La ley de Servicios y Colegios Profesionales continúa dando guerra entre los colectivos afectados. LA PROVINCIA / DLP ha reunido a profesionales de los tres principales sectores: abogacía, sanitario y técnicas con visado, para un análisis pormenorizado de los efectos de esta normativa.

El anteproyecto de ley, aprobado el 2 de agosto en Consejo de Ministros, ha levantado ampollas entre los profesionales y los colegios, eso sí, cada uno con su punto de vista. La cara B de los colegios profesionales se encuentra dividida. Entre los mismos existen opiniones encontradas, algunos a favor y satisfechos con la labor de su colegio, otros en contra de la existencia de tales organismos.

Cristina Sosa: En nuestro caso, la unión hace la fuerza. Si se elimina la colegiación obligatoria ¿Quién velará por nuestros derechos? Es volver hacia atrás, volver a una lucha encarnizada que irá en perjuicio de la propia profesión.

La ley dice que favorecerá puestos de trabajo, reducción de gastos del ciudadano y en este sentido nos están engañando. Por un lado, el Estado seguirá ganando más dinero ¿En perjuicio de quién? De los profesionales. Al eliminar la incompatibilidad, estamos abocados a que desaparezca la figura del procurador. Cualquier abogado podrá ejercer este papel, el cliente lo que querrá es ahorrarse gastos, esto supone un retroceso enorme.

Emilio Roca: En mi opinión, el colegio profesional se dedica a defender los intereses corporativos de un colectivo. Aunque la ley les ponga la máscara de que sirven para proteger los derechos de los ciudadanos lo que está claro es que no deja de ser una asociación para la protección de sus intereses. No me interesa para nada que mi nombre ni mi dinero esté para la defensa del beneficio particular y corporativo, me causa repulsión. Con mi trabajo busco que la sociedad funcione mejor, no para que los enfermeros busquen como tener más o menos trabajo o como engañar al cliente.

Juanjo Pons: Yo estoy en contra de la colegiación. No le tengo miedo a la competencia, soy de los que piensan que es la propia sociedad la que se autorregula. Si eres profesional y estás habilitado para ejercer, la sociedad debería ser la que te juzgue, no se necesita un colegio que supervise tu trabajo.

C. Sosa: A lo que me refiero al hablar de la colegiación es del derecho de asociación como mecanismo en defensa de los derechos.

J. Pons: Ese derecho de asociación, en el que estoy de acuerdo contigo, se podría resolver mediante las asociaciones de profesionales dedicados a esto. En el caso de los ingenieros tenemos el problema de encontrarnos frente a una profesión con muchas especializaciones. El colegio no representa ni defiende el ejercicio de la profesión, hablamos de problemas distintos.

C. Sosa: En el caso de los procuradores, el colegio sí defiende nuestros intereses. Recuerdo una frase que me gustó mucho: "El trabajo del procurador es como el de la ama de casa, el que no se ve", es necesario y fundamental para que el procedimiento se encamine. Al eliminar la colegiación no están siendo prácticos.

J. Pons: En el caso de las profesiones en las que todos sus miembros realizan la misma función, como los procuradores, la cosa cambia. El campo de acción de las profesiones más amplias lo debería marcar la especialidad de cada uno, no un colegio profesional. Escudarse en que esta es la única fórmula de que la población no sea engañada, no lo comparto lo más mínimo.

E. Roca: El colegio no asegura para nada la calidad, son las mismas ovejas cuidándose entre ellas. Eso lo sabemos todos desde siempre.

J. Pons: En nuestro colectivo hace años hubo un pelea de los colegios de ingeniería superior con los técnicos, que se quejaban de que se les estaba comiendo terreno. Yo no le tengo miedo a eso. El hecho de que haya ingenieros técnicos que sean capaces de hacer lo mismo que yo debo permitirlo, es bueno para la sociedad y para la competencia. Si le tuviese miedo a la competencia o si necesitase que me protejan, sería un mal profesional. El que es malo caerá, se lo comerán los fallos de su trabajo y el que es bueno prosperará.

C. Sosa: Yo en ese sentido sí que estoy de acuerdo, pero en cuanto a mi sector profesional la amenaza es mayor, el riesgo es que desaparezcamos. Al quitarnos la incompatibilidad el trabajo lo realizará indistintamente el abogado.

J. Pons: Yo no tengo ningún interés en pisar las competencias de otras profesiones. Zapatero a su zapato. Yo seguiré usando procuradores, por ejemplo. Se seguirán usando porque es bueno, es una garantía, y lo mismo debería pasar con todas las profesiones. La sociedad necesita de ciertas labores y el hecho de que exista o no un colegio no elimina esa necesidad.

E. Roca: La solución para to- dos es deformar al colegio en asociaciones.

J. Pons: Claro. ¿Quién se asocia? Quien tiene un interés común. ¿Por qué me hacen asociarme a mí con un ingeniero que ni se dedica a mi campo de acción ni tiene mi misma opinión? En los colegios cabe la posibilidad del monopolio, del interés comercial, si se permiten los vínculos empresariales, estamos poniendo al lobo a cuidar del rebaño.

E. Roca: La formación continuada está en mano de las multinacionales farmacéuticas. Cada día y a todas horas los vemos 'dale que te pego' en los centros de salud y hospitales. El colegio está en convivencia con eso, se aprovecha de ese tema. El que se quiera colegiar, pues que se colegie y que defienda esta cuestión, pero yo no y me están obligando a colegiarme.

J. Pons: El colegio muchas veces está en contra de los propios profesionales libres, no a favor. Genera una serie de costos a los profesionales completamente innecesarios, con la única necesidad de mantener al colegio.

E. Roca: Existen y pelean solo para su propia supervivencia.

J. Pons: En mi caso, tenemos el coste del visado, que era una forma de ingresar, ¿Qué recibe a cambio el colegiado? Nada. Del mismo modo, el seguro. Yo no podía ir por mi cuenta a una empresa para pedir un seguro de responsabilidad civil, no me lo hacían, porque el colegio tiene pactado con una aseguradora este tipo de funciones. Esta no es más que una forma de obligarme y coaccionarme. ¿El colegio defiende los intereses de los colegiados? No. Defiende su supervivencia. Lo hace a costa de exprimir a los colegiados.

E. Roca: Es completamente absurdo. Cuando no estaba regulado y cada enfermero teníamos hasta seis puestos de trabajo, el colegio nunca se pronunció para elevar las plazas para estudiar la profesión, 'ni de coña', no le interesa. Solo buscan la protección de sus intereses.

C. Sosa: Yo en este aspecto voy a discrepar. En mi colegio somos pocos colegiados, unos 300. No tengo ninguna queja de mi colectivo. Al ser un grupo más pequeño somos más bien una asociación con gastos e intereses comunes. Lo necesitamos y nos interesa a todos, requerimos de ese personal para ejercer nuestro trabajo. El colegio funciona casi como una asociación, y en mi caso sí que defiende mis intereses.

J. Pons: Nosotros somos casi 3.000 colegiados y con las cuotas solo se cubre el 10% o 15% de los ingresos del colegio. El resto venía de derechos de visado, que solo los pagan ciento y pico colegiados. Es fácil entender que para una amplia mayoría que con solo 200 euros al mes recuperaba 500 o 600 en el reparto, viajes, cursos o subvenciones, clases de inglés, seguro médico, no se quejen. Sin embargo yo que ingresaba 12.000 y recibía los mismos 500, insistía en que eso no era justo. La respuesta: sí que lo es y punto. Por lo tanto, ese 85% ganaba siempre.

E. Roca: Yo trabajo en la pública y desde el 2002 está la libre la colegiación, no debemos estar colegiados y nada ha dejado de funcionar. Por lo tanto no hay porqué pensar que la cosa vaya a cambiar. Se exigía la colegiación solo para la privada. En el caso de la pública es la institución la que se encarga de regular que todo funcione correctamente y la que tomaba las medidas oportunas. Ahora con la nueva ley estamos obligados a colegiarnos todos.

J. Pons: Seguro que ese recurso viene por parte de los colegios y así se aseguran una cuota y unos ingresos. ¿Qué beneficio hay en esto?

E. Roca: Por supuesto.

J. Pons: ¿Acaso funcionó mal la enfermería en Canarias por el hecho de no estar colegiados? No.

E. Roca: Al ser una organización legitimada ejerce también mucha presión. Al aspecto económico hay que añadir esta cuestión. En mi nombre y con mi dinero pueden apoyar algo para lo que estoy completamente en contra, es ilógico.

J. Pons: Se suelen afirmar cosas en nombre de los ingenieros, como si eso representase la opinión de todos los profesionales y no es así. El lobby para las profesiones se llama colegio profesional. Debería haber diferentes asociaciones para agrupar posturas no un colegio para todos. Como en todos lados en mi colegio hay gente buena y mala y los malos no deben quedar bajo la envolvente de un colegio profesional.

E. Roca: El corporativismo que los envuelve es algo denigrante. Las consecuencias de la ley son nefastas.

C. Sosa: La ley se ha hecho deprisa y corriendo, eso está claro. Habla de que se podrá ejercer la profesión en toda la comunidad económica europea, no se dan cuenta de que en nuestro caso, estamos titulados para el derecho español que solo se ejerce en España.

J. Pons: Esta ley no soluciona problemas. Entre más protegi- do está el colegio más desprote- gido me veo yo, al menos en mi profesión.

E. Roca: Debería prevalecer el interés general, no el del colegio. ¿Una fórmula para satisfacer al mayor número de personas posible? La libre colegiación podría ser una solución. De esta forma quien tenga intereses comunes puede unirse en asociaciones, sindicatos, colegios...

C. Sosa: Ustedes entonces abogan para sus colectivos la libre colegiación...

J. Pons: Por supuesto. Está fuera de lugar esta obligatoriedad.

C. Sosa: Aquellos que defendemos la colegiación nos la quitan y quienes no la quieren, se la imponen. Nosotros encima somos un colectivo pequeño que por mucho que gritemos y pataleemos no nos escuchan. Pretenden meternos a todos en el mismo saco.

J. Pons: No se puede poner un nombre común a todas las profesiones. No se nos puede regular a todas bajo una misma norma.

C. Sosa: Debería haber una ley para cada profesión, es más costoso, pero más útil. Nos están metiendo a todos en el mismo saco.