La Provincia - Diario de Las Palmas

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Fernando Canellada

Odio

Ana Oramas ha vuelto a hablar alto y claro en el Congreso de los Diputados. La diputada de Coalición Canaria, excelente oradora que se hace escuchar con gran respeto, ha puesto el dedo en la llaga de uno de los graves peligros a los que se enfrenta España con el problema catalán. Oramas no invocó a Adolfo Suárez ni recurrió a citas, ni se entregó a la desesperada demagogia de otros nacionalistas. Se ha servido del poder de la palabra franca, inteligente, bien intencionada, sin reservas. Una vez más Oramas, con los pies en el suelo y la mirada en el horizonte, ha dicho en sede parlamentaria lo que ha visto en Cataluña, en Canarias. Lo que ya se ha dejado ver a los ojos de muchos. Que tenemos el odio entre familias, entre amigos, entre vecinos.

No citó Oramas a Manuel Azaña, pero había sido el presidente de la República, presente en la intervención de Mariano Rajoy y de otros portavoces parlamentarios, el que se lamentó en 1934, de que "había españoles que odiaban a muerte a sus adversarios políticos". Lo que a juicio del estadista madrileño era "indicio de una perturbación gravísima del espíritu español". Un odio que entonces como ahora es "producto del sentido moral envenenado por las contiendas políticas". Un odio que Azaña en defensa de la República define como "aberración del espíritu español, un eclipse total del sentimiento de la Justicia y del sentimiento de la piedad".

La reacción de los enemigos del Régimen de 1978 en las Cortes, que los hay y bien visibles, llega a extremos verdaderamente innobles. Y como bien señaló ayer Oramas "esto no se arregla con Justicia". Y ya había dicho Azaña que la violencia, tan arraigada en el carácter español, no se podía prohibir por decreto. La diputada canaria, de nuevo, ha mostrado esa virtud que, distingue a los más notables: saber mirar atrás para proyectarse hacia el futuro.

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