Baran Odar ha logrado en Das letzte schweigen (El silencio), que compite en la Sección Oficial a concurso del festival, un resultado más profundo e inquietante que el abordar el tema de la violación y la pedofilia en el contexto del típico psychokiller centroeuropeo como en un principio el film parece sugerir.

Y es que el director alemán ha reflejado el nivel de esquizofrenia con el que se vive en la sociedad en la opulencia, cómo el aburrimiento vital y el vivir sin ilusiones en una supuesta situación de total comodidad económica, puede potenciar las más aberrantes perversiones.

El film se desarrolla a través de una sucesión de flashbacks, pues los asesinatos ocurridos hace 23 años y los acaecidos en el momento actual, se suceden continuamente, y cuenta con una excelente interpretación de los actores. Por otro lado, con los hermosos paisajes de la campiña centroeuropea que surge entre tanta violencia (bastante contenida, pues no se ve de manera explícita), el espectador pueda encontrar momentos de placidez visual.

Muchos elementos pueden ser juzgados, y cada cual podrá tener su visión particular de la película, pero considero que lo más sobresaliente de todo es esa reflexión sobre la soledad, el paso del tiempo, y la incomunicación con la que se vive en los países desarrollados. Y aunque pueda parecer irrisorio para muchos, a mí no deja de sorprenderme cómo ninguno de los personajes que aparecen en esta película vive una vida realmente feliz.