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Canarismos

¡Y un guardia cojo!

¡Y un guardia cojo!

La expresión se suele oír como una suerte de sonsonete chistoso cuando se pide la cuenta en un bar o en un restaurante y se prevé que la broma puede no resultar graciosa. "Me trae la cuenta", se le pide al camarero, y a menudo el mismo requirente remata guasón? ¡Y un guardia cojo!

Casi a modo de parodia nos sugiere la imagen de quien sale corriendo para no pagar la cuenta y le echan detrás a un guindilla con cojera que a trompicones intenta abrirse paso para alcanzar al espabilado.

La ocurrencia se ha extendido de manera generalizada hasta llegar a implantarse su uso por lexicalización. Se nos presenta como una antítesis o acaso una antinomia de aquel dicho que reza: 'Se coge más pronto a un mentiroso que a un cojo' (que ya hemos comentado en otra ocasión). Pero aquí el rol del lisiado se intercambia y de perseguido pasa a ser perseguidor, invistiéndolo además de estatus de autoridad, lo que no deja de ser paradójico.

La sátira contenida en la expresión se ensaña con la potestad del 'guindilla' al reducirlo de manera patética en tullido. Quebrantando con ello la regla de verosimilitud que suelen observar los dichos (ya que no se trata de un dicho, sino de una expresión jocosa). La ironía se centra en la imagen de la autoridad personificada -quizás- en un municipal al que figurativamente, o desfiguradamente, se le presenta como impedido. Lo que convierten el presupuesto en algo tan improbable como esperpéntico, pues sabido es que resulta del todo incompatible el adolecer de tal incapacidad de movilidad con vestir un uniforme como distintivo de autoridad que -en el imaginario colectivo- representa la ley y el orden. Lo que parece proclamar subliminalmente una sátira sagaz que ridiculiza el propio ejercicio de autoridad y a la autoridad misma.

De los sustratos simbólicos de la cojera se hacen eco la literatura y la mitología. Muchos personajes literarios, siniestros y bellacos, arrastran una cojera simbólica. En ocasiones se ha relacionado con un defecto espiritual incurable; otras, con un espíritu atormentado con ansias de vindicación como resulta -por ejemplo- la actitud puñetera del capitán Ahab en la célebre novela Moby Dick .

Otra curiosidad que no tiene desperdicio la encontramos en la Ilíada en la que Homero nos presenta a un Hefesto cojo -aquel de entre los dioses que se encargaba de la metalurgia- y que se hacía acompañar de dos siervas. La cojera de Hefesto se mantiene en la representación de su homólogo romano, Vulcano. Y si los griegos refiguraban a sus dioses cojos, ciegos o mancos, imagínense ustedes si el isleño, socarrón y tan amigo del cachondeo como es, no iba a figurar cojo a un 'guindilla' cuando nos traen la cuenta. Algo tan absurdo e improbable como inútil. Hasta el punto de que al pobre guardia no le quedaría más remedio que gritar aquello de? ¡No corran que es peor!

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