La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

LECTURAS NOVEDADES

Michel Tournier, espejo del saber

Ganador del Premio Goncourt y eterno candidato al Nobel de Literatura, el autor de 'El rey de los alisios' murió la semana pasada a los 91 años

Michel Tournier, espejo del saber

El escritor francés Michel Tournier, uno de los más apreciados de las letras galas y eterno candidato al Premio Nobel de Literatura (un galardón donde siempre brillan más las ausencias que las presencias), murió la semana pasada a los 91 años en su casa de Choisel, una localidad al suroeste de París donde el autor de Los meteoros vivía alejado del mundanal ruido. Hasta allí había que ir a buscarle para hacerle una entrevista o recibir su opinión respecto a los nuevos modos de escritura. Durante diez años Tournier dirigió la sección de literatura extranjera y de traducción en la editorial Plon antes de decidirse a publicar su primera novela Viernes o los limbos del Pacífico, una recreación del mito de Robinson Crusoe con la que ganó en 1967 el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa y, cuatro años después, el premio Goncourt por El rey de los Alisios, llevada a la pantalla por el director alemán Volker Schlöndorff con el título de El ogro.

Aunque gran parte de la obra de Tournier está publicada en España, sus libros hace tiempo que han desaparecido de las librerías, a excepción de una edición especial publicada en 2012 por Alfaguara con motivo de su 50 aniversario en la que el autor reunía en un solo volumen sus tres novelas más celebradas, Viernes o los limbos del Pacífico, El rey de los Alisios y Los meteoros, como una especie de restos del naufragio de lo que otrora representó en nuestro país la gran cultura gala y en particular la obra de Tournier. En su prólogo a esta edición, el autor concluía: "Admitiendo que mis libros caigan en el olvido, un día u otro habrá un estudiante con gafas o una estudiante con lentillas lo bastante excéntricos y fisgones como para desenterrar de debajo del polvo de las bibliotecas a ese novelista francés de la segunda mitad del siglo XX que se esforzaba por encarnar los mitos eternos en personajes e historias de su tiempo".

En Viernes o los limbos del Pacífico, Tournier no sólo recrea el mito de Robinson Crusoe, sino que el personaje de Daniel Defoe, inspirado en el marinero escocés Alexander Selkirk, vuelve a una especie de punto cero en su isla desierta, donde se siente como un "Narciso de un género nuevo, abismado en la tristeza, hastiado de sí", hasta que comprende que "nuestro rostro es esa parte de nuestra carne que se modela y remodela, se calienta y anima sin cesar por la presencia de nuestros semejantes". De ahí que la presencia de Viernes sea tan importante como para figurar en el título de la novela. Viernes ya no es un esclavo dócil, sino un compañero, un amigo, un maestro que enseña a Robinson otras perspectivas de la vida salvaje. Hasta tal punto, que llegado el desenlace de la aventura, Robinson se niega a abandonar la isla y regresar de nuevo a la civilización.

Lo más digno de mención en Viernes o los limbos del Pacífico es que inició o dio lugar a un nuevo tipo de novela que "mezcla el símbolo y la reflexión filosófica, dejando libre curso a brillantes paradojas sobre Dios, la religión y la moral (como Defoe), pero también sobre la percepción, la identidad y las tentaciones del olvido. [...] Por lo que respecta a los temas, la mayoría de los que Tournier va a desarrollar posteriormente se encuentran ya aquí, sea de forma manifiesta o latente: la sexualidad, la soledad, la gemelidad, el niño redentor", como señaló el filólogo Carles Besa. En 1971 Tournier escribió una versión juvenil de la novela con el título Viernes o la vida salvaje, publicada por Noguer en 1981 (la última reedición es de 2009), en la que se ve claramente cómo Viernes asume el liderazgo.

Fíjense en este fragmento de Viernes o la vida salvaje, en el que a partir de un desafortunado accidente Viernes dirige la vida en la isla: "Toda la obra que había realizado en la isla, sus cultivos, sus ganaderías, sus construcciones, todas las provisiones que había acumulado en la cueva, todo se había perdido por culpa de Viernes. Y, sin embargo, no sentía resentimiento alguno contra él. La verdad es que hacía mucho tiempo que estaba harto de esa aburrida y complicada organización. Ahora, los dos eran libres. Robinson se preguntaba con curiosidad qué sucedería, convencido de que, en adelante, Viernes dirigiría el juego".

Si en Viernes o los limbos del Pacífico Tournier retomó el mito de Robinson Crusoe, en El rey de los Alisios retomó el mito del monstruo, del ogro que devora a los niños, asociado a los nazis durante su reinado de terror. El protagonista Abel Tiffauges se presenta a sí mismo como un monstruo: "Para empezar, ¿qué es un monstruo? Ya la etimología nos reserva una sorpresa un tanto pavorosa: monstruo viene de mostrar. Un monstruo es lo que se muestra: con el dedo, en las ferias, etcétera. Y, por tanto, cuanto más monstruoso es un ser más hay que mostrarlo. Esto me pone los pelos de punta, puesto que yo sólo puedo vivir en la oscuridad y estoy convencido de que la multitud de mis semejantes sólo me deja vivir gracias a un malentendido, porque me ignora".

Bajo la forma de un diario, Abel comienza relatando su infancia en un internado y los insultos y afrentas recibidas por comportarse de una forma poco convencional en su relación con los otros niños (en especial con el gordinflón Néstor, cuyas defecaciones, momentos que comparte con Abel, van acorde con el tamaño de su cuerpo) que encuentran su conducta equívoca en cuanto a su orientación sexual. Precisamente esta falta de definición sexual puede estar en el fondo de la insatisfacción que más tarde experimenta la mujer de su vida, Rachel, y a causa de la cual termina por dejarle: "Tú no eres un amante, eres un ogro". Sin embargo, Abel muestra sus garras de ogro en la Alemania nazi, donde se convierte en secuestrador y asesino de niños, después de dejar su trabajo de mecánico en una estación de servicio de París.

El rey de los Alisios se considera normalmente la mejor obra de Tournier. Sin embargo, si tan sólo hay que elegir una de sus novelas, merece la pena que diga algo a favor de Los meteoros, cuya aparición en 1975 provocó la misma indignación que El rey de los Alisios, con acusaciones de obscenidad, escatología y perversión. El argumento de la novela gira en torno a dos hermanos gemelos, Jean y Paul, tan profundamente unidos que cada uno de ellos se diluye en la unidad superior de la pareja, Jean-Paul. Son muchos los elementos de esta historia que resultan especialmente atractivos, entre ellos el personaje de Alexandre, tío de Jean y Paul, que a su vez busca su gemelo en sus amantes homosexuales al tiempo que carga contra la "chusma heterosexual que imagina necesarias penetraciones, una mecánica de orificios a imitación de sus fecundaciones. ¡Pobres gusanos! Entre nosotros todo es posible, nada es necesario. Al contrario de vuestros amores prisioneros del molde reproductivo, los nuestros son el campo de todas las innovaciones".

Como sucede con buena parte de la obra de Tournier, hay que leer Los meteoros despacio. Cada línea cuenta. Como cuentan sus libros de ensayos El espejo de las ideas y Celebraciones, publicados por Acantilado en 2000 y 2002, donde explica las cuatro palabras claves para entender nuestro mundo: "Curiosidad, apetito de descubrir, de ver, de saber". Lo cierto es que no se puede conocer a Tournier a través de un único libro. Háganse un favor, léanlo. Seguro que Tournier les dedicará un sonrisa, como dijo que haría cada vez que alguien abriera alguno de sus libros o echara una flor sobre su tumba.

Compartir el artículo

stats