El Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Biomedicina ha recaído en su octava edición en los neurocientíficos Edward Boyden, Karl Deisseroth y Gero Miesenböck, por desarrollar la optogenética, que permite el estudio del funcionamiento del cerebro con una precisión sin precedentes. En apenas cinco años, miles de grupos en todo el mundo han empezado a usar la optogenética para investigar funciones como el sueño, el apetito, la toma de decisiones, la percepción del tiempo o la formación de recuerdos, así como entender los mecanismos de enfermedades como la epilepsia, la enfermedad de Párkinson, la depresión e incluso algunas formas de ceguera.

Con la optogenética se puede actuar exclusivamente sobre las neuronas en las que previamente se han introducido proteínas sensibles a la luz, y por lo tanto permite ser adaptada por los investigadores según el experimento.

Como definió ayer Ed Boyden (Plano, Texas, EEUU, 1979), catedrático del Instituto Tecnológico de Massachusetts, tras conocer el fallo del jurado, "si imaginamos que el cerebro es como un ordenador, la optogenética es un teclado que nos permite enviarle instrucciones muy precisas. Es una herramienta que hace posible un control exquisito del cerebro". Por su parte, Karl Deisseroth (Boston, EEUU, 1971), catedrático de la Universidad de Stanford, que además de neurocientífico es psiquiatra, señaló ayer que "la principal aplicación de la optogenética es la comprensión de cómo funciona el cerebro".

Gero Miesenböck (Braunau, Austria, 1965), catedrático de la Universidad de Oxford (Reino Unido), recordó cómo tuvo la idea que dio lugar a la optogenética: "Yo investigaba cómo visualizar la actividad de las neuronas usando proteínas sensibles a la luz; me vino la idea: ¿no sería increíble no solo leer la actividad del cerebro sino también poder controlar su actividad?", subrayó.