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El chavismo cae en picado

Canarias mira hacia Venezuela

Una gran mayoría de venezolanos han dado la espalda al chavismo en las urnas. Desde Canarias se sigue con gran interés todo lo que acontece en un país tan cercano al corazón de muchos isleños

Canarias mira hacia Venezuela

"Cada mañana, al salir de mi casa para ir a la Universidad, siempre pensaba: regresaré hoy con vida", así de esta forma tan dura, tan dramática, Adriana Sánchez, una joven venezolana que lleva algún tiempo en Lanzarote recuerda los últimos meses que vivió y sufrió en Caracas.

Lo dice con dolor, con la angustia haber tenido que dejar a su familia, a sus amigos, sus estudios de Derecho, su vida, y con lo puesto verse obligada a emprender una huida hacia adelante sola, "es que nadie sabe lo que supone tener que marcharte y empezar de cero, sin nadie", y además pensando siempre que los suyos, sus hermanas pequeñas, sus padres siguen allí, en medio de aquel caos, de aquella incertidumbre.

Adriana Sánchez es fuerte, aunque tal vez ella no lo crea, pero cuando habla de su país le entra esa tristeza que lo llena todo. "Cuando hablo con mi madre, resulta muy duro que ella te diga: es mejor que te quedes ahí, por ti y por nosotros. Me encantaría poder traerme a mis hermanas pequeñas pero resulta complicado y muy costoso".

La vida en Venezuela se ha convertido en una sinrazón, en un delirio. Salir a la calle es casi como atravesar un campo de minas, una zona de guerra, en la que siempre se corre el riesgo de caer abatido porque alguien pretende llevarse el bolso, el teléfono, los tres bolívares que llevaban en la cartera.

Malandros

Antonio, un venezolano que sigue en ese país, y que no quiere dar más datos sobre su identidad, asegura que vive cada día con miedo: "Aquí no puedes hablar tranquilamente en medio de la calle con tu móvil o llevar ropa de marca, eso es una provocación que se paga caro. La gente va de la casa al trabajo, y si sale de esta rutina, sólo puede ir a casa de amigos. Si ellos ven que vienes de Europa, ten mucho cuidado, los malandros ven que eres un montón de euros andantes".

Venezolanos de dentro y de fuera del país dibujan una realidad sobrecogedora, terrorífica. Los últimos datos facilitados por la ONG Observatorio de la Violencia estiman que el país caribeño es el segundo más violento del mundo, con una tasa estimada de 82 asesinatos por cada 100.000 habitantes. La organización calcula que durante el 2014 se han producido 24.980 homicidios en Venezuela, 68 muertes diarias, en un país de 30 millones de habitantes.

La situación económica también resulta nefasta, con la falta de productos básicos como harina, aceite, papel higiénico, pañales o compresas. Y los precios por las nubes. En uno de los últimos anuncios publicitarios que aparecían en los medios controlados por el Gobierno de Maduro se daban consejos a las mujeres para aprender a fabricar compresas de tela que fueran reutilizables, lo mismo que los pañales.

Adriana Sánchez recuerda que eso era especialmente horrible, "te imaginas, es que no hay nada. Antes los venezolanos cuando salían fuera traían recuerditos, compraban regalos, ahora todo el mundo se trae alimentos, se llenan las maletas de pañales, compresas, medicinas y condones, que tampoco hay".

Los últimos resultados electorales han llenado de esperanza a muchos exiliados, y también a todos los venezolanos que han decidido dar la espalda al chavismo. El mismo Nicolás Maduro ha reconocido que han perdido dos millones y medio de votos. En muchos feudos en los que se contaba antes de las elecciones con fieles seguidores han ganado los partidos de la oposición.

El portavoz de la Mesa de Unidad Democrática, Luis Eduardo Manresa, que se encuentra en Madrid, de momento no puede regresar a Caracas porque lo meterían en la cárcel, entiende que "pocos imaginaban estos resultados, lo bueno es que el Ejército ya se ha manifestado a favor de lo que dictaminaron las urnas, y entonces Nicolás Maduro va a tener que aceptar el cambio que reclama el pueblo venezolano".

La primera Ley que tienen previsto aprobar cuando se constituya la Asamblea Nacional será la amnistía para los presos políticos, "una ley que Maduro tendrá que aceptar aunque no quiera".

La octava isla

Con permiso de La Graciosa, Venezuela fue durante muchos años esa octava isla en la que buscaron refugio muchos canarios. Cuando en el Archipiélago se vivía una situación económica agónica y desesperada, los barcos legales y clandestinos que hacían la ruta hasta los puertos de La Guaira o Maiquetía iban cargados de familias procedentes de las Islas. Generalmente primero se embarcaba el marido, y después una vez que conseguía trabajo avisaba por carta a su mujer para que recogiera los bártulos y se reuniera con él en aquel país tan alejado y tan próspero.

Los años 50 y 60 del siglo pasado están llenos de historias protagonizadas por emigrantes de las islas, que casi como ocurre ahora con los que llegan a las costas en patera, tratan de buscar un mejor futuro para los suyos.

Luciano Ramos, el patriarca de la famosa ferretería tinerfeña 'Los venezolanos' fue uno de aquellos emigrantes. En 1954 cruzó el Atlántico en aquellos barcos abarrotados de canarios. Cuatro años más tarde se fue su mujer, con la que tuvo que casarse por poderes. Su hijo Carmelo, que nació en Caracas, recuerda aquellos años entre la nostalgia y ese fondo de pena que queda cuando algo que se quiere se "viene abajo de esta forma".

Sus padres no se quedaron mucho tiempo, eso sí trabajaron duramente y cuando lograron reunir algo de dinero decidieron regresar a Tenerife. Carmelo, que sólo vivió en Venezuela hasta los seis años, aún se acuerda de ir a clase y también de algunas revueltas. "Entonces gobernaba Marcos Pérez Jiménez y tengo en la memoria aquellas manifestaciones, con las tiendas cerradas".

Nunca regresó a su país de origen, "ahora ya no creo que vuelva, la situación parece muy peligrosa y la verdad me da mucha pena un país tan rico como ése que esté así".

Madre chavista

Ana Pérez González es la propietaria de una conocida arepera en Las Palmas de Gran Canaria. Cuando regresó a la Isla, hace ya más de 30 años, no lo hizo muy convencida. Al principio, no quería dejar Venezuela, donde nació, ni a su familia, pero su marido, un profesional de la lucha canaria, sí quería regresar a casa.

El padre de Ana fue uno de esos emigrantes atrevidos que decidió probar fortuna en América. Enrique Pérez, natural de La Palma, se embarcó en 1944 en uno de aquellos veleros clandestinos que tenía como destino el puerto de Maiquetía. El barco llamado El Elvira tuvo que deambular por varios puertos, ya que las autoridades le negaban el atraque en el muelle. Ana dice que cuando cuenta esta peripecia y no dice el lugar donde sucedió y el año, "la gente se cree que se trata de una patera, de esas que están llegando ahora a cualquier país de Europa". Los ocupantes de aquella embarcación en la que se encontraba su padre llegaron a pasar hambre, hasta que finalmente los dejaron entrar en Maiquetía.

En la población venezolana de Valencia, Enrique Pérez trabajó a destajó, como hacían entonces los miles de canarios que se marchaban a Latinoamérica. En 1950 se marchó su madre. Si Enrique no paraba de faenar en el campo, su mujer se encargó de alimentar a los 55 hombres que trabajaban en la explotación agrícola.

"Al principio aquello fue tan duro que mi madre perdió varios hijos, por el esfuerzo diario que tenía que hacer", asegura.

Poco a poco la situación va mejorando, además la realidad de Venezuela en los años setenta y ochenta del siglo XX sobre todo desde el punto de vista de la economía era otro. De hecho, circulaba una frase que definía muy bien al venezolano que salía fuera de vacaciones, todos los artículos les resultaban tan baratos que decía: "Déme dos".

Ana Pérez se acuerda de venir de visita a Canarias y comprobar que por un bolívar te daban 33 pesetas, "fue una etapa de mucha riqueza y prosperidad para una gran mayoría".

Con el tiempo, aquella Venezuela rica fue pasando a la historia. El petróleo, su fuente principal de financiación, caía en los mercados y toda la economía del país caribeño se vio envuelta en esta crisis global.

El 6 de diciembre de 1998 se celebraron en Venezuela elecciones presidenciales. El líder de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez, recibió el 56,20 % de los votos, superando ampliamente a sus contrincantes. El chavismo comenzaba a imponer su política por todo el país, y Chávez se convertía en el gran encantador de masas. Una inmensa mayoría de venezolanos apoyaba y adoraba al nuevo presidente.

Ana recuerda que su madre fue una gran chavista, "estaba todo el día con la radio puesta, y nos decía: mira qué bien habla. Por edad, Chávez podía ser mi hermano, y a ella le gustaba comentarlo: eso me ponía mala, y a todos, porque mi padre tampoco lo podía ver".

Gran parte de la familia de Ana Pérez sigue viviendo en Venezuela. Hasta hace unos años solía enviar a sus hijos para que pasaran las vacaciones con su hermano, "pero ya no lo hacemos; mi hermano, que mira que los quiere porque él no tiene niños, me dijo que era mejor que no los volviera a mandar, aquello está muy peligroso".

La familia de esta venezolana, residente en Gran Canaria, aún sigue pagando el préstamo que tuvieron que pedir para pagar a los hombres que secuestraron a su hermano. "Nos pidieron un montón de dinero, yo tuve que vender la casa que tenía allá, y lo peor es que mi hermano, aún sigue teniendo en la cabeza aquellos días que pasó secuestrado. Sobre todo se acuerda de un niño, de unos 10 años, que también tenían retenido y que no dejaba de llorar y de llamar a su madre".

Los resultados de las elecciones la llenan de alegría contenida. Para Ana Pérez esto es apenas un paso que se ha dado en este largo camino: "Antes no teníamos ni camino, todavía nos falta llegar a la puerta".

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