La Provincia - Diario de Las Palmas

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Gastronomía

El Teror gastronómico

Por haber hay hasta una envasadora de café, El Águila, con una fiel clientela No faltan tampoco los excelentes panes que aún se amasan a mano y se hornean con leña Pastelería, café, embutidos, miel, quesos, gofio, turrones, gaseosas o el mejor cochino en adobo convierten a la villa mariana en un reclamo de atracción culinaria en Gran Canaria

Cochino en adobo del pequeño restorán Tasaldea.

Hay efemérides que marcan el carácter de un pueblo; el que la Virgen eligiera Teror como lugar de aparición, y se convirtiera en patrona, dio lugar, junto al clima, a la localidad de mayor enjundia gastronómica. Y generó también una saga de emprendedores que ha levantado una industria agropecuaria que destaca sobre los demás pueblos de la Isla.

Secadas o abandonadas las famosas fuentes de Azuaje y La Ideal, la de Teror sigue proveyendo, cada día más, de agua mineral a las mesas públicas y privadas de la Isla. El agua o la lluvia, como aseguró Julio Camba, es la gastronomía; de hecho, existe en Teror otra fiesta popular, la del Agua, que fue suspendida en 1928 y en 1945 recuperó el prohombre Florencio Naranjo Lantigua. Incluso uno de sus vecinos creó, a partir de ellas, una envasadora de gaseosas, Nik; embotelladora que, junto a la del Baya-Baya y los Clipper, fue, por los pasados años sesenta, la respuesta con gas a las multinacionales yanquis. La dulce miel, por su parte, animó a crear una modélica empresa: Apinatura. C/de El Chorrillo, 18 (646 6801 785), que envasa además productos como jalea real pura...

En cuestión de dulces la cosa pinta más que bien; empecemos por la entrañable Dulcería Benítez, C/Nueva, 21 (928 630 137), que desde 1940 elabora pastelería de influencia granadina, que a su vez hunde sus raíces en la morería. Todavía hornea el "matahambre", aquel pastel secote, prieto y contundente donde los haya que, cuando aún no había llegado la voz piscolabis, devorábamos durante los recreos del cole. Hace además estupendas milhojas de merengue y un sin fin de bollos, rosquillas...

Aunque a Moya se le adjudique la capital del turrón isleño, de orígenes inciertos, los de Elías son de alta categoría. Se pueden adquirir en una bien surtida boutique de alimentos: Manjares Isleños, situada en la C/Real esquina con la de Herradura. Y la industrial Pasteror, que fundó don Eduardo Quintana, el mismo que abrió el hotel El Pino, hoy se encuentra en la Urbanización Las Torres; y es que, a pesar de una notable vocación, el municipio no cuenta aún con suelo industrial y los negocios han de emigrar. Ítem más: la acreditadísima fábrica de gofio La Piña, al no poder crecer en su barrio de Miraflores ha tenido que mudarse a Las Palmas. Hoy, el inmueble, situado junto al popularote restorán Miraflores, ha sido adquirido por la no menos famosa fábrica de embutidos Los Nueces, que abandonará su actual ubicación (detrás de la Basílica) para cobijarse en donde, por decenios, se molturó grano. Pero queda otra celebradísima industria de donuts, que la mercantil Eidetesa mantiene cerca del casco urbano. Sin pasión de isleño, podemos asegurar que sus roscos -de tanto fervor entre los policías norteamericanos- son los mejores de España por su textura y un delicado aroma de limón. Al parecer, encierra un secreto que aportó en sus inicios uno de los socios.

Por haber hay hasta una envasadora de café, quizá poco conocida pero atesora una fiel clientela: El Águila. C/ Viñátigos, 5. (928 630 274). Elabora un café bien oscuro y con un aroma peculiar, pero sin obedecer a los malos torrefactos con azúcar requemada. El viejo amigo José Carlos, hijo de don Florencio, nos obsequió con varios paquetes, y solemos tomarlo los domingos con un pan untado con mantequilla o con chorizo de pasta blanda.

Y es que no podían faltar excelentes panes, que aún se amasan a mano y se hornean con leña. Uno de ellos lo descubrimos en la frutería Maipez, C/Sagasta 44, Las Palmas de G.C. Miga gruesa y apretada que, recién horneada, calentita, resulta deliciosa; o mejor tomada con cachos de uno de los tantos quesos artesanos que pueden adquirirse en la "tienda de aceite y vinagre" Casa Falcón, C/Iglesia Chica, 4. O mejor, en los mercadillos de los días de fiesta. Cuando tratábamos de hacerle una foto, una voz de energúmeno vociferó delante de la clientela: "¡No hagan fotos!" Nos quedamos con la magua de no haberle aconsejado al que "ladró" que ponga en la fachada un cartel con la siguiente leyenda: "No hagan fotos. Hay un humano que asusta". Y no es mal consejo pues, con tantos miles de turistas que gustan de tomar instantáneas de lo típico y lo tópico, lo mejor es advertir.

Picoteamos en los mejores bares: el Bar Nuevo, en la C/Chica, 6 (928 630 707) cuyo cocinero, Héctor, prepara guisos del recetario de familia de doña Inés, la dueña. Bar Diego. C/Real, 13, (928 630 083) cuyo patrón, el amable Paco, es especialista en la caza de setas y nos llamará tras caer las primeras lluvias. Llevaremos un chuletón de rubia gallega y él pondrá aquellas golosinas. También está el viejo Bar Paco, junto a la parada de taxis, famosa por las vueltas y los churros de pescado. El guachinche La Fuente, antigua tiendita de víveres C/Camino de la Fuente, 1 (928 630 436), costillas y otros cortes de cochino asados. Almorzamos un par de veces; la primera fue en el restorán Pinomaa, frente a la basílica. Como los dueños son indios y proponen su cocina, pedimos las tres especialidades. Un desastre. Todo venía cubierto solo de nata reducida con algún colorante. Y la segunda vez fuimos al pequeño Tasaldea, C/ Nueva, 22 (928 613 574). Y allí, aparte de una honesta garbanzada, comimos el mejor cochino en adobo: tierno, perfectamente adobado y frito en el propio adobo, que luego se convierte en salsa maravillosa para unas buenas papas fritas (rara avis) o sancochadas. La pena: cerrarán definitivamente el próximo 15 de octubre.

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