Nosotras nos casamos en la misma ceremonia, hace ahora casi 50 años. Nos casamos muy jóvenes y nuestros hijos en secreto. Ya nos tenían elegida casi la iglesia, el sacerdote, el Ave María, las fotos de toda una vida...Todo comenzó a coger forma para sorprendernos el 22 de julio.

Cuando la mañana siguiente a mi cumpleaños me dieron la noticia, una puñalada de hielo se me clavó en el alma, más aún viendo a su marido Javier Rebollo Sainz en su despedida y ¿ahora qué?.

Y el otro desconsuelo fue ver a sus hijos, y el de nuestra hermana Tere. Que por dolor no quiero, ni me atrevo a recordar porque la vida sigue su curso y nos cobra su precio. No se me ocurre mejor manera, pero sirven estas letras para brindarle mi pequeño homenaje a mi hermana María Pérez Ruiz, para alumbrar su memoria y que jamás la olvidemos.

Sé que nadie, absolutamente nadie que llegó a conocerla la olvidará. Es imposible que nadie olvide a ella, en su cruzada constante y particular, casi obsesiva, de sacarle a quien escuchaba una sonrisa. Y siempre lo conseguía, siempre.

¿Te acuerdas María, donde lo hicimos a la vez, nos enamoramos casi a la vez, nos casamos a la vez, los destinos de nuestros maridos a la vez, nuestros hijos nacieron con ocho días de diferencia, mi hijo Alfonso y tu hijo Javierchu, todo a la vez.

Me acuerdo, cómo no, de papá aquella noche con qué emoción y orgullo nos miraba. Las dos entramos cogidas en cada uno de los huecos de los brazos de nuestro padre. Estando bien, en diez minutos te marchaste.

Javier, su fiel esposo, se estará mirando las palmas de sus manos preguntándose cómo fue posible, aún cálidas las caricias con las que se despidió a su amada arropándola por el camino en el viaje de despedida. Pero Javier es valiente, mi querido cuñado Javier Rebollo, un valiente e ilustre militar.

Te imagino en este instante, junto a mamá y papá, seguro que con los brazos abiertos salieron a tu encuentro.

Ayer y muchas veces, María pensaba en Cristóbal, aquel tío que a veces me despertaba cantando aquellas bonitas canciones, y seguro que al verte después de su pisco dejara en el olvido su voz intermitente, despertando a su guitarra para dedicarle a su sobrina un bolero hermoso y merecido, ese que habla de tardes y brillos de luceros azules como su mirada limpia y pródiga, en el espacio que dejaste recientemente.

Habrá, cómo no, rincones como tu nombre, con tu aliento, con la esperanza,el desconsuelo y sinrazón de tu pérdida me hará flaquear en mis desvelos, pero sólo me quedo con nuestros bellos recuerdos.

Descansa en paz, hermana mía.