La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Isleños al servicio de la corona

Cinco siglos de canarios en la Corte

El jurista y político Alfonso Soriano y Benítez de Lugo reúne en un monumental estudio la vida y obra de 136 figuras de las Islas que ocuparon cargos relacionados con la corona española hasta 1931

Alfonso Soriano Benítez de Lugo saluda a Felipe VI, cuando era Príncipe de Asturias

Cuando Alfonso Soriano y Benítez de Lugo decidió averiguar, hace ya veinte años, a quiénes había nombrado Alfonso XIII gentilhombres de cámara en Canarias a raíz de la notoria visita real que tuvo lugar en 1906, no imaginaba que lo que comenzaba con doce personajes se convertiría en una investigación sin precedentes sobre la influencia de los canarios en relación con la Corona Española a lo largo de la historia. El entonces diputado, que acudía al archivo del Palacio Real con sabia curiosidad, fue hilvanando cargos, sucesos y nombres, que figuran ahora en dos tomos cuyo peso es símbolo de la relevancia de los hechos que en ellos se narran.

Entre unas 1.200 páginas, el que fuera presidente de la Junta de Canarias, ente preautonómico, destapa más de un centenar de vidas y trayectorias, la mayoría ya olvidadas, en un inventario que, en palabras del autor, "a nadie en España se le había ocurrido llevar a cabo hasta la fecha, en ninguna comunidad autónoma, y que forma parte de los que somos".

La lista, que incluye cargos y profesiones de muy diferente índole y está compuesta por 136 figuras, se remonta a 1474. Se abre así el inventario con Hernando del Hoyo, el conquistador de Tenerife adscrito a la corte de los Reyes Católicos que salvó la vida al monarca aquel día invernal de 1492 en la plaza del Rey en Barcelona, y se cierra con Weneslao Benítez Inglott, almirante grancanario que el 14 de abril de 1931 era el director de la Academia Naval de San Fernando, donde estudiaba Juan de Borbón -entonces infante de España, padre del Rey Juan Carlos, abuelo de Felipe VI-.

"Del Hoyo iba al lado del caballo de Fernando, y gracias a que él derribó a Juan de Cayamés, que resultó ser un enajenado, salvó al rey de un atentado. El que hasta entonces había sido mozo de espuelas, adscrito a la corte de los Reyes Católicos, fue ascenido a ayudante de cámara. Así, tras su heroica actuación se creó el Real Cuerpo de Alabarderos, y desde entonces la casa real tiene guardia personal", explica Soriano.

En su opinión, "la importancia de un hombre como Benítez Inglott reside en que, al haber tenido un trato directo con Don Juan Carlos, Alfonso XIII lo nombró gentilhombre de cámara. Prestó juramento tres o cuatro días antes de proclamarse la Segunda República, con lo cual es muy probable que haya sidoel último gentilhombre de cámara de la historia de España".

A través de Corte y sociedad, canarios al servicio de la Corona se puede observar, sorprendentemente, cómo durante cada reinado diversos personajes de las Islas, y otros relacionados con estas, interactuaron y se desenvolvieron con soltura en el ambiente cortesano. En este sentido, es necesario exclarecer que fue de la mano del emperador Carlos V, hermano de Fernando VII, que se estableció en el siglo XVIII la Corte, cuyo ocaso se produjo al finalizar el reinado de Alfonso XIII con la proclamación de la Segunda República. En este periodo de tiempo, la Corte española experimentó un cambio drástico, pasó de ser la primera Corte europea a ser, en la actualidad, una de las más austeras, dotada de un aparato mucho menor.

Su momento de mayor envergadura se debe a la actuación del emperador, hijo de Carlos IV, que había agregado a la tradicional Casa de Castilla la organización y etiqueta de la Casa de Borgoña, lugar del que era duque. Por aquel entonces el Estado de Borgoña era de los más importantes de Europa, con una Corte refinadísima y cientos de personas al servicio del rey, cuya categoría y trascendencia se medía en función de su Corte.

Mientras sus territorios se extendían de Filipinas a Méjico, constituyendo la Monarquía Hispánica la más potente de toda Europa, importó el protocolo de Borgoña, que al haberse unido a las Casas de Austria, Aragón y Castilla dieron lugar a un imperio y supremacía marítima que sólo se vio mermada por el fracaso de la Armada Invencible en un intento de destronar a Isabel I de Inglaterra en el contexto de la Guerra anglo-española.

Durante los Austrias, sin embargo, la Corte era además el gobierno de España, los gobernantes entraban y salían continuamente y, en palabras de Soriano, "había dos cargos importantes: el mayordomo mayor de palacio y el sumiller de corps, que tenía a su cuidado la persona del rey y las habitaciones. En aquella época esas personas dormían en una cama al lado de la del monarca en cuestión, en la misma habitación cuando este no dormía con la reina. Eso le permitía un trato muy directo con el rey".

Surgieron, de entre estos personajes, grandes gobernantes de la época de los Austrias, como el duque de Lerma, valido de Felipe III, que empezó siendo gentilhombre de cámara, o el conde duque de Olivares, que luego fue el valido de Felipe IV.

"Se puede decir que hasta el siglo XIX la Corte fue un elemento importantísimo. Carlos III ya empezó a nombrar ministros técnicos fuera de la Corte, pero seguía teniendo una importancia vital. El actual Rey y su padre han prescindido totalmente de ella. Alfonso XIII, por su parte, la mantuvo, pero ya casi todos los cargos eran honoríficos. Después de la Transición la Corte se ha reducido a un jefe de la Casa Real, no hay Corte", afirma el autor.

La Pepa

Cuando a principios del siglo XIX llegaban a Canarias noticias sobre la crisis del Antiguo Régimen, el ambiente político estaba colmado de desconcierto. Ante la incoherencia de determinadas informaciones y la confusión generalizada sobre la legitimidad de José I Bonaparte, el coronel Carlos O'Donnell, se reunió con diferentes militares y destacados miembros civiles de la sociedad tinerfeña, entre los cuales se encontraba Alonso de Nava y Grimón, marqués de Villanueva del Prado, y don Juan Próspero de Torres Chirino. Fueron ellos quienes, acumulando opiniones desfavorables sobre el comandante general de las Islas, el marqués de Casa Cagigal, decidieron crear una Junta Suprema por el Cabildo General, que ya había sido convocado.

Se creó, pues, la Junta Suprema de Canarias que, aunque no evitó que las disputas que desde el siglo XV se producían entre las islas de Tenerife y Gran Canaria se siguieran sucediendo, supuso la participación e implicación de los canarios en la redacción de la Constitución de 1812.

Los diputados Antonio José Ruiz de Padrón (por Fuerteventura, Lanzarote, La Gomera y El Hierro), Santiago Key y Muñoz (por Tenerife), Fernando Llarena y Franchy (por La Palma) y Pedro José Gordillo y Ramos (por Gran Canaria), ejercieron un papel determinante, principalmente en la supresión de la Inquisición y la abolición de los señoríos.

Entonces existían los señores jurisdiccionales de horca y cuchillo, que administraban determinados territorios, como la Villa de Adeje, de la familia Ponte, el Valle de Santiago, en las Cañadas del Teide, y la Villa de Agüimes en Gran Canaria. "Las Cortes de Cádiz abolieron los señoríos y luego se absolvieron con el régimen liberal de fernando VII. Lo importante es que los dueños de los señoríos fueron indemnizados por la Corona, se hizo una nacionalización, una expropiación, con la debida indemnización", afirma Soriano, que resalta que desplazarse desde el Archipiélago no era fácil en aquella época, algo a tener en cuenta para valorar el trabajo de estos personajes.

Otra de las grandes contribuciones llevadas a cabo -también polémica- involucra a Cristóbal Bencmo Rodríguez, que siendo confesor de Fernando VII jugó un papel indispensable en el establecimiento de la que es hoy la Universidad de La Laguna, entonces Universidad de San Fernando en honor al monarca.

La parte polémica viene de la mano de la propia influencia que este personaje ejerció, aprovechándose de la confianza que el rey le confería, para anteponerse a Gordillo que, durante el sexenio absolutista, presentaba, en vano, solicitudes para que la institución se estableciera en Gran Canaria. Frustrado, a esta batalla perdida se sumó el fracaso a la hora de intentar convertir Las Palmas en la sede de la Diputación Provincial.

En este proceso, el hábil apoyo del IV marqués de Villanueva del Prado, Alonso de Nava y Grimón, presidente de la Junta en 1808, fue fundamental. Representante de la Junta de Canarias en la Junta Central de Andalucía -representación que solamente Gran Canaria no reconoció- muy pocos tinerfeños se acuerdan hoy de él. Su nombre resuena junto al del capitán Leopoldo O'Donnell, único de la Isla que ha sido presidente del Gobierno.

"Tal y como en Las Palmas tenemos a Negrín, que fue presidente durante la Segunda República y está muy reconocido, en Tenerife tenemos a Leopoldo. Y la gente ni siquiera lo sabe. A finales del siglo XIX fue declarado hijo predilecto de la Isla, pero en la actualidad la ignorancia e incultura de las corporaciones municipales hacen que permanezca totalmente en la sombra", manifiesta el político lagunero, que recuerda, "cuando estuve de concejal en el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife conseguí hacer un homenaje con motivo del 150 aniversario de la declaración de la ciudad, hecho que le debemos a O'Donnell".

Importancia de las Islas

Desde un punto de vista imperialista, el Archipiélago no fue apetecible para los diferentes reinados que se sucedieron en España únicamente por su posición geográfica. Durante la época de los Austrias, en concreto en el siglo XVII, Tenerife adquirió una gran importancia gracias al vino malvasía, que entraba en Europa a través de las casas reales. La Laguna y La Orotava sumaban entre ambas más población que la capital grancanaria, y el vino supuso el despegue definitivo de la que se convertiría en la edad de oro de la zona norte de la Isla, donde los propietarios de las fincas de malvasía se enriquecieron.

"Durante el reinado de Carlos II todos los títulos nobiliarios que se otorgaban a canarios eran para personas encargadas del vino malvasía. Así, Tenerife se adelantó a Gran Canaria, que tuvo que esperar a la aparición del conde de la Vega Grande y a Carlos III, gran bebedor de vino, para mostrar su esplendor", expone Soriano.

Desde la conquista realenga a finales del siglo XV, Canarias supuso para la casa real un enclave de máxima relevacia, aunque había pugnas a nivel interno entre los capitanes generales, auténticos vireyes, que representaban a la corona, y los regidores, que representaban al poder civil. Esto se debía, en palabras del autor, a que "los capitanes querían imponer la voluntad de la monarquía, que se anteponía al poder civil, que se rebelaba para poner a los capitanes en su sitio. Así fue como cambiaron muchas cosas".

Fiel reflejo de la importacia que la monaquía daba a la zona es, pues, la cantidad de canarios que estuvieron relacionados con la corte española durante cinco siglos. Entre ellos cabe destacar figuras como Teobaldo Power y Lugo-Viña, organista de la capilla real, Clotilde Cerdá y Bosch, arpista de la casa real, Luis de la Cruz, pintor de cámara de Fernando VII, Manuel Ponce de León, nombrado pintor de cámara de la reina Isabel II, Díaz de Aguilar, abogado que desempeñó un papel fundamental, y el director del Real Gabinete de Máquinas Agustín Bethencourt y Molina, que murió en San Petersburgo al servicio del zar Alejandro I de Rusia.

Vicente Llorente Matos, médico de la casa real que, nombrado por Alfonso XIII, fue especialista en enfermedades infecciosas como la peste, la rabia y la difteria, constituye uno de los personajes más importantes del siglo XIX. Natural de Las Palmas de Gran Canaria, fue propuesto para el Premio Nobel y fundó en 1894 el Instituto Llorente, edificio destinado al estudio y la investigación. A él se suma el tinerfeño Juan de Iriarte, poeta ilustrado nacido en 1702, estuvo al frente de la Biblioteca Real, de la que fue oficial escribiente tres años antes de convertirse en bibliotecario de asiento. La gran organización del magno archivo fue labor suya.

El caso de los adelantados de Canarias, por otra parte, resulta de lo más curioso. Esto se debe a la ausencia de retratos de estos dignatarios a lo largo de la historia, especialmente durante el siglo XVII. Por ese motivo, Corte y sociedad, Canarios al servicio de la Corona recoge el VI adelantado, de primer apellido Leiva y de segundo Fernández de Lugo, cuya madre se casó con el IV Príncipe de Ásculi, importante en la corte de Felipe II por ser el costiller del nuevo rey, Felipe III, desde1606 y hasta su muerte.

En el recuerdo

El conejero José Clavijo y Fajardo, director de los teatros de los Reales Sitios y del Gabinete de la Historia Natural en el reinado de Carlos IV, es quizá uno de los individuos más notables de todos aquellos que, si bien no ocuparon cargos importantes en la corte, desempeñaron cargos de designación de los reyes. A él se une, en la memoria de los canarios, Fernando de León y Castillo, I marqués del Muni que, aparte de abogado y diplomático, es considerado el primer político del Archipiélago. Único canario perteneciente a la prestigiosa orden del Toisón de Oro, ministro de Ultramar en 1881 y de Gobernación en 1883, se une a las 135 personas que forjaron, siglo tras siglo, la historia de Canarias.

Compartir el artículo

stats