Fontanales amaneció ayer bajo un cielo oscuro y un ligero chispi chispi que empapaba las tierras cultivadas de este pequeño pago del norte de Gran Canaria. Con ese clima enrarecido después de una semana de verano, sus habitantes se despertaban con la desgarradora noticia de la muerte del pequeño Alejandro, miembro de una conocida familia de este pueblo de Moya que la noche del pasado sábado falleció en su casa de El Agazal, en Gáldar, al caerle encima una grúa en el garaje de su casa. "Estamos destrozados", apuntaba Carmen, trabajadora de unos de los negocios de hostelería de esta localidad. Dolor, el de Carmen, que se hizo extensible a toda la zona de medianías del norte de la Isla.

"Alejandro [el padre del niño fallecido] se ha criado toda la vida aquí, entre Jardín de Corbo y Fontanales, y todos lo conocemos", indicaba un trabajador de otro restaurante, que ayer decidieron cerrar antes de tiempo para poder acudir al entierro del menor. "Recuerdo cuando éramos pequeño estar con él y con su hermana en la rondalla de Jardín de Corbo. Está muy involucrado en el pueblo", explicaba Carmen.

No sólo el padre, que trabaja como mecánico para la empresa Caterpillar y que en el garaje de su casa de La Agazal posee varias máquinas para realizar arreglos menores a sus vehículos, era conocido en el pago de las medianías del norte. Su abuelo, a quien todo Fontanales llama Manolo el de las papas, lleva toda la vida residiendo en Jardín de Corbo y desde hace años ha estado relacionado con la agricultura y por ello es conocido por todos los habitantes.

Fontanales no era el único pueblo roto por el dolor de la muerte de Alejandro. De Lomo del Palo, en el municipio de Santa María de Guía, es parte de la familia paterna del menor, de la que se acordó ayer el cura de la iglesia de Caideros, quien al final de la homilía de los domingos dio a conocer a los fieles la muerte del menor y les invitó a acompañar a la familia en estos duros momentos. El luto también llegó hasta el municipio de La Aldea de San Nicolás, de donde es natural Mari Carmen, la madre del pequeño.

En El Agazal alguno de sus habitantes se mostraban apesadumbrado. Hacía sólo dos años que esta joven pareja se habían ido a vivir a la calle Orobal junto a sus dos hijos, Alejandro de cuatro años y Adrián de dos. A pesar del poco tiempo que llevaba residiendo en esta localidad de Gáldar, pronto se ganaron el cariño de sus vecinos. "Estamos todos muy afectados", señalaba uno de sus amigos, quién agregaba que Alejandro y Mari Carmen "son buena gente". "Aquí, sobre todos los jóvenes, les tenemos mucho aprecio porque nos ayudan cada vez que le pedimos algo", decía.

Todos ellos, llegados desde Fontanales, Caideros, Saucillo, El Agazal, La Aldea de San Nicolás y otras localidades del norte de Gran Canaria, acudieron durante la tarde de ayer hasta el tanatorio de San Isidro para apoyar a la familia en estos duros momentos. Centenares de personas acompañaron al féretro desde el tanatorio hasta el cementerio de San Isidro, donde a las ocho de la tarde fue enterrado.

Sobre el pequeño fallecido, el vecino de El Agazal, que prefiere no dar su identidad, comentaba que a "Alejandro le gustaba el fútbol y le encantaba el Barcelona. Solía jugar con la pelota en el garaje junto a su hermano Adrián". Fue así, en un simple juego de niños, lo que motivó el fatal accidente que la noche del pasado sábado sesgó la vida del pequeño Alejandro.