La Provincia - Diario de Las Palmas

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Autocrático guachinche

En una mimada finca, que le provee de aceite, vino, hortalizas y frutas, está un genuino comedor rural

En la imagen superior, M.H.B. con Paquito Afonso; sobre estas líneas, a la izquierda, la parrillada de cochino; y a la derecha, detalle del potaje de berros. M. CAJARAVILLE

Habrán advertido ustedes que no traemos desde hace meses a Monsieur Cajaraville luego de realizar expediciones en busca de figones rurales. A Monsieur lo hicieron abuelo, y sorprendentemente el hombre ha asumido lo de "yeyo" con casi el mismo entusiasmo que el encuentro con un buen trozo de cochino con suave festón de grasa asado sobre ascuas. Además, tiene a su hija residiendo en Pamplona y con la excusa de ir a ver al nietillo se mete tremendas jornadas alimentarias por tierras navarras, y otras adyacentes, del mejor cuchillo y tenedor. Mas por fin ha vuelto nuestro hombre a coger su negro "rocín" y se muestra con ganas de salir a por gigantes: modestos comedores de garbanzadas y carne cabra mayormente.

El feliz aviso sobre un nuevo guachinche o bochinche en Valsequillo nos llegó de una amiga que, como otros, está atenta y nos da el chivatazo. Se trata del Viña Cantera, que nos recordó (por lo de viña) la génesis de esos modestísimos comedores rurales: los guachinches, que tanta fama han dado a la Isla picuda: los de "la perra vino y lo que haya en el caldero". Partimos con el Citroën DS-21, y como siempre nos perdimos durante unos minutos; la señalética tiene, también por allí, fallos. Pero al fin advertimos un cartel que nos plantaría ante una edificación de irregular arquitectura. Y nos orientará, para mejor aparcar, un setentón, Paquito: el dueño de todo lo que veíamos, nos informará al poco Lorenzo Santana, el camarero que atiende el pequeño comedor, con ocho mesas, muy ácrata, pues el mobiliario, un aparador, mesas y sillas, más parece el resumen de lo que debió de ir sobrando en redecorados hogares.

Sin haber hecho pedido alguno, Lorenzo, hombre dicharachero que parece tener un discurso que se repite, como en las ensayadas obras de teatro, nos trajo platillos con aceite de oliva virgen, con aceitunas, con un amarilloso y fragrante queso curado y con chicharrones al gofio así como dos rústicos panecillos por barba: uno rojizo y el otro verdoso. Y muy puesto, nos informó que todo aquello venía de la finca que nos rodeaba y que los colores del pan obedecían al zumo de tunos indios y al de berros. Luego nos aconsejó el potaje de berros (3 euros) y la parrillada de cochino; y le insinuamos que podría ser escaso, a lo que respondió, con una pasmosa seguridad, que ni de coña. Y, efectivamente, llegaron una talla de barro casi llena de potaje, un bowl con gofio y otro con cebollas trinchadas, como para reforzar por si se hacía poco a pesar de que la sopera contenía, sin exagerar, unas diez raciones del plato isleño que, por cierto, resultó bien bueno.

Tomamos cada uno varias raciones. Después llegó una tabla con dos delgadas costillas de cochino, dos pimientos rojos asados con sendas rodajas de morcilla de Teror fritas, dos chuletas de cochino tirando a delgadas y un plato rebosando doradas papas fritas con algo de ajo y briznas de tomillo. Tras calibrar los tamaños de las carnes, hechas por el chef José Navarro, a la parrilla con brasas de leña, comentamos a Monsieur que no nos parecía abundante, y nuestro amigo, que de gallego tiene un rato y sabe de las técnicas de aviesos restauradores, nos comentó que el truqui está en que " te hinchas de aperitivos y potaje y después el plato principal, el más caro, no tiene porqué ser generoso"; en cualquier caso, el plato para dos cuesta solo 15 euros.

Y nos quedamos tan llenos que queríamos saltarnos el postre. Y otra vez Lorenzo, haciendo de nosotros unos párvulos, nos obligó a zamparnos tres bolas de helados de frutas de la finca con lascas de guayabo y trozos de queque casero. Y todo eso, más un plato con diez croquetas, y montaña de las papas fritas (5 euros), que no estaban mal, dos cervezas, cafés y aguas 18?, por barba. Incluso nos invitaron a unas copitas de vino dulce Viña Cantera, que nos pareció muy fino; uno de los cuatro tipos que Paquito Afonso Ortega, el patrón, y sus hermanos vendimian y embotellan bajo los mimos de un enólogo. Todos los condumios son elaborados con productos de la finca, lo mismo que los vinos, 8.000 litros al año. Calabacín rebozado (3-4,50 euros , Pollo al ajillo (5 euros), Carne de cochino frita (6 euros).

El patrón debió de pensar que éramos gente principal y estuvo atento a que finalizáramos para proponernos una visita guiada por la finca. Es Paquito un exitoso ferretero (cadena La Cantera) que tiene esa finca, 50.000 m2, como hobby. Admiramos una extensión de olivos, otra de viñedos, otra de papas y hortalizas... Y lo más interesante: una especie de jardín botánico de árboles de frutos exóticos; por ejemplo, de guayabos tiene cuatro variedades, o la moringa, cuyo fruto tiene siete veces más vitaminas C que la naranja; o el achiote, fruto suramericano que en su interior tiene un tinte rojo que se utiliza, como el azafrán, para dar color a la comida... Y finalmente, un bello campo de fresones, que empaqueta en un almacén anejo y que también vende al detalle por 5 euros el kilo. Y compramos varios kilos y un bote de miel y una botella de ese interesante vino dulce. No vaya usted en festivos, hágalo en días laborales. Vale la pena. Menú con visitas guiadas, 20 euros. Calle La Cantera, 9. Valsequillo Tel: 928 570 595.

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