Lo fantástico no es que salga a subasta una obra de Manolo Millares, Martín Chirino o Cristino de Vera en Madrid, sino lo que entra en el régimen de lo cuasi imposible es que ninguna institución pública de las Islas se acercase por allí para pujar e intentar traer la pintura para Canarias. ¿Cuánto tiempo hace que el CAAM no compra una obra de celebración para su colección? Ni se sabe. Y no es porque su director actual ni el anterior no tuviesen el afán de hacerlo. Ellos trabajan con esa aspiración legítima, pero la verdad es que viven con el grifo cerrado desde hace años, es decir, con el presupuesto congelado. Los 24.000 euros que costaba el Millares que este periódico sacó ayer en primera página es lo que se gasta un departamento del Cabildo grancanario en pagar un informe externo prescindible, o por celebrar un cóctel tras la entrega de unos galardones, pongamos por caso. Todos los museos de arte contemporáneo del mundo tienen una colección a la que miman, sobre todo cuando el artista que se pone a tiro es de la tierra donde está localizado, y para más inri tiene un indiscutible reconocimiento internacional. Así ocurre en el Macba, el Musac o en el IVAM, centros, por otra parte, que superan al mencionado CAAM en presupuesto pese a estar a la par en cuanto a objetivos culturales. Lo que está claro es que nos hemos empobrecido culturalmente, y que creamos museos para luego tenerlos como setas, inamovibles y carentes de alimento. ¿Interesaba o no el Millares? Cualquier cosa del artista, aunque no sea una arpillera, interesa, y todavía más si es para agrandar cualitativamente los fondos del CAAM, al que para su desgracia le ha caído encima, mandato tras mandato, una clase política mediocre incapaz de entender su dimensión y el propósito para el que fue creado. Un Millares a tiro se celebraba hace décadas. Ahora, ni el vuelo de una mosca.
