Si en un accidente doméstico se sufre una pequeña quemadura y se coloca en la zona afectada una suerte de cataplasma a base de rodajas de tomate crudo y fresco, se comprobará cómo al paso de algunas horas la herida prácticamente desaparece, casi por arte de magia. Y mientras eso sucede, el dolor y la quemazón encuentran un rápido analgésico.

Imagine ahora cómo puede actuar esta fruta, para algunos, y para otros hortaliza, dependiendo del uso que se le otorgue en el plato, cuando se ingiere con frecuencia, formando parte de una dieta sana y equilibrada. Ese poder regenerador como cataplasma, afuera del cuerpo, puede adivinarse que produce igualmente efectos benefactores en las células, en los órganos.

Es precisamente su alto contenido en un caroteno llamado licopeno, que le aporta ese pigmento natural característico de su color, el que proporciona al tomate su gran valor antioxidante, regenerador celular que combate graves enfermedades, como el cáncer.

"El licopeno es un carotenoide, un poderoso antioxidante", explica Héctor Mendoza, veterinario y doctor en Biología, "al que se relaciona con el cáncer, en concreto el de próstata. Y es el único carotenoide que se puede encontrar en el plasma sanguíneo en las dietas ricas en tomate". Lo que implica una actuación directa en la prevención de la aparición de tumores y de otras graves enfermedades, como las cardiovasculares.

Mendoza, jefe del Departamento de Biotecnología del Instituto Tecnológico de Canarias (ITC), encabezó hace casi una década una investigación de este organismo, financiada por el Gobierno estatal, que tenía como objetivo evaluar hasta qué punto los desechos del tomate producidos en el sector primario y su utilización posterior en las industrias de Canarias podrían ser aprovechados para comercializar concentrados de licopeno.

Este estudio demostró que era posible obtener un producto médico alimentario a partir del tomate canario. "Pero era una actividad que requería una gran inversión" y la "compleja coordinación" de los distintos agentes que intervienen en la producción agraria y alimentaria.

Y ahí quedó, aunque los investigadores del ITC continúan indagando en esa línea, explorando las cualidades del licopeno y del betacaroteno presentes en microalgas. "La disponibilidad de carotenoides es esencial para el desarrollo de la industria alimentaria", subraya Mendoza.

Después de poco más de tres siglos, el tomate no sólo ha sido redimido del rechazo y aislamiento al que fue condenado hasta el siglo XVIII, sino que ahora se lo pondera como una de las más potentes armas, de entre el arsenal de que dispone la dieta mediterránea, para luchar contra algunas enfermedades.

"Sí, lo paradójico de todo esto", explica el investigador del ITC, "es que era considerado una planta ornamental, y el tomate, una baya venenosa hasta el siglo XVIII" en Europa, después de que los españoles lo trajeran de América.

Y tras esa supuesta letalidad y toxicidad, ahora los expertos le conceden poder, precisamente por tener gran dosis de licopeno entre sus componentes, en la prevención de diversas patologías como el cáncer de pulmón y de próstata, los tumores en el tracto digestivo, la arteriosclerosis y los ataques cardiacos.

El carotenoide, una sustancia que se encuentra en las frutas y vegetales de color amarillo y naranja, y en las verduras de hojas verde oscuro, puede reducir el riesgo de padecer cáncer, según el Instituto Nacional del Cáncer (National Cancer Institute, NCI, en inglés) de Estados Unidos, fundado en 1937, uno de los más prestigiosos organismos en la investigación mundial de la enfermedad.

Por si fuera poco, al escaso aporte energético del tomate, con apenas 20 calorías por 100 gramos debido a su mayor componente de agua, seguido de hidratos de carbono, se suma que es una fuente interesante de fibra, de minerales como el potasio y el fósforo, y de vitaminas, entre las que destacan la C, E, provitamina A y vitaminas del grupo B.

En correspondencia con esos nutrientes, comer tomate ayuda en la formación de colágeno y de glóbulos rojos, y es bueno para los huesos y los dientes.

Además, la vitamina A mejora la visión, el buen estado de la piel, del cabello y controla el adecuado funcionamiento del sistema inmunológico.