La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

lecturas novedades

Una vida a pequeña escala

Blackie Books publica en un volumen los dos primeros títulos de la serie 'Los incursores', que dio reconocimiento mundial a la escritora Mary Norton

Una vida a pequeña escala

Hace mucho tiempo, en 1952, la escritora inglesa Mary Norton (1903-1992) escribió un libro sobre una familia diminuta, los Clock, que vive bajo el suelo de madera de un viejo caserón siempre intentando no ser descubiertos por las personas grandes, a las que llaman "serumanos". Entonces aún no se había publicado la novela El increíble hombre menguante (1956), de Richard Mathenson, que Jack Arnold llevaría un año después al cine, por lo que The Borrowers (Los incursores, en la versión española publicada por Blackie Books) tiene el raro privilegio de ser la primera novela en hacernos mirar debajo de la cama, detrás de los zócalos y repisas, o lo que es lo mismo, hacernos ver la vida desde otros lados. Su escritura es tan clara como una película de animación de Hayao Miyazaki, que, dicho sea de paso, convirtió el libro de Norton en un guión cinematográfico llevado a la pantalla en 2010 por Hiromasa Yonebayashi con el título de Arrietty y el mundo de los diminutos.

A los niños pequeños les encantan que les lean Los incursores en voz alta, a menos que uno sea un genio como el escritor y matemático Daniel Tammet, que siempre tenía la nariz metida en un libro. En La poesía de los números (publicado también por Blackie Books), Tammet cuenta cómo la lectura de Los incursores le produjo un flechazo inmediato que le hizo unirse al club de los lectores empedernidos de la biblioteca de su barrio: "En él se narraba la historia de una familia diminuta que vivía bajo el suelo de madera de una casa. [...] Mis hermanos y yo intentábamos imaginarnos cómo sería una vida a tan pequeña escala. En mi imaginación veía aquel mundo en constante contradicción. Cuanto más pequeño me hacía, mayor era todo lo que me rodeaba. Lo que hasta entonces había sido familiar me resultaba extraño, y lo desconocido me parecía familiar. El más pequeño de los peces se convertía en ballena. Las motas de polvo echaban a volar como los pájaros".

Arrietty Clock, la protagonista de Los incursores, tiene catorce años y ciertas dificultades para desenvolverse bien porque sólo mide dieciocho centímetros. Arrietty vive con su padre, Pod, y su madre, Homily, en un agujero en el suelo, debajo de un reloj (de ahí su apellido, Clock), que hace de puerta de entrada de su hogar: "No es que su hogar se encontrara cerca del reloj: más bien al contrario. Había muchos metros de oscuro y polvoriento pasaje que recorrer, con tabiques de madera entre las vigas y puertas de metal contra los ratones. [...] Pod era el único que conocía el camino a través del laberinto de pasajes que conducía hasta el agujero debajo del reloj. Y únicamente Pod sabía abrir las puertas. Su mujer y su hija llevaban una existencia más tranquila en los acogedores aposentos ubicados debajo de la cocina, apartadas de los riesgos y los peligros de la casa".

Es evidente que los incursores están inspirados en los diminutos personajes creados por J. R. R. Tolkien en El hobbit: "En un agujero en el suelo vivía un hobbit. No un agujero sucio, húmedo, repugnante, con restos de gusanos y olor a fango, ni tampoco un agujero seco, desnudo y arenoso, sin nada en qué sentarse o qué comer: era un agujero hobbit, y eso significa comodidad". Pero a diferencia de los personajes de Tolkien, los incursores viven a costa de los humanos, esto es, de las cosas que éstos extravían o simplemente no utilizan, como la hoja aplanada de un rallador de queso, la tapa de una cajita de hierro, el tejido de un matamoscas de alambre, el alfiler de un sombrero, etcétera. Sin embargo, lo que para Arrietty, Pod y Homily es "incursionar" (tomar prestado, a ser posible durante la noche), para los humanos es robar.

El mundo de la familia Clock se desmorona cuando Arrietty es descubierta por un niño de nueve años enfermo que pasa una temporada en la casa de su tía. A Pod no le queda más remedio que cumplir con su trabajo de padre: decir unas palabritas a su mujer y, sobre todo, a su hija. Quizás algo más que unas palabritas: "Esto es algo que jamás había sucedido antes; jamás, en toda la larga historia de los incursores. Algunos incursores han sido descubiertos, sí; algunos incursores han sido atrapados, tal vez. Pero ningún serumano ha sabido nunca dónde vivía un incursor. [...] Son malos y buenos; son sinceros y falsos: todo depende del momento. Los animales, si hablasen, te dirían lo mismo. Hay que mantenerse apartado de ellos, eso es lo que siempre me han enseñado. No importa lo que te prometan. Jamás nadie ha obtenido nada bueno de ningún serumano".

No obstante, los temores de Pod resultan infundados, pues el niño no tarda en regalar a los Clock el contenido de una vieja casa de muñecas para hacer más confortable su hogar: "Todas las noches, la tabla del suelo se levantaba y aparecían tesoros: una alfombra verdadera para la sala, un diminuto cubo para el carbón, un pequeño sillón con cojines adamascados, una cama doble con cabezal redondeado, otra con un colchón a rayas, cuadros con marco en vez de sello, un hornillo que no funcionaba, pero que quedaba divino en la cocina; llegaron mesas ovaladas y mesas rectangulares, y un pequeño escritorio con cajón; llegaron dos armarios de madera de arce para la ropa (uno con espejo), y un secreter con patas torneadas". A partir de ese momento comienza una edad de oro para los Clock, que acaba cuando la cocinera confunde a los incursores con "ratones vestidos" y pide auxilio a gritos.

Más aventuras

Los incursores tuvo una continuación en 1955, Los incursores en el campo (incluida en el mismo volumen publicado por Blackie Books), y todavía alcanzaría para tres obras más: Los incursores navegan (1959), Los incursores en el aire (1961) y Los incursores vengados (1982). Tanto gustó el personaje de Arrietty que los lectores escribían a la autora con la petición de más aventuras. Así pues, Los incursores, la serie que dio a Norton el reconocimiento mundial (aunque en la actualidad es más conocida por su primera novela, La bruja novata, debido a la adaptación cinematográfica dirigida por Robert Stevenson e interpretada por Angela Lansbury) y, sobre todo, permitió vivir sin estrecheces a toda la familia Clock, paradójicamente, llegó a convertirse también en una suerte de lastre personal y artístico. Los incondicionales de este clásico de la literatura infantil y juvenil pueden estar tranquilos; seguro que el futuro nos deparará nuevas entregas de Los incursores. En lo que a privilegios se refiere, pocas cosas más tonificantes que leer sobre seres pequeños como preparación para algo mayor: la Literatura con mayúsculas.

Compartir el artículo

stats