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CRÍTICA ' Me llaman la presumida' y 'Los gavilanes'

La zarzuela está viva

Y la prueba de ello está en el Teatro Cuyás, lleno a rebosar, con un público entregado que ovacionó (y algunos hasta cantaban por bajines los trozos más conocidos) y se marchó encantado. Hay que mantener este género tan nuestro y que ya va conociéndose en el extranjero, pues he visto en varios recitales por televisión en Alemania a cantantes españoles e iberoamericanos incluir trozos de zarzuela, que fueron muy celebrados por el público.

Me llaman la presumida, más que una zarzuela es un sainete por su asunto entre gente de clase media baja y sus alusiones a la época en que se estrenó, 1935, y de ella ha quedado en el repertorio el pasodoble Una mujer madrileña, que le gustó tanto al maestro Alonso que lo utilizó varias veces. Lo demás de la música no tiene mucha calidad, aunque fueron muy bien interpretados por los tres protagonistas Sheila Rizo, la gran protagonista en la gran tradición de las tiples de zarzuela, el barítono Enrique Sánchez, que se lució con gran línea y vocalidad en su aria, y el tenor Alejandro González del Cerro quien, para mí, en su romanza, ofreció lo mejor de la velada por su línea, timbre y claridad. Los papeles secundarios estuvieron muy bien, así como la puesta en escena, con aquellos carteles aclaratorios tan simpáticos, por lo que hay que felicitar a Romina R. Medina y a Laura Navarro, así como al resto del equipo, todos de aquí, escenógrafo, Carlos Santos, e iluminador Txema Fernández. He dejado para el final al Coro de Amigos de la Zarzuela y, sobre todos, al director musical, Luis García Santana, que dirigió magníficamente a cantantes, Coro y Orquesta, sacando un partido muy grande a esta obra.

Los gavilanes casi no necesita presentación por ser un título de los más populares dentro del género de zarzuela grande; por su calidad, su variedad con trozos de canto serio y otros francamente cómicos y por su sencilla trama dramática que no por ser conocida nos desagrada. Se presentaron dos tiples ( perdónenme por usar esta terminología zarzuelera) canarias ya conocidas por actuaciones en ACO: Estefanía Perdomo, ya en plena madurez artística, que se lució en el difícil papel de Adriana, con gran línea y vis dramática, como demostró en el dúo con Nora Carrasco, y ésta última, que derrochó, aparte de bella voz y canto fácil, una gran simpatía en su papel de Rosaura.

Repitieron actuación, el tenor Alejandro González del Cerro, con una magnífica actuación, recordando su espléndida Flor roja y su actuación en el concertante que cierra el segundo acto, y el barítono Enrique Sánchez que cantó muy bien su extenso papel iniciándolo con una magnífica Mi aldea y siguiendo en la misma línea de calidad.

Se presentaron dos nuevos actores cómicos, ambos muy convincentes en sus simpáticos personajes: el asturiano Didier Otaola, en el alcalde Clariván, que también dirigió, y muy bien por cierto, la escena, e Iñigo Irigoyen, en el jefe de policía, Triquet, que con el resto del elenco, completaron un gran conjunto, muy completo.

Magnífico el Coro de la OFGC y las voces en off, muy bien dirigidos por Luis García Santana y la OFGC, magníficamente dirigida por el maestro donostiarra Juan José Ocón. El éxito de ambas representaciones, con un tanto por ciento muy elevado de artistas locales, debe hacer pensar a nuestros rectores políticos, que estas temporadas deben seguir.

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