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El imperio del horno

Una tasca capitalina triunfa con una serie de especialidades cocinadas al horno

El imperio del horno J. A. CAJARAVILLE / M. H. B.

El mundo rural nos aguarda en el guachinche. Pero pocos son los que deparan alegrías. En verdad, el guachinche parece estar asimilado en una cadena de fast food, prácticamente todos ofrecen lo mismo: garbanzada, cochino y calamares fritos, conejo y poco más.

Nos apena que no haya vocación de mejorar, distinguirse. Curiosamente no los hay que trabajen los productos cercanos: kilómetro cero, y de temporada, y no cocinen con otras recetas. Mira que la cocina casera, popular y burguesa, tiene repertorio. Pero no hay manera. No conocemos el chiringuito que en lugar de la sempiterna garbanzada ofrezca, por ejemplo, un sencillo rebogao de judías de la tierra con carne de cochino salada, o de arvejas -que en pocos días estarán con sus vainas en el mercado- servido con un huevo escalfado. O unos huevos de corral a la flamenca, en lugar del coñazo de los huevos rotos... O en vez de cabra, buen gallo y pollo de engorde en pepitoria o asados y acompañados de hortalizas de la huerta cercana... Y en un mundo onírico, el regreso a aquellas tarrinas de conejo, cerdo, pato, hígado... o patés caseros... Elaboraciones virgilianas, fáciles y deliciosas. Comer en el campo peninsular y sobre todo en el francés es una novela pastoril.

Y sin salir de la capital tenemos los animados baretos con comidas, la casa de comidas: la tasca que depara sorpresas. Tal es el bar Imperial II, que cada año -y van veintiséis- cobra adeptos gracias a los platos que cocina en un febril horno a gas. Y no ha de extrañar que conozca el éxito; esos condumios, recogidos todos en una sola minuta, no se verán en restorán convencional alguno: Codillo (12 euros), Costillar o panceta (10 euros), Lomo de ternera lechal a las hierbas (12 euros), Pavo con ciruelas (11 euros), paletilla de cordero (11 euros)... son el fuerte de los platos principales, que se sirven en diez minimesas encajadas en una franja entre la concurridísima barra y la pared de enfrente.

La cultura del horno se ha reducido a la paletilla del lechal. Se echan en falta esos venerables lomos de cerdo dorados con papas hervidas y luego salteadas en mantequilla, lombarda al vino tinto, coles de Bruselas, un puré de patatas de nota... O un lomo alto de buey o de ternera que, en gruesas lonchas, se nos sirve con algo del delicioso jugo (el "gravy" de los británicos) y la grasa crocante del exterior (el fat), zanahorias de jardín, papitas también horneadas... No se le saca partido al horno, la mayoría de los platos vienen de la plancha o la freidora.

José María Barros Méndez, madrileño de Lavapiés, es el ideólogo del Imperial II. Antes de abrir, en un barrio de escasa enjundia hostelera, trabajó con el célebre Nicolás en el Yantar, en el Dondín o regentó el bar Yecla a la vera del Mercado Central. Y se distingue con esa suerte de horneados (no decimos asados porque estos se hacen en parrilla sobre ascuas), que viene a ser la causa de la fidelidad de una entusiasmada parroquia que evidencia el atractivo que tienen esas especialidades, con las que José María, poniendo en práctica los más elementales dictados del marketing, triunfa cada día. Y no crean que el éxito radica en unos precios de risa. No. Además, el servicio es más que informal y no conoce de manteles y servilletas de hilo. Otro de los puntos fuertes es la selecta bodega -con armario mantenedor- con escogidos caldos nacionales, y hasta californianos.

En la cocina la mano experta de Conchi Ramírez, que a eso de las dos de la tarde tiene listos los jugosos horneados, que guarnece con unas papas tipo panaderas fritas y mojadas por una fina lluvia de un majado de ajos y perejil. Quizá las carnes estarían perfectas si reposaran una media hora. Las costillas las sirve sin hueso: la panceta, corte que si se hace lentamente y sin adición de vino o agua genera una atractiva costra dorada. Un bocado tan barato como suculento.

En el Imperial II no hay minuta escrita, se come lo que Conchi cocina y cantan José María y su ayudante, Carolina González; aparte de los horneados suele ofrecer un aceptable chuletón de vacuno (14 euros), que en otras temporadas fue otro de sus reclamos; secreto ibérico (13 euros)... o primeros platos como media Ensaladilla (con cebolla) (4 euros), Huevos rotos con chistorra (8,5 euros), correctísimos boquerones en vinagre (7,5 euros) o ensaladas varias. Y como no podría ser de otra forma, el grueso de la repostería pasa por las tartas (3 euros) y un Polvito uruguayo (3 euros). Cierra sábados y domingos (funciona bien lo de los horneados). Teléfono: 928 383 324. Calle Eusebio Navarro, 27.

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