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Música

"La heroína gobernó mi vida de los 28 a los 38, ahora ya no"

Nacho Vegas busca las palabras dentro de sí despacio, con algún silencio

"La heroína gobernó mi vida de los 28 a los 38, ahora ya no"

Nacho Vegas busca las palabras dentro de sí despacio, con algún silencio. Parece que para contestar algo que sea verdad y merezca la pena. Es educado, quiere ser natural, tiene sentido del humor y su manera esquiva de mirar sigue teniendo que ver con la timidez, a la que vence con desgarradoras confesiones, como la de El ángel Simón, la canción que dedicó a su padre. Tocó en Eliminator Jr. y en Manta Ray. Y con el siglo XXI se hizo cantautor. Desde 2004 vive de la música y su carrera ha tenido picos importantes. Está acabando gira con su grupo, "una tribu, con la costumbre algo insalubre de salir de noche". Le gusta eso, porque conoce gente y busca en ellos nuevas miradas y perspectivas, pero salvo accidente ya no cierra los bares. Lucha por autodisciplinarse para su trabajo de autoeditor, prepara repertorio nuevo y va a sacar un libro de poemas y relatos. Se baña en la playa mientras haya sol aunque el agua esté que joda.

¿A qué se dedicaban sus padres?

Mi padre, Simón González, era perito industrial en Ensidesa. Fue del PC, pasó al PSP, que se integró en el PSOE, y fue director regional de Trabajo en Asturias, a las órdenes de Paz Fernández Felgueroso. Le tocaron el naval, el conflicto con las trabajadoras de Ike, salió escaldado a los cuatro años y no quiso saber más. Tiene que ser jodido venir del antifranquismo y reprimir a trabajadores, pero eso fueron los ochenta.

¿Su madre?

Cristina Vegas era maestra y lo dejó cuando nací yo. Éramos tres en casa; cuatro, porque mi padre era un guaje también. Era la que estaba con nosotros, reñía y daba besos. Puso una bisutería que no fue bien. Volvió a casa, trabajó en el comedor de un colegio. Se acaba de jubilar y está feliz. Siempre fue del PSOE. Al principio admiré a mi padre, figura de autoridad, después me di cuenta de que la admirable era mi madre, que sigue sufriendo y pendiente de nosotros.

¿Cómo era su padre?

Como yo era el único de los hermanos al que le gustaba el fútbol, me llevaba al Molinón y nos levantamos a las cuatro de la mañana para ver el partido España-EE UU en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles. Se convirtió en un progre de libro: le gustó el poder, fue clintoniano y felipista. Mi hermano Xabel, muy radical, le llamaba "fascista" cuando discutían. Murió a los 48 años, cuando yo tenía 19.

¿Cómo era su casa?.

Retratos de Allende y del Che Guevara y explicación de por qué íbamos a un colegio público, que les agradezco. Tenía 6 años, pero recuerdo la agitación del 23-F.

¿Qué ambiente había?

Mis padres se casaron jóvenes, se separaron varias veces y acabaron divorciándose. Cuando mi madre trabajaba, nos cuidaba una señora, Lola, casi una abuela, que la había cuidado a ella de niña. Ella articulaba lo que significa una infancia feliz.

¿Qué fue de Lola?

En 2008, cuando presenté El manifiesto desastre en el Teatro Jovellanos mi madre no me quiso decir que había muerto el día anterior hasta después de acabar. Lloré como un bobo.

¿Había mantenido la relación con ella?

Venía a mi piso. Traía algo de comida, se ponía a ordenarlo todo. Nunca tuvo pareja ni hijos. Éramos su familia. Cuando iba a verla, le preguntaba cosas de la familia que no me atrevía a preguntar en casa. Fue una relación muy chula.

¿Qué tal con sus hermanos?

Me fijaba en Santi, un año y medio mayor que yo, al que rompí la Historia del rock de El País en un enfado. Empezó siendo rockabilly y acabó psycobilly. Mi hermano Xabel, tres años y medio más pequeño, era muy espabilado y aprendí mucho de él. Empecé a tocar en grupos a los 16 años y Xabel a los 14 era un batería cojonudo y estaba en Griesca y Liberación.

¿Qué pasó con la música en casa?

No sé. Mis padres no tenían más que La Mandrágora y en los viajes en coche sonaban Brincos y Beatles. Había un plato roto y, como indirecta, compré varios vinilos y mi padre compró equipo nuevo. Había una guitarra española que no sé qué hacía en casa y fue muy importante para mí hasta que mi hermano pequeño me la rompió en un enfado. A los 11 o 12 años veía en la tele Plastic y Tocata, lo grababa en el vídeo, imitaba las posturas pero, como no sabía afinar, sonaba fatal. Carlos, que toca en la orquesta Asia, dos cursos mayor, me enseñó unos acordes.

¿Qué chaval era usted?

Muy tímido, de una manera problemática. Me sentía incómodo con la gente, no hablaba. En clase estudiaba bien y me elegían delegado porque no caía mal. La música me ayudó a vencer la timidez porque tuve el atrevimiento de ir a Radio Crash, de la que me habló mi hermano Santi porque ponían los discos que me gustaban.

¿Por ejemplo?

Caravan of love de los Housemartins. Empecé a escuchar dos programas. El carro del camaleón, que llevaban Maika y su hermana Marta, y El rock de la langosta, de David y Tito, que luego formaron Penelope Trip. Llamé al programa de Maika porque regalaban las letras de Housemartins y me invitó a ir al programa. Me presenté en la emisora, dije que tenía 15 años porque me daba vergüenza confesar mis 14 y entré en el círculo de la gente y la música que me gustaba. Allí conocí a Rafael del Pozo, que estaba formando Eliminator Jr. Me vendió mi primera guitarra eléctrica por 10.000 pesetas porque había comprado otra más chula.

Entró en Eliminator Jr.

Los fines de semana íbamos a ensayar cerca de Vega. Había que coger un autobús, atravesar un prado y llegar a casa del tío del cantante, Javi Carrio, un chaval estupendo que murió unos años después en el Cerro. Estábamos encantados. Descubrí que en lugar de ir al salón de recreativos -pinballs y Stars invaders- podías hacer ruido, tocar, aprender unos de otros y hacer juntos algo que nos emocionara. Por la semana, después del instituto, grababa mis primeras canciones, propias y versiones. Tenía ideas bastante vergonzosas, pero la primera canción que hice la grabé en Cajas de música difíciles de parar, mi segundo disco.

Movimiento indie.

Recuerdo una experiencia iniciática: el Festival Serie B de Pradejón, La Rioja. Fuimos nosotros, Penelope Trip, El Inquilino Comunista y la gente de La Buena Vida antes de formarse. Muchos no nos conocíamos más que por los fanzines. Nos habían preparado una mesa grande, una chica nos mandó sentarnos mezclados y así nos tratamos y fue muy bonito. Ahora, para saludar a otro grupo tienes que pedir acreditación.

Cantaban en inglés.

Por el virus de la anglofilia que sufrió el indie, reacción al pop-rock español de los ochenta. Parecía que sonaba mejor. Nunca estuve de acuerdo, pero mis letras en castellano eran malas y no me atrevía a presentarlas al grupo. No digo que fuera un paladín del castellano pero no me sentía cómodo en inglés. Los Planetas, el grupo independiente más importante de aquella generación, ya cantaba en castellano. Poco a poco todos acabamos cantando en castellano o en asturiano. A diferencia de la escena de los ochenta, no hubo millones ni nos hicimos ricos y famosos y no nos creímos nada.

Empezó Filología.

Cometí un error. Elegí Filología Inglesa y, en segundo curso, me cambié porque me di cuenta de que me interesaba la Hispánica y la Lingüística. Me iba matriculando de dos cursos y dejando asignaturas. Las terceras matrículas eran carísimas, vivía solo, empezaron las giras y dejé la Universidad. Me quedan cuatro asignaturas.

¿Le interesaba la poesía?

Dos momentos me llevan a la poesía. Cuando Cova de Silva me regaló un libro de poemas de Raymond Carver y cuando, en segundo de carrera, un profesor de Teoría Poética nos pasó un montón de folios con una antología poética que había hecho para los que no nos habíamos acercado a la poesía. Había Pessoa, Kavafis, Pizarnik, Leopoldo María Panero, nombres que luego fueron muy importantes para mí.

Cuando tenía 18 años murió su padre. ¿Cómo lo vivió?

Más que triste fue raro. Nunca había vivido una muerte cercana y apareció de golpe. Te haces muchas preguntas y sabes que van a quedar sin respuesta. Me sirvió mucho un libro, Retrato de un hombre invisible, que cuenta las reflexiones de Paul Auster a la muerte de su padre. Leí bastante sobre relaciones paternofiliales. Cuatro o cinco años después escribí El ángel Simón con la perspectiva, la serenidad y la ira que da el paso del tiempo, necesarias para mí, para descargar sentimientos. Aprendí entonces a no escribir en caliente. Las canciones son miradas que tienen que hacerse con distancia. Mis hermanos y yo nos queremos pero no somos muy confidentes. Hubo algunos gestos bonitos cuando murió mi padre pero no hablamos de ello. Mis hermanos me agradecieron la canción y me lo hicieron notar. Hay cosas que sólo puedes hablar con alguien que haya pasado por lo mismo, y, si no, lo pones en una canción.

Se fue pronto de casa.

Antes de la burbuja inmobiliaria teníamos un pisín en la calle Ave María, en Cimadevilla, por 30.000 pesetas, con una chica, que era mi pareja, y una amiga, Cova. El Conseyu de la Mocedá daba ayudas a los jóvenes y pagaba la mitad. Por 5.000 pesetas podía vivir independiente y como ponía copas en el bar La Plaza, que había puesto Nacho, de Manta Ray.

¿Por qué se deshizo Eliminator Jr.?

Yo lo dejé para ir a Manta Ray, otro fue a estudiar fuera. Juan Ablanedo, hoy mi mejor amigo, pasó a Manta Ray y lo dejó al empezar a trabajar en Duro Felguera. En una sesión de fotos empezamos siendo cuatro, tuvimos una bronca y acabamos siendo tres. A finales de 1995, Rockdelux y Mondo Sonoro destacaron el primer elepé de Manta Ray como uno de los mejores del año y empezaron a llamarnos para tocar fuera de Asturias e hicimos la primera gira.

Dejó Manta Ray.

Por pequeñas diferencias y porque me apetecía empezar en solitario. De 1999 a 2001 volví a poner copas en Efectos Navales, un bar de Fomento que montaron unos amigos, y luego estuve en otro de Capua, Impact. Entraba a las nueve de la noche, salía a las diez de la mañana y me dieron 5.000 pesetas. Los dejé colgados por la maqueta del primer disco.

No parecía ir en ascenso.

No tenía un duro, hacía trabajos esporádicos, pero cuando te dedicas a este oficio haces las cosas porque crees que tienes que hacerlas. La esencia de la música popular siempre me sirvió para seguir adelante. La música popular no nació al ser grabada y caer en manos de las compañías discográficas y su mercado del éxito, que tiene que ver con comidas, copas, cocaína y sobres con dinero. Durante miles de años el movimiento de las canciones era más horizontal y puro.

¿Cómo era?

Antes se oía una canción y se modificaba de forma natural. Ahora para cambiar un verso tienes que pedir permisos burocráticos. La autoría y el culto a la personalidad están sobrevalorados.

¿No está perdida esa cultura anterior?

No. Fue así hasta hace poco. Bob Dylan se basaba en los discos de Harry Smith, que compilaban la música tradicional americana. Me interesa lo que hizo Violeta Parra con la música chilena y Chabuca Granda con la andina.

¿Cuándo empezó a vivir de la música?

Mi primer disco en solitario, de 2001, tuvo buena crítica. Hice giras con el grupo que eran un desastre económico, pero me solté más a hacer conciertos en solitario. En 2003 hubo un pico del indie y de la escena independiente de Gijón y luego fue decayendo. Tuve un momento tormentoso con mi banda. A partir de 2004 empecé a vivir de la música y hasta ahora, con bastante suerte porque no depende de que seas mejor.

La mayor parte de su vida de ingresos musicales coincide con la crisis actual, que se suma a la discográfica.

Ahora tengo una oficina con Marisa, una compañera, y Tomás, socio, desde la que aprovechamos para rehacer nuestra forma de trabajar. Hubo subida de IVA, pero también los promotores aprovecharon para especular con el precio de las entradas. La precariedad entre los músicos aumentó con la crisis, pero desde el 15-M hay una unión estatal de sindicatos de músicos peleando.

¿Fueron duros los años hasta que llegó su momento?

No, era joven y podía vivir con poco dinero. Lo más duro vino cuando empiezas a vivir de la música y empiezan a tratarte de manera diferente. Te crees más de lo que eres y te vuelves un poco gilipollas.

¿Cuándo fue?

A los 28 o 30 años. Duró poco porque tenía alrededor amigos que me daban collejas cuando me las tenían que dar.

¿En qué consiste la dureza?

Tiene que ver con tocar, estar en la noche.

Por la noche sabía andar.

Sí. No sé... Estaba todo mezclado. Te hacen más caso del que deberían... Pero no tenía 20 años ni había tanto dinero como para perder la cabeza. Lo recuerdo siempre porque quiero redimirme de aquello. Se disparó mi dimensión pública, hice un disco con Bunbury, tenía una relación en Madrid. Aunque nunca dejé de vivir aquí, me alejé de Gijón.

¿Cómo se dio cuenta de lo que le pasaba?

Al volver a estar más tiempo en Gijón, cuando rompí la relación que tenía en Madrid. Cuando volvía tenía un complejo, pensaba que los cantautores como Alfredo González y Pablo Moro me tendrían tirria porque había tenido más éxito. Al relacionarme con ellos, como con La Caja de Músicos y"La Vida Alegre, me di cuenta de lo que teníamos en común. Aquello coincidió con el 15-M y también me afectó.

¿Cómo?

Pasamos de un paradigma en el que el valor era el individualismo a otro del pensamiento colectivo. Salieron a la calle conversaciones que antes no había. Se hablaba de política de manera natural, en un bar del Cerillero y en el Alimerka, entre jóvenes y mayores... El 15-M me influyó de manera particular, pero los que hacemos música tenemos que ser muy permeables.

¿Lo mejor de Madrid?

Lo que más me gusta es que la mayoría de la gente que conozco no es de allí y eso obliga a crear comunidades. Lo que menos, el elitismo de lo indie, estúpido, que daba en el clasismo porque trabajadores precarios se creían clase media y lo que leían y escuchaban no era algo que servía para abrirles puertas al mundo sino para distinguirles.

Vale, que eran pijos. ¿Pero no le pasó algo al Xixón Sound?

Hay esa imagen pija, pero no lo veo así. El Xixón Sound empieza en 1994 y ya estaba moribundo en 2001. Una de las cosas que hizo que no hubiera en Gijón una escena sólida fue que también los que estaban tocando tuvieron que marcharse a trabajar fuera, por más que Tini Areces hablara de que la emigración de los jóvenes era una leyenda urbana. Pero el espejismo fue Madrid.

¿En qué sentido?

El artisteo, los diseñadores, lo que se llamaba product managers, cobraban mil euros, pero cenaban en un restaurante de lujo cuando tenían que acompañar a un artista. Los amigos de Gijón estaban en la industria, la hotelería o en precario.

¿Qué tal cree que le trató la vida hasta ahora?

En la profesión bien, tuve suerte. En el resto... No sé, todo el mundo se da sus hostias.

¿Cuál es la suya gorda?

La heroína gobernó mi vida mucho más de lo que tendría que haberlo hecho... No ahora, de los 28 a los 38.

En su época la heroína no era una droga popular. ¿Cómo llegó a ella?

Es verdad. A los veintipico eran las pastillas, el éxtasis, la cocaína. Me gustaban la droga y la probé, de manera recreativa, porque era la de la cultura del rock y esos mitos. Luego descubres que no la usas para pasarlo bien sino para dejar de estar mal.

¿Mal por la propia heroína o por otras cosas?

Por otras cosas. Al mono se le da mucha importancia. Consumí heroína con mucha gente que la tomaba como droga recreativa y me daba envidia porque la disfrutaban y la dejaban. Pero yo, cuando me quedaba a solas, la consumía casi a diario y dejaba que me marcara las pautas horarias.

¿La usaba para trabajar?

No sirve para trabajar. Quita la tristeza y el dolor, pero también las emociones fuertes, intensas, que dan luego para las canciones. Te amuerma.

¿Es usted muy doliente?

Una de las primeras veces que la consumí me la vendió un yonqui veterano que le dijo al que venía conmigo: "Para ti, bien, pero tu amigo que tenga cuidado con esto". La heroína puede ponerte a vomitar la primera vez y que la rechaces para siempre, pero hay algo de carácter que hace que digas: "Ésta es mi droga". Creo que los que nos enganchamos a la heroína somos más cobardes, tenemos más miedo al dolor y a las ansiedades diarias que provoca vivir en este mundo.

¿Por qué dice que el síndrome de abstinencia está sobrevalorado?

Lo peor de dejar las drogas no es físico. Les afeo a los médicos que se centran mucho en el mono, pero hay muchas pastillas para pasarlo y son tres días como de gripe ansiosa, sudando y hecho una mierda. Pero cuando te desenganchas entras en depresión y tienes muchas ganas de volver a consumir. El alcohol es un depresor y también una solución rápida. Como dicen los camellos "drogadicto mal curado, alcohólico asegurado".

¿Cómo aguanta?

Me desenganché de la heroína, pero me costó más hacerlo de la metadona, con la que estuve cuatro años. Cuando lo logré, el alcohol -que nunca había sido un peligro para mí- se convirtió en un compañero desde las nueve de la mañana y fue casi más difícil que la heroína. Pasa con estas cosas que suplen las carencias.

¿Sabe cuál es su carencia?

De afecto, supongo. Éste es un mundo hostil para quererse y tener relaciones afectivas. No es una excusa, intento dar una explicación.

¿Cómo han sido sus relaciones sentimentales?

Nunca he tenido un éxito rotundo, por eso vivo solo a mis 41 años, pero me llevo de maravilla con todas mis exparejas. No tengo pareja estable y lo llevo bien.

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