocerse a sí mismos, en desarrollar sus propias ideas y pensamientos, en soñar e imaginar, en definitiva, en formarse como personas). En la nueva escuela debemos colaborar y compartir entre todos para guiar, acompañar y ayudar a que nuestros alumnos adquieran las competencias para vivir en un mundo futuro que dista mucho del actual, por lo que debemos ofrecerles libertad, autonomía y la posibilidad de realizar proyectos propios.

"Siempre podrás coger el avión si estás en la puerta de embarque correcta". El futuro está en nuestras manos y no podemos permitir que la historia nos culpe de no habernos subido al avión antes de despegar, ya que "la educación es el arma más poderosa que se pueda usar para cambiar el mundo", como decía Mandela.

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