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Urbino y 'La flagelación' de Piero de la Francesca

Tras las huellas de un artista que gusta a los matemáticos, a través de su obra en el palacio más bello del XV en Italia

Urbino y 'La flagelación' de Piero de la Francesca

Estamos en Bolonia desde hace unos días. Hemos venido a visitar las ciudades (Parma, Ferrara, Rávena, Módena,?) de la región Emilia-Romagna. Nuestra jornada habitual consiste en tomar el tren hacia las nueve de la mañana y visitar la ciudad que toque ese día, hasta las cinco o seis de la tarde, en que cogemos el tren de regreso. Somos cinco amigos/as y ya hemos hecho lo mismo en otras zonas de Italia el mejor país que conozco para viajar en ferrocarril. Pero hoy va a ser diferente: iremos a la región de Las Marcas.

Queremos ver un cuadro de Piero de la Francesca que tiene un indudable interés para quienes gustan de las matemáticas o del arte: La flagelación (circa 1460). Está en el palacio ducal de Urbino, que ahora es la galería nacional de arte de esa región italiana, un museo reconocido por sus pinturas del prerrenacimiento y del renacimiento. Vamos a aprovechar el viaje para pasar por San Marino que nos coge de paso.

Salimos a las ocho, en un coche con conductor. El chófer y propietario del vehículo se llama Roberto, se ofreció a llevarnos a donde quisiéramos cuando nos recogió en el aeropuerto para ir al hotel. Su tarjeta, donde consta el teléfono y el e-mail, dice "Persona italiana seria ed affidabile? auto confortevole e spaziosa... ideale per gruppi". Como a Urbino es difícil llegar en tren desde Bolonia, lo hemos llamado, y después de ajustar el precio acordamos el trayecto para todo el día. Lo acompaña su novia, una chica jovencita colombiana que debe saber español, pero a la que no oiremos en todo la jornada.

Bolonia está en lo que era la Galia Cisalpina, terreno, como indica su nombre, habitado por galos, y ajeno a Roma hasta el siglo III. Las Marcas es sin embargo una zona romana desde casi siempre. De allí eran los sabinos y ya sabemos que romanos y sabinas hacían buenas migas. Separando ambos territorios están el río Arno y, esto para mi es un aliciente de la excursión, el río Rubicón. Quiero al atravesarlo decir como César "alea jacta est", para indicar que ningún peligro me arredra.

Voy atento a las indicaciones y veo un mínimo cartel que señala el paso por un pequeño viaducto que salva lo que apenas es un torrente. Para pasar a la historia no hace falta mucho caudal. Hemos atravesado el Rubicón con más rapidez y sin tanta parafernalia que Julio César, pero siento que deberíamos haber parado y haber hecho algún ceremonial. No se puede despreciar la historia de esta manera.

Nuestra primera parada es la República de San Marino. Un pequeño país que inexplicablemente resistió a los francos de Pepino el Breve, a los Papas, a Napoleón, a la unificación italiana y sigue siendo independiente. La ciudad está vacía. Somos los únicos turistas en ella que paseamos por las empedradas calles repletas de tiendas, la mayoría cerradas, de gafas de sol, bebidas, tabacos y cosas por el estilo. Nos tomamos un café y seguimos.

La carretera se hace complicada. Los Apeninos o sus derivaciones convierten el acceso a Urbino en una labor complicada. Una hora después aparcamos frente a una de las puertas de la muralla que aún conserva Urbino. Traspasada ésta, una calle con pendiente hacia abajo nos lleva al centro de la ciudad. Urbino fue fundada en época de Roma. Perteneció al Papado, aunque era regida por los duques de Montefeltro que hicieron de ella una villa muy valorada por sus coetáneos. Ahora apenas tiene quince o veinte mil habitantes en su centros histórico, muy bien conservado, siendo la capital de la provincia de Pesaro, en la región de Las Marcas.

Lo primero que toca es comer. En la primera plaza a la que llegamos hay un pequeño restaurante servido por dos señoras a las que pido canalones Rossini, músico nacido en Pesaro e inventor de este celebre plato. Pero como "en casa del herrero, cuchara de palo". No los tienen y he de conformarme con un conejo confitado. Ese plato me amargará la vuelta a Bolonia, pero aún no lo sé, y lo encuentro sabroso.

Nos adentramos después por Urbino. Pasamos delante de su catedral con una fachada neoclásica que no encaja del todo en este pueblo del renacimiento. Vemos un pequeño obelisco que dicen que es egipcio, y llegamos al palacio ducal, un edificio inmenso del siglo XV considerado en su época "el más bello de Italia". Así lo dice, por ejemplo, Baltasar Castiglione en su libro El cortesano.

Urbino es la patria chica de algunos artista de renombre. Su hijo predilecto es Rafael de Sanzio que nació y se inició en la pintura en esta ciudad. Su padre Giovanni Santi es pintor de segundo orden pero reconocido y en su taller aprendió el hijo lo que después lo haría universalmente famoso. También es de aquí Bramante, el arquitecto que comenzó San Pedro de Roma y que levantó el Templete de San Pietro in Montorio, el pequeño pero valoradísimo templo pagado por los Reyes Católicos en acción de gracias por haber tomado Granada.

Una ciudad así y con palacio tan grande y bonito se merecía que colocaran en ella la galería nacional de Las Marcas. Es nuestra visita central de la excursión y en ella vamos a ver cuadros famosísimos como el que ya indiqué, y sobre el que volveré enseguida, y otros de Paolo Uccello, "El milagro de la hostia profanada", Rafael, Tiziano, Botticelli, Berruguete (el pintor español pasó varios años en Urbino) o incluso anónimos, pero muy apreciados como "La ciudad ideal".

El cuadro de Rafael, La Muta, colocado a la salida de la exposición de pintura me pareció magnífico y recuerda algo a otro suyo más famoso, La Fornarina, éste ultimo con una chica en la misma postura que la Muda pero bastante más descocada. Y la pinacoteca podría ser aún mejor si no hubiera sido saqueada por los Papas (esto fue parte de los Estados Pontificios y el cardenal Barberini se llevó lo que más le gustaba al Vaticano) y por los Médicis, que heredaron el ducado y trasladaron a Florencia (ahora en la galería de los Uffizi) gran cantidad de pinturas.

Nosotros, recuerdo, hemos venido a ver el cuadro de Piero de la Francesca La Flagelación (de este mismo autor hay otros cuadros como el muy bonito llamado La Madonna de Senigallia). Él nació hacia 1415 en Borgo de Santo Sepolcro, localidad cercana, pero en la región de la Toscana (estamos cerca del límite entre ambas regiones). Es un autor que siempre ha gustado a los profesores de matemáticas, ciencia en la que él destacó tanto como en el arte de la pintura. Publicó tres libros. El primero es un tratado sobre los sólidos pitagóricos y cuestiones de ese cariz. El segundo nos ilustra sobre la axionometría y el tercero, es un tratado de cálculo. Seguidor de Piero fue Luca Pacioli quien escribió De Divina proporcione donde fundamenta matemáticamente la sección áurea (Vasari dice que copiaba de Piero).

Después de pasar por varias salas, con las pinturas que adelanté, todas muy bien decoradas, con chimeneas inmensas y preciosos artesonados propias de un palacio ducal, llegamos a una estancia espaciosa, con poca luz, donde, con una buena iluminación de resalte que contrasta con la penumbra de la habitación, nos encontramos con La Flagelación.

Es una tabla pequeña (sesenta por ochenta centímetros aproximadamente), pintado hacia 1460 que se considera introductorio de una nueva perspectiva, tras las obras de Masaccio o Mantegna, que ya habían incorporado volumen y color. Si entramos en la écfrasis del cuadro vemos que representa un pórtico clasicista dividido en dos áreas bien diferenciadas. A la derecha vemos a Cristo (algunos dicen que es san Jerónimo pero no está admitido como cierto) atado a una columna, que está siendo azotado por dos hombres y dos más mirando; uno de ellos, supuestamente Herodes, sentado en un trono, enmarcados en una edificación en la que destacan el embaldosado y la arquitectura que sirven de referente para la perspectiva que tan bien manejaba de la Francesca.

En el otro área, a la izquierda ocupando la mitad geométrica de la pintura, aparecen tres hombres vestidos a la usanza de la época en los que se ha querido identificar, o bien a Oddantonio de Montefeltro que había sido asesinado unos años antes o, en una interpretación más esotérica, el cuadro sería una forma de recordar la caída de Constantinopla y Cristo representaría el sufrimiento de los cristianos ante ese hecho. Yo me quedo con lo que veo, aunque indudablemente sabemos que los pintores siempre han retratado en sus cuadros a los poderosos como los "buenos" y a los enemigos de estos como "los malos".

Del cuadro comenta Vasari que tiene "una perspectiva moderna, un mejor diseño y mayor gracia que ningún otro".

De Piero de la Francesca es también la pintura mural de la basílica de San Francisco de Arrezo dedicada a "La Leyenda de la Santa Cruz", pero esa es otra excursión que quizá pueda contar otro día. La región de Las Marcas tiene más cosas curiosas de ver que debemos pasar por alto por falta de tiempo. En Rímini o Ancona ya estuve alguna vez pero ambas son dignas de ser revisitadas. No será esta vez.

En Loreto está la basílica de la Casa Santa que contiene la vivienda que ocupaba la Virgen María y que fue traída por los cielos, a manos de ángeles, hasta Dalmacia y desde allí a Loreto en el siglo XII o XIII. Por eso de ir por los cielos ha sido elegida la Virgen de Loreto como patrona de la aviación. Me gusta ver reliquias pero tampoco podemos ir en esta ocasión.

Tenemos que volver a Bolonia. Ya es de noche y se nos termina el contrato con Roberto. La chica colombiana está cansada. Ella no ha querido venir al museo y ha paseado con el chófer por Urbino. Por mi parte estoy arrepentido de haber comido conejo que me ha sentado mal.

A pesar de estos inconvenientes hemos cumplido nuestro propósito y hemos disfrutado unos minutos del cuadro de Piero de la Francesca. Aunque nos haya costado seis horas de viaje entre ir y venir, lo damos por bien empleado.

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