The Cult fue uno de esos grupos fenomenales que sucumbieron a las garras del mainstream con la publicación de Sonic temple en 1987. Tras tres primeros discos magistrales, la carrera de la formación británica, desde entonces y hasta ahora, se ha movido por los márgenes del rock más convencional compartiendo correrías incluso con Guns 'n' Roses y Aerosmiths. Pero para sorpresa de sus fans más primigenios, la banda de Ian Astbury y Billy Duffy reaparece ahora con este Hidden city que supone una vuelta a sus cánones originales, toda una apuesta por un rock versátil y elaborado.
Ya desde el primer tema, Dark energy, el oyente se encuentra con un equilibrio entre las dos etapas de su trayectoria que puede ser dividida por el disco Love, la de la escena oscura y gótica al amparo de Sisters of Mercy o The Mission y la del rock duro de Led Zeppelin y Black Sabbath. Así, y en el primer grupo, entrarían temas tan envolventes y atmósféricos como Birds of paradise, la hermosa balada In blood, ese fenormenal del decálogo post-punk que es Hinterland. o incluso la intensa y melodramática Deepely ordered chaos
El segundo estaría comprendido, sin embargo, con la stoner No love lost, la glamurosa Dance in the night, que muestra escarceos con el pop de los ochenta en plan Billy Idol, o el hardrock de Goat y Avalanche of light. Todo acaba con un Sound and fury que supone un inesperado escarceo por el terreno de los nuevos crooners.
El batería John Tempesta, el bajista Grant Fitzpatrick y el teclista Damon Fox siguen a Astbury y Duffy en un disco que supone, según los propios músicos, una metáfora de sus vidas espirituales e íntimas, el final de una trilogía junto a Born into this y Choice of weapon y su mejor disco en 30 años.
