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Exposiciones

Manolo Millares, el ilustrador

La Fundación Mapfre Guanarteme inaugura una muestra coordinada por Laura Teresa García que descubre una de las vertientes menos conocidas del pintor

La historiadora Laura Teresa García Morales, comisaria de la exposición. QUIQUE CURBELO

El bagaje infinito de Manolo Millares, uno de los más interesantes pintores españoles del siglo XX, aloja una vertiente soterrada con los primeros esbozos artísticos del gran fundador de El Paso. Se trata de Manolo Millares, el ilustrador. Una faceta en penumbra a la que arroja luz la nueva exposición que exhibe la Fundación Mapfre Guanarteme, en la capital grancanaria, comisariada por la historiadora Laura Teresa García Morales.

Bajo el epígrafe Manolo Millares ilustrador. Divertimentos de intimidad, la muestra reúne una selección de 150 obras originales impresas que ilustró el célebre pintor, y que engloba viñetas periodísticas, dibujos y retratos de su esfera íntima trazados a lápiz o acuarela, revistas, correspondencia y poemarios ilustrados, y otros tantos ejemplares de obra plástica, como pinturas o grabados.

"Aparentemente, todo se ha dicho sobre el pintor grancanario, pero la historia nos muestra toda una faceta artística entera que discurrió en paralelo a la del Manolo Millares de las Arpilleras", avanzó ayer Laura Teresa García, quien emprendió un exhaustivo trabajo de investigación para la muestra desde el pasado 2012.

Se decantó por el concepto de "divertimentos" para subtitular la exposición, bajo sugerencia de Elvireta Escobio, viuda del artista, por la ligereza y vocación lúdica de sus ilustraciones, herencia temprana de su padre, Juan Millares. Sin embargo, este conjunto de divertimentos se impregnaría a su vez de un trasfondo crítico y de sutiles pinceladas sarcásticas, que retrataban con agudeza la árida atmósfera de posguerra. A este respecto, podría decirse que la nueva perspectiva que abre la muestra sobre el pintor contiene los primeros trazos del discurso que marcaría el camino de Millares a lo largo de su trayectoria. "Esta visión es clave para comprender sus procesos intelectuales y el sentido de su obra", indica la comisaria.

El recorrido de la exposición se escinde en cinco secciones de naturaleza diversa, pero en cuyos grafismos se manifiestan los antecedentes familiares de Manolo Millares en materia de creación, la evolución de su lenguaje artístico -siempre con tendencia a la abstracción-, la búsqueda de la identidad, el doble aislamiento del artista isleño de posguerra, su anticlericalismo y compromiso ideológico, su eterna vinculación literaria y, como una bruma que lo envuelve todo, una sed inagotable de libertad y de expresión artística.

El apartado Una familia inicia el recorrido con las revistas domésticas que se tiraban desde el hogar de los Millares, inspiradas en las historietas y la picaresca del dibujo de Juan Millares, que sirvieron de escuela artística para sus hijos. "El género estuvo muy presente en los antecedentes familiares de los Millares, estrechamente ligados al mundo editorial", indica Laura Teresa García. "Cada uno de los hijos de Juan Millares va a desarrollarse artísticamente en una faceta, como Eduardo Millares Sall, que desarrolla la figura de Cho Juaá en viñetas, o los poetas Agustín y José María Millares, que son hombres de las letras, pero desarrollan una faceta gráfica que viene de ese mismo sustrato y raíz común".

Esta tradición familiar inspira al polifacético Manolo Millares, que ilustra decenas de publicaciones, como el artículo humorístico ¡Trica paray la escota! de José María Millares Sall, en el suplemento El conduto de El Diario de Las Palmas, la única revista de humor que se permitió durante el franquismo. "En todas esas ilustraciones vemos perfectamente de dónde bebe Manolo Millares para ir desarrollando todas esas ilustraciones, y cómo van mutando sus lenguajes a medida que se van desarrollando".

Especialmente interesante resulta el recorrido por la antología Planas de poesía, que aglutina la producción literaria de la nueva generación de escritores de posguerra. En esta colección, Manolo Millares ilustra 11 de los 18 pliegos manuscritos de corte artesanal, con ilustraciones de factura variada y estilo naif. Aquí se exhiben como pequeñas obras de arte de aire picassiano y cargadas de simbologías, con una clara inspiración literaria al ilustrar, entre otras, las obras de Leandro Perdomo o Manuel Padorno (1954). "En ellas se comprende la evolución de su lenguaje desde la figuración hacia la abstracción, lo que le permite una libertad que no permiten los mensajes encorsetados de la figuración", explica la comisaria. "Él lo defendió concienzudamente y lo llevó al último término".

El apartado Sustrato de identidad pone de manifiesto "el reclamo de Millares de su pasado aborigen prehispánico, una identidad de la que siente ha sido despojado y con la que se identifica durante la posguerra". Las pictografías del pintor, como reflejan los Escenarios y Cantares de la Tierra Canaria (1947), editada por Cuadernos populares, denotan una fuerte influencia del indigenismo canario, así como una serie de motivos rurales en acuarelas que encierran una honda impronta de su coetáneo Felo Monzón. "Aquel fue un primer acercamiento a aquella cultura indígena junto a la que reflexionaba sobre sí mismo, y a partir de cuyos motivos se abre paso a la abstracción y a la creación de sinergias con otros creadores", indica Laura Teresa.

Millares también reflejó con sensibilidad las contradicciones de la sociedad en que vivió en las divertidas historietas populares de Mastro Vito, el de Las Lagunetas, en el suplemento infantil del Diario de Las Palmas (1953-54). Las aventuras de Mastro Vito brindaban un amargo retrato sociológico de la realidad grancanaria, que el pintor publicó con cierta frecuencia con el objetivo de reunir dinero para casarse con Elvireta.

Con todo, las penurias, la represión y el aislamiento que oprime a la sociedad capitalina durante la posguerra española de ultraperiferia "marcan todo el discurso del trauma del artista durante toda su vida", indica Laura Teresa. Pero el pintor nunca ocultó su posicionamiento político y sus ilustraciones permiten entrever la simpatía de Manolo Millares hacia el partido comunista y el mundo obrero, así como un declarado anticlericalismo. La sección Anticlerical enarbola este rasgo común de la familia Millares, firme defensora del libre pensamiento, que Millares plasmó en múltiples pinturas. Además, también ilustró diversas revistas de corte obrero con una hoz y un martillo, que en ocasiones sustituyó por un sacho canario y un martillo, con intención sortear la censura franquista.

Por último, el recorrido concluye en el apartado Ilustrador, con ilustraciones asociadas al informalismo, "donde encontramos ese lenguaje en el que culmina el artista y que va a ser tan significativo para la historia del arte de España en la segunda mitad del siglo XX, y que aquí plasma en libros, revistas y poemas", indica Laura Teresa.

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